Kizito Mihigo: De niño prodigio a enemigo público (parte 1/2)

23/03/2020 | Crónicas y reportajes


Un mes después del anuncio por la policía ruandesa del suicidio en la cárcel de Kizito Mihigo, estrella del góspel y figura de la reconciliación en Ruanda, personas cercanas a él y organizaciones de defensa de los derechos humano tanto, nacionales con internacionales, siguen reclamando la verdad sobre las circunstancias de este fallecimiento. Volvamos sobre el destino controvertido del niño prodigio de la música ruandesa.

kizito_mihigo_wikimedia.jpgKizito Mihigo no mira al objetivo. Las manos en los bolsillos, una mochila, calzado como para una caminata, una zamarra, solo su rostro serio y sus mandíbulas apretadas indican que el cantor/compositor ruandés se ha marchado esta mañana del 13 de febrero de 2020 para algo más que un paseo. Este superviviente del genocidio de 38 años se encuentra, sin embargo, en una crítica situación. Se había dirigido al distrito de Nyaruguru, su región natal, para alcanzar clandestinamente la frontera con Burundi, país considerado hostil por el régimen de Kigali.

Oficialmente, fueron los lugareños de la zona los que lo habrían interceptado y denunciado a los militares ruandeses. Él, que está bajo control judicial, no estaba autorizado a abandonar Ruanda. Había sido una de las condiciones de su puesta en libertad provisional en septiembre de 2018, tras la designación de la antigua jefa de la diplomacia ruandesa, Louise Mushikiwabo, a la cabeza de la Organización internacional de la Francofonía (OIF). Esta foto fue publicada al día siguiente mismo de este extraño arresto en el diario progubernamental, New Times. Es la última foto de Kizito Mihigo con vida.

“El guía no encontraba el camino”

“Kizito debía pasar la frontera la víspera, pero a última hora dudó y llegó tarde para pasarla”, explica un activista ruandés en exilio, René Mugenzi, en estrecho contacto con el cantante/compositor. “El guía, un campesino de la región, le aconsejó que no atravesara la frontera de noche a causa de las patrullas y, en consecuencia, se marcharon muy temprano a la mañana del día siguiente”. Dicho campesino aparecería igualmente en la foto; sería el hombre a la derecha, con los brazos cruzados y cabizbajo, sin mirar al objetivo. “En torno a las 6 de la madrugada Kizito comenzó a preocuparse, ya que el guía no daba con el camino; era sin embargo un hombre de la zona, conocedor en principio del itinerario preparado”, afirma, echando pestes, Mugenzi. Por lo que el activista en exilio sospecha que la detención habría sido planificada por Kigali. “Si hubieran podido, lo militares lo habrían matado allí mismo. Pero no podían ya que cuando llegaron había ya demasiada gente”.

En el centro de esta última foto se encuentra uno de los familiares de Kizito Mihigo, Bosco Nkundimana, su cocinero, cristiano practicante como él. Nkundimana, que lleva una bolsa en una mano y un libro encuadernado en la otra, sin duda la biblia, aparenta, por mucho, ser el más inquieto de todos. Él, el campesino y un chófer que los ha traído de Kigali estarían detenidos desde entonces, siempre según Mugenzi. Sin embargo, cuando la Oficina de investigación de Ruanda (BIR) reconoce al final del día haber detenido al antiguo icono de la reconciliación, no hace mención alguna de ellos en un primer momento. “Los cargos criminales que pesan contra Mihigo incluyen la tentativa de atravesar ilegalmente la frontera con Burundi para unirse con los grupos armados y la corrupción”, precisa el BIR. El perdón presidencial acordado por Paul Kagame, en el contexto de la designación de Louise Mushikiwabo a la cabeza de la Francofonía, es revocado.

Tres días después, es la policía nacional la que anuncia el suicidio en detención, en los locales de policía de Remera, del popular cantante. “La investigación ha comenzado por determinar las razones que han empujado a Kizito Mihigo a quitarse la vida”, precisa el comunicado fechado el 17 de febrero de 2020. Tres de las hermanas del cantante, una amiga y una abogada, habían podido tener un encuentro con él el fin de semana. Fue después de esas visitas cuando Kizito habría optado por colgarse “con una sábana” en su celda, dejada sin vigilancia por sus guardianes.

Sus amigos no se lo creen. “Es imposible que se haya suicidado. Era un muchacho sólido y muy creyente”, asegura Jean-Claude Nkubito, antiguo corresponsal de la BBC y persona cercana a Kizito Mihigo desde 2003. “No solo está su fe. No temía la cárcel. Había sido un periodo muy productivo para él, rico en la toma de contactos, pero también en introspección. Decía que le había permitido reencontrase solo con Dios”.

“No tendrás ya más la suerte de ir a la cárcel”

La información tiene problemas para pasar tanto a los activistas ruandeses como a los extranjeros, hasta tal punto que varias decenas de disidentes han sido asesinados, muertos en sospechosas condiciones, incluso en situación de detención, o han desaparecido en Ruanda desde la llegada al poder de Paul Kagame. “Kizito me contó que había sido convocado por la inspección general de la policía (IGP) poco después de su liberación y que fue amenazado” escribe Clément Boursin, responsable para África de Acciones de cristianos para la abolición de la tortura (ACAT-France) en un artículo de opinión publicado en el periódico cristiano francés La Croix. “Se le recomendó que no cometiera los mismos errores«. Un alto responsable de la policía le habría advertido, siempre según las palabras reportadas por ACAT, que en caso de un nuevo desvío en su conducta no tendría “ya más la suerte de ir a la cárcel”.

Esta desconfianza ante una versión oficial provoca la ira del gobierno ruandés. “El suicidio de un hombre joven, por muy turbador que sea, siempre es un drama para su familia, pero la explotación politiquera de su muerte por parte de los genocidas, los negacionistas, grupos armados y sus agentes extranjeros, es verdaderamente atroz”, replica el embajador Olivier Nduhungihere, ministro de Estado para Asuntos Exteriores, tras la publicación de un comunicado de la ONG americana Human Rigths Watch que pedía una investigación independiente.

La comunidad internacional ha permanecido ampliamente silenciosa. Únicamente Gran Bretaña y los EEUU, que se han convertido en los más críticos sobre cuestiones relativas a los derechos humanos frente a su antiguo aliado, han mostrado su preocupación y han reclamado una investigación. “Tomo nota con inquietud de la muerte de Kizito Mihigo en instalaciones policiales, en detención y las referencias al suicidio antes de que una investigación y una autopsia hayan sido iniciadas por las autoridades”, comentó el secretario de Estado adjunto para Asuntos Africanos, Tibor Nagy. Las conclusiones de las gestiones emprendidas por la justicia ruandesa se hicieron públicas unos días después. La fiscalía ruandesa blanquea a los policías y da validez a la versión del suicidio como causa más probable de la muerte del cantante.

“Había sido recibido en la casa por Paul Kagame”

Hasta abril de 2014, la carrera de Kizito Mihigo fue una auténtica historia de éxito. Este joven prodigio de la música había sido elegido para participar en la creación del nuevo himno nacional del país. El artista se servía de su notoriedad para promover actividades de su fundación, la Fundación Kizito Mihigo en favor de la paz, premiada por su trabajo en el terreno de la reconciliación tanto por la Rwanda Governance Board, una agencia gubernamental, como por una de las asociaciones de la primera dama.

“Kizito me había contado que había sido recibido en su casa por el mismo Paul Kagame y que había salido persuadido de que él (Kagame) apoyaba su visión”, explica Jean-Claude Nkubito. “Como todos los jóvenes supervivientes, había idealizado la rebelión del FPR. Había obtenido una beca para estudiar en Europa y había conservado hasta su regreso esa visión idílica del régimen”. El niño prodigio se siente confortado en sus posiciones cuando le confían una emisión semanal de televisión, Unusanzu w’Umuhanzi (la contribución del artista), para hablar de la reconciliación.

Sin embargo, tres años después de su instalación definitiva en Ruanda, el 14 de abril de 2014, el cantante/compositor fue presentado esposado ante la prensa nacional e internacional. Su ausencia en las ceremonias oficiales de conmemoración del 20 aniversario del genocidio había sido muy comentada; se evocaba su detención en las redes sociales desde el 6 de abril, cuando se le había visto subir a un automóvil 4×4 con los cristales tintados. Ante el silencio de las autoridades, sus familiares, ya entonces, temían lo peor.

Unas semanas antes, el que todavía era el icono de la reconciliación en Ruanda, había hecho pública una controvertida canción titulada Igisobanuro cy’urupfu (la explicación de la muerte); canción que explícitamente evocaba los crímenes cometidos por el ejército patriótico de Paul Kagame contra los hutu, tema tabú en Ruanda. Justo en vísperas de las ceremonias de conmemoración oficiales hacía un llamamiento a las víctimas del genocidio y a las de las “masacres de venganza” a reconocer que la pérdida de seres queridos los unía a todos, asegurando que no había “una manera buena de morir”. Reconocerlo era según él el “camino hacia el bien más absoluto”. Kizito Mihigo criticaba igualmente uno de los programas más controvertidos del Gobierno, “Ndi Umunyarwanda” (Soy ruandés), que exigía a los hutu, incluso a los niños hutu, que pidieran perdón por los crímenes cometidos en su nombre. “Antes de ser ruandés, soy un hombre”, repetía tres veces este compositor del himno nacional de la nueva Ruanda.



Sonia Rolley

Fuente: RFI, Therwandan, La tribune franco-rwandaise – Imagen: Tellonce-Wikimedia

[Fundación Sur]


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