Una secuela de los conflictos armados es la migración, generalmente hacia territorios colindantes, lo cual frecuentemente afecta los estándares de salud, como ocurre con el éxodo desde la República Democrática del Congo (RDC) hacia Uganda. Las autoridades de salud en Uganda permanecen en alerta para prevenir una epidemia de cólera, que ya causó más de 530 muertos en la vecina RDC y donde la enfermedad se extendió a 20 de sus 26 provincias, con la aprehensión de que se desate una peligrosa escalada sin precedente.
Según las precisiones de la ONU, la zona congoleña más afectada se encuentra en la central región del Gran Kasai, aunque la epidemia alcanzó a por lo menos 10 áreas urbanas incluyendo la capital, Kinshasa.
El brote de cólera surge en un momento particularmente preocupante ya que actualmente hay 1,4 millones de personas desplazadas por la violencia en la región de Kasai, donde diversas facciones armadas combaten entre ellas para tratar de controlar y explotar la riqueza del lugar.
Algo de historia cercana es que una pequeña revuelta contra el poder, se desató en junio del año pasado en lo que hasta entonces era una zona tranquila y que ahora se convirtió en ‘el nuevo corazón del horror’ de la mano del exjefe tradicional Jean Pierre Pandi Kamuina Nsapu.
«Kamuina decidió enfrentarse al poder central y a sus representantes locales en la región: la policía, el Ejército y los gobernadores. De este modo, con, lejos de las convulsiones políticas de la capital, Kinshasa, y de la guerra diaria del este del país», cita una monografía sobre el escenario bélico creado.
En ese ámbito, como es lógico, los patrones higiénico-sanitarios tienden a resquebrajarse o dejan de cumplir parte de sus funciones, lo cual posibilita el aumento de víctimas letales a causa del cólera, enfermedad diarreica contagiosa que se trasmite por la ingerir alimentos o agua contaminados por la bacteria Vibrio cholerae.
Más de 500 personas perecieron por la epidemia desatada en Kasai, según informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Pero la epidemia de este año ocurre en momentos en que 1,4 millones de personas resultaron desplazadas por la violencia, una migración forzada que cuando menos dispara las alarmas epidemiológicas en los países vecinos como Uganda, receptor de viajeros o personas que realizan sus operaciones mediante el comercio transfronterizo.
El profesor Anthony Mbonye, director general en el Ministerio de Salud ugandés, declaró que las autoridades estaban vigilantes, pero disipó cualquier temor sobre la potencial propagación del brote de cólera en su país, conociendo lo ocurrido en el Congo Democrático.
«Estamos listos. Nuestro sistema de vigilancia transfronteriza está siempre alerta. No estamos preocupados», dijo al rotativo New Vision en Kampala, acerca de lo que podría considerarse una barrera, o el principal valladar, contra la enfermedad: la prevención.
Julio Morejón
Fuente: Prensa Latina
[Fundación Sur]
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