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Inicio > REVISTA > Entrevistas > ![]() “Los minerales de la RDC están manchados con la sangre de los congoleños”
26/11/2020 -
Premio Nobel de la paz 2018, el ginecólogo Denis Mukwege es conocido en el mundo entero como el hombre que repara a las mujeres víctimas de violencias sexuales en RDC. Desde hace un mes, su hospital de Panzi, en la provincia de Kivu-sur, en el este del país, está bajo protección. Tras haber denunciado una nueva masacre en Kipupu en julio, este inveterado militante de los derechos humanos y predicador cristiano ha sido amenazado de nuevo de muerte. En octubre, el Consejo de derechos humanos en Ginebra ha prolongado por un año más el mandato del grupo de expertos internacionales sobre la situación en Kasai. Unas semanas antes, el Parlamento europeo invitaba los Estados miembros del Consejo de seguridad de las Naciones unidas a instalar un tribunal penal internacional en RDC. Desde hace un mes está usted bajo protección, lo mismo que su hospital de Panzi, ¿cuál es la razón para ello? Denis Mukwege: Mi denuncia de la masacre cometida en Kipupu en julio pasado ha sido la gota que ha colmado el vaso. Se han lanzado llamamientos a la violencia. Mi familia y yo mismo hemos vivido un periodo de intimidación y de insultos. En estas condiciones, el cuidado de los enfermos se había hecho muy difícil. Las amenazas de muerte no son palabras en el aire. Algunos de mis allegados ya fueron asesinados en el pasado. Desde hace tres semanas, el hospital de Panzi, donde vivo desde 2013, está por todo ello bajo la protección de agentes de las Naciones unidas. Gracias, concretamente a una movilización nacional e internacional. Estoy protegido, así como los enfermos y el personal sanitario. La denuncia de la masacre de Kipupu no es precisamente su primera toma de posición Vivimos en medio de atrocidades. Crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad, son cometidos en el este de la RDC desde hace pronto un cuarto de siglo. Desgraciadamente, reina una indiferencia ensordecedora ante la situación en esta parte del mundo, en la que el cuerpo de las mujeres es utilizado como campo de batalla. En Panzi, ya hemos curado más de 50.000 personas de sexo femenino, tanto de bebés como de ancianas. Sufren violaciones y mutilaciones de violencia extrema, como quemar sus genitales. Hace veinte años que denunciamos esta situación, pero jamás ha habido solución que permita a la población local vivir en paz. Usted no hace más que reclamar la intervención de la justicia internacional antes los crímenes cometidos en RDC. ¿Le oyen a usted? La respuesta de la comunidad internacional es tímida. Aunque el llamamiento, lanzado hace unos días, del Parlamento europeo a los Estados miembros del Consejo de seguridad de la ONU en favor de la creación de un tribunal penal internacional en RDC, es prometedor. Pedimos que otros países se unan a él, que la Iglesia juegue su rol profético y sensibilice al mundo sobre este sufrimiento, que sea nuestro portavoz, la voz de los sin voz, para que por fin se instale un tribunal y permita que la población de esta zona viva en paz. Sin justicia no puede haber paz. Desde hace más de veinte años tenemos importantes fuerzas de la ONU desplegadas en varias zonas de conflicto. Sin embargo, los crímenes prosiguen, las mujeres siguen siendo violadas. Hablamos de millones de muertos y de cientos de miles de mujeres violadas. Nos encontramos por lo tanto en medio de una crisis humanitaria enorme. El mundo debe poder exigir a los que están detrás de estos crímenes y a los ejecutores de los mismos, criminales, algunos de ellos siguen llevando uniforme, que respondan ante la justicia competente. ¿Piensa usted que Suiza, que ha denunciado las amenazas contra usted ante el Consejo de derechos humanos, podría jugar un papel en la emergencia de la justicia en RDC? Suiza es conocida por su neutralidad. La neutralidad no significa indiferencia sino ausencia de partidismo. Ser neutro es no decir más que la verdad. Necesitamos una voz así. Hoy, esperamos que países como Suiza se levanten y digan que estas atrocidades no pueden ser toleradas. ¿Cuáles son los obstáculos más grandes que impiden que la comunidad internacional se mueva? La RDC es un país muy rico en recursos naturales. El desarrollo tecnológico del siglo XXI no podrá realizarse sin la RDC. Hoy es imposible hablar de automóviles eléctricos o de material electrónico sin hablar del cobalto, del coltan, o del litio, producidos en RDC. Ahora bien, observamos el pillaje de estos recursos naturales. Los que están a los mandos del saqueo tienen apoyos en el exterior del país; apoyos que ahogan las voces que tratan de reclamar la paz; el pillaje se realiza en un caos total. Sin este caos, el pillaje no es posible. Hoy, el gran obstáculo proviene de aquellos que se aprovechan de la guerra, que compran estos minerales a las banda armadas. ¿Cuál es la solución? Queremos hacer un llamamiento a la toma de conciencia: cuando posean ustedes un smarphone, cuando conduzcan un coche eléctrico, piensen ustedes en los millones de personas asesinadas, en las mujeres violadas en RDC. No se trata de deshacerse de esos objetos, se trata de denunciar. Podemos extraer esos minerales sin matar, sin violar ni explotar a los niños. Esos minerales pueden ser limpios, pero hoy está manchados con la sangre de los congoleños. ¿No hay una solidaridad entre Estados africanos? Varios presidentes en el continente se reclaman del panafricanismo. Pero, ¿de qué panafricanismo se trata si se deja que algunos Estados invadan otros países y participen en el despedazamiento de la RDC? Necesitamos la solidaridad africana. Africa no va a construirse por medio de las violencias, de los saqueos y de las conspiraciones entre africanos, sino gracias a la unidad y a la puesta en común de nuestras capacidades, para utilizar nuestros recursos naturales y poner fin a la exportación de las materias primas, sin transformarlas en el terreno. Ello evitaría que nuestros hijos sigan muriendo en el mar mediterráneo, tratando de seguir el mismo camino que los minerales, pereciendo en su trayecto hacia las tierras prometidas. Pienso que todavía es posible mantener sanas nuestras mentes, crear riquezas en África, para que nuestra juventud no siga errando por desiertos y muriendo en los mares. Hace diez años salía el informe “Mapping” de la ONU que ponía en la picota violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario cometidos en RDC entre 1993 y 2003. ¿Cómo explicar que nada se haya movido, algo que, por otra parte, usted denuncia? Ese informe avergüenza la ONU. Realizar semejante informe y meterlo en un cajón, por amenazas de los Estados responsables de dichos crímenes, es una debilidad. Debe ponerse sobre la mesa; va en ello la credibilidad de la ONU. Cerrar los ojos ante los crímenes de guerra y contra la humanidad se convierte en aceptar que se repitan. Después de 1945, todo el mundo había dicho “nunca más”. Lo más vergonzoso es tratar de ocultar la verdad. Si se hubieran adoptado medidas en 2010, los congoleños no habrían tenido que sufrir una nueva década de violencias. ¿Qué es lo que usted reclama hoy? El informe “Mapping” es un instrumento para crear la justicia. Establece 617 crímenes de guerra y contra la humanidad y propone crear jurisdicciones para enfrentarse a ellos. Cuando se analiza el informe, uno se da cuenta de que las jurisdicciones no pueden ser únicamente nacionales: muchos, demasiados, extranjeros han participado en esos crímenes. Se señala igualmente que un órgano internacional como la Corte penal internacional no es competente, ya que se trata de crímenes cometidos antes de 2002, fecha de su creación. Es necesario poner en pié mecanismos diferentes que permitan que la verdad sea dicha, a fin de crear una memoria y de que esos crímenes no se reproduzcan. Es igualmente necesario que se creen mecanismos que permitan reparaciones para las víctimas; sería el inicio de una fase de reconciliación en RDC y también en los países vecinos. Es totalmente inútil vivir en permanente agresividad durante generaciones. Usted es cristiano, protestante pentecostista. ¿Enlaza usted su fe con la militancia en defensa de los derechos humanos? No puedo decir que lo que hago no está inspirado por mi fe. Soy cristiano, por lo tanto, discípulo de Jesucristo. Jesús vino en favor de los excluidos, de los lisiados, de los ciegos, de los leprosos. Creo que hoy derramos los ojos mientras tenemos a muchos leprosos, lisiados y excluidos en nuestra sociedad. Cuando tomo la palabra en las iglesias, hago ver a las gentes que están allí por haber triunfado, pero que no ven lo que sucede en la sociedad, especialmente lo que les pasa a los más desfavorecidos, a los más vulnerables, a las personas rechazadas; les digo que han abandonado su gran misión, su rol profético. La Iglesia no debe limitarse a tener ese nombre y olvidar su misión. Así pues, estoy inspirado por mi fe, pero también por el humanismo. Si Dios me ha dado unos talentos, es para que puedan servir a los demás. Creo que mi fe me ayuda a ver al otro como un semejante y a ser militante de los derechos humanos. La RDC está dirigida actualmente por el presidente Félix Tshisekedi, que no está involucrado en las guerras del país, ¿Qué espera usted de él? El presidente de la RDC no tiene las manos machadas. No ha estado mezclado en los crímenes evocados. Creo que hoy tiene una oportunidad única para marcar una diferencia. Sería lamentable que dejara escapar esta ocasión para sacar al pueblo congoleño de la servidumbre. Las mujeres en este país sufren la servidumbre. Cuando fui a Kinshasa, donde instalamos una clínica para las víctimas de violencias sexuales, he visto a niños de menos de 10 años que se prostituían y la gente cerraba los ojos. No hay peor servidumbre. Si Tshisekedi pasa de largo ante esta oportunidad de liberar a los congoleños de este inaudito sufrimiento que dura desde hace un cuarto de siglo, de poner fin a estos crímenes, habrá fallado en su profética misión Fuente: Le Temps (periódico suizo), 19 de noviembre de 2020. [Fundación Sur]
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