¿Y si Obama fuera africano?

19/11/2008 | Opinión

Los africanos se alegraron con la victoria de Obama. Yo fui uno de ellos. Después de una noche sin dormir, en la irrealidad de la penumbra de la madrugada, las lágrimas corrían por mi cara cuando pronunció el discurso de ganador. En ese momento, yo también era un ganador. La misma felicidad me inundaba cuando Nelson Mandela fue puesto en libertad y el nuevo estadista surafricano consolidaba un camino de dignificación para África.

La noche del 5 de noviembre, el nuevo presidente norteamericano no era solamente un hombre que hablaba. Era la sofocada voz de la esperanza que se erguía, liberada, dentro de nosotros. Mi corazón le había votado, aunque sin permiso: acostumbrado a pedir poco, yo celebraba una victoria sin dimensiones. Al salir a la calle, mi ciudad se confundía con Chicago, negros y blancos respirando comulgando en la misma feliz sorpresa. Porque la victoria de Obama no era la de una raza sobre otra: si no hubiese sido por la participación masiva de los americanos de todas las razas (incluyendo la de la mayoría blanca) los Estados Unidos de América no nos darían motivos para celebrar.

Durante los días siguientes, fui recogiendo las reacciones eufóricas de los rincones más lejanos de nuestro continente. Personas anónimas, ciudadanos comunes que quieren dar testimonio de su felicidad. Al mismo tiempo fui tomando nota, con algunas reservas, de los mensajes solidarios de dirigentes africanos. Casi todos llamaba a Obama “nuestro hermano”. Y pensé: ¿estarán siendo sinceros todos estos dirigentes? ¿Será Barack Obama familiar de tanta gente que es políticamente tan diversa? Tengo mis dudas. Por darnos prisa en ver los prejuicios solamente en los otros, no somos capaces de ver nuestros propios racismos y xenofobias. Nos apresuramos en condenar a Occidente y nos olvidamos de aceptar las lecciones que nos llegan de ese otro lado del mundo.

Fue entonces cuando llegó a mis manos un texto de un escritor camerunés, Patrice Nganang, titulado: “¿Y si Obama fuese camerunés?”. Las cuestiones que mi colega de Camerún planteaba me sugerían diversas preguntas, formuladas ahora en torno a la siguiente hipótesis: ¿y si Obama fuese africano y concurriera a la presidencia en un país africano? Son estas preguntas las que me gustaría explorar en este texto.

¿Y si Obama fuese africano y candidato a una presidencia africana?

1. Si Obama fuese africano, un solo candidato (un George Bush cualquiera de las Áfricas) inventaría cambios en la Constitución para prolongar su mandato más allá de lo previsto. Y nuestro Obama tendría que esperar unos años más para volver a poder presentarse como candidato. La espera podría ser larga, si tenemos en cuenta la permanencia en el poder de un mismo presidente en África. Unos 41 años en Gabón, 39 en Libia, 28 en Zimbabue, 28 en Guinea Ecuatorial, 28 en Angola, 27 en Egipto, 26 en Camerún. Y así, hasta llegar a una quincena de presidentes que gobiernan hace más de 20 años consecutivos en el continente. Mugabe tendrá 90 años cuando termine el mandato para el cual se impuso por encima del veredicto popular.

2. Si Obama fuera africano, lo más probable sería que, siendo un candidato del partido de la oposición, no tendría espacio para hacer campaña. Le harían como lo que les hacen, por ejemplo, en Zimbabue o en Camerún: sería agredido físicamente, sería encarcelado continuamente, se le retiraría el pasaporte. Los Bushes de África no toleran opositores, no toleran la democracia.

3. Si Obama fuera africano, no sería si quiera elegible en gran parte de los países porque las élites en el poder inventarían leyes restrictivas que cierran las puertas de la presidencia a los hijos de extranjeros y a los descendientes de inmigrantes. El nacionalista zambiano Kenneth Kaunda está siendo cuestionado, en su propio país, como hijo de malauianos. Convenientemente “descubrieron” que el hombre que condujo Zambia a la independencia y que gobernó por más de 25 años era, al final, hijo de malauianos y durante todo ese tiempo había gobernado “ilegalmente”. Encarcelado por alegados intentos golpistas, a nuestro Kennet Kaunda (que da nombre a una de las más conocidas avenidas de Maputo) se le prohibirá hacer política y así, el régimen vigente, se verá libre de un opositor.

4. Seamos claros: Obama es negro en los Estados Unidos. En África, es un mulato. Si Obama fuera africano, vería como su raza se le echaba en cara. No es que el color de la piel fuera importante para los pueblos que esperan ver en sus líderes competencia y trabajo serio. Pero las élites predadoras harían campaña contra alguien a quien designarían como un “no auténticamente africano”. El mismo hermano negro que hoy es saludado como nuevo Presidente americano sería vilipendiado en casa por ser representante de los “otros”, de los de otra raza, de otra bandera (¿o de ninguna bandera?).

5. Si fuese africano, nuestro “hermano” tendría que dar muchas explicaciones a los moralistas de turno cuando pensara en incluir en su discurso de agradecimiento el apoyo que recibió de los homosexuales. Pecado mortal para los abogados de la llamada “pureza africana”. Para estos moralistas –tantas veces en el poder, tantas veces con poder- la homosexualidad es un inaceptable vicio mortal que es exterior a África y a los africanos.

6. Si ganase las elecciones, Obama tendría probablemente que sentarse en la mesa de negociaciones y repartir el poder con el derrotado, en un proceso negociador degradante que muestra que, en ciertos países africanos, el perdedor puede negociar aquello que parece sagrado – la voluntad del pueblo expresa en los votos. A estas alturas, Barack Obama estaría sentado en una mesa con un Bush cualquiera en infinitas rondas de negocios con mediadores africanos que nos enseñan que nos debemos contentar con las migajas de los procesos electorales cuando no corren a favor de los dictadores.

Conclusiones sin concluir

Que quede claro: existen excepciones en este cuadro generalista. Todos sabemos de qué excepciones estamos hablando y nosotros mismos, los mozambiqueños, fuimos capaces de construir una de esas condiciones a parte.

Que quede claro igualmente: todas estas trabas a un Obama africano no serían impuestas por el pueblo, sino por los dueños del poder, por élites que hacen de la gobernación su fuente de enriquecimiento sin ningún tipo de escrúpulos.

La verdad es que Obama no es africano. La verdad es que los africanos – las personas simples y los trabajadores anónimos- celebraron con toda el alma la victoria americana de Obama. Pero no creo que los dictadores y los corruptos de África tengan el derecho de creerse invitados en esta fiesta.

Porque la alegría que millones de africanos experimentaron el 5 de noviembre nacía de lo que ellos esperan de Obama, que es exactamente lo contrario de aquello que conocen por su experiencia con sus propios dirigentes. Por mucho que nos cueste admitirlo, apenas una minoría de los estados africanos conocen o conocerán dirigentes preocupados con el bien público.

El mismo día que Obama confirmaba la condición de vencedor, los informativos internacionales abarrotaban de noticias terribles sobre África. El mismo día de la victoria de la mayoría norteamericana, África continuaba siendo derrotada por las guerras, por la mala gestión, por la ambición desmesurada de políticos gananciosos. Después de haber terminado con la democracia, esos políticos están matando la propia política. Queda la guerra, en algunos casos. En otros, el desistimiento o el cinismo.

Sólo hay un modo verdadero de celebrar a Obama en los países africanos: es luchar para que más banderas de esperanza puedan nacer aquí, en nuestro continente. Es luchar para que Obamas africanos puedan también vencer. Y que nosotros, africanos de todas las etnias y razas, venzamos con esos Obamas y celebremos en nuestra casa aquello que ahora festejamos en casa ajena.

Por Mía Couto

Artículo publicado en “Jornal Savana”, Mozambique, el 14 de noviembre de 2008.

Traducido por Iluminada Armas, para el Departamento África de la Fundación Sur.

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