Y si Europa fuese más supersticiosa que África

22/11/2011 | Opinión

Tradicionalmente, África es presentada como la tierra de todas las supersticiones. Y sin embargo, Occidente no tiene nada que envidiarle. Más bien todo lo contrario.

¿Cómo hay que interpretar el increíble éxito de la saga “Harry Potter”, un aprendiz de brujo? Próximamente se va a estrenar una película de terror titulada “11-11-11” ¿cómo comprender esta fascinación por ciertas señales, números y fechas? ¿Qué significa Halloween? ¿Han oído ustedes hablar de la “triscaidecafobia”, la fobia del número 13, o de su contrario, la “decatriafilia”? Sin duda habrán visto el clásico de las películas de terror “Viernes 13”…

Sin lugar a dudas, sería bastante cómodo ver ahí sólo símbolos de una sociedad excesivamente mercantil, una sociedad de lo todo-comercial. Sin embargo, los comerciantes y los comunicadores no han inventado nada, se contentan con jugar con los miedos, las supersticiones, las fantasías y las creencias de sus contemporáneos.

África está generalmente considerada como la tierra de las supersticiones más extravagantes, pero si observamos esto de cerca, en ninguna parte como en los países del Norte existe tanto frenesí por lo paranormal y la brujería.

Aún a riesgo de poner los pelos de punta, doy ya de entrada mi diagnóstico: los blancos son supersticiosos como consecuencia de una progresiva denegación religiosa, consecuente al capitalismo que consagra una civilización materialista. Los africanos son creyentes porque el desamparo social les empuja a ello. He aquí como cada uno satisface esa necesidad antropológica, social y humana de creer, de esperar y de explicar lo que no se comprende.

La inculturalización en África

Se trata de una operación casi quirúrgica, una especie de trasplante. Pero se transmite de un país a otro, más exactamente de una cultura a otra. Al principio África no tenía dios, en cualquier caso no un verdadero dios con D mayúscula. Llegaron entonces los misioneros que evangelizaron, convirtieron, confesaron y perdonaron.

Los dioses de los misioneros son blancos, está Jesús, está María, están todos los santos intercesores. En la época de la catequesis los niños se adhieren con naturalidad, pero según van creciendo son atormentados por ciertas paradojas. Si no son el pueblo elegido, si no pueden comer más que pan sin levadura y vino importado, y perpetuar la civilización judío-cristiana, quizás haya lugar a replantearse su adhesión al cristianismo.

Pero el Papa, que está en contacto directo con Dios, les dice a los pequeños africanos que, decididamente, piensan demasiado: “Escuchad, a Jesús lo podéis pintar de negro, en vez de decir que José era carpintero se le puede presentar como un cazador; más que hablar de viñedos, invocaremos los campos de mijo, durante la misa podremos tocar el órgano, pero también alabar a Dios con los tam-tam y los balafones”.

Esta caritativa solución se llama por tanto inculturización, es una especie de negacionismo light, que consiste en adaptar creencias completamente importadas aplicándoles el colorido local, de forma que se evite que las generaciones futuras se hagan demasiadas preguntas. ¡Cállate y cree! La inculturización es una aculturización, no se trata de integración sino más bien de asimilación. Total, como lo indica oportuna y contradictoriamente el prefijo de la palabra, es un proceso que consiste en volver inculto tanto como en integrar en una cultura.

La religión, el opio de los pobres

La religión es por lo tanto la enésima herramienta de dominación cultural, sigue contribuyendo a una especie de sometimiento de los países negros que se hacen más católicos que los romanos.

Los africanos se han convertido en los aguadores de las religiones cristianas que están en plena crisis en sus países de origen. África provee de una forma completamente natural en fidei dona a las Iglesias occidentales (pastores y sacerdotes seculares temporalmente destinados a diócesis donde no abundan los obreros de la fe).

El mérito de las religiones es sobre todo el valorar los contra-valores: la pobreza, la cobardía, el sometimiento de la mujer, el amor sin preservativo, el arrepentimiento, y de presentar la esperanza como la realidad presente y última.

La religión no es un obstáculo ni una oportunidad, ya que sólo sirve a los que creen en ella. La “religiosidad no es la fe”, la religión no es la intérprete de Dios del cual por otra parte no ha recibido ninguna acreditación.

Pero creer o no creer, no deja de ser finalmente una cuestión bastante personal que además no puede ser resuelta aquí abajo; las dudas están en todas partes, en casa de los que tienen fe y en casa de los que no la tienen. Más vale fiarse del temperamento de cada uno o de los propios intereses.

Los africanos llevan a Dios en la sangre. Los misioneros cristianos, auténticos legionarios de la fe, los cruzados del cristianismo, han destruido los dioses africanos, las religiones animistas que se basaban en elementos de la naturaleza y las han sustituido por religiones “místicas”, religiones taumatúrgicas de dioses lejanos, ¡cuando los suyos estaban tan vivos y tan cerca!

Distintos conceptos de la superstición

Los africanos son más racionales y pragmáticos de lo que habitualmente se supone. Allí, la persistencia de ciertos mitos depende de la sacralización de ciertas tradiciones de interpretación, más que de una adhesión real a las exóticas fantasías con las que se alimenta a los turistas para darles lo que vinieron a buscar: un África llena de misterios y sortilegios.

Los africanos acuden a los curanderos y a los morabitos en una proporción que no tiene nada de extraordinario en comparación con lo que ocurre en Europa y Estados Unidos donde la videncia, la magia, la brujería y la parapsicología son regularmente solicitadas y puestas en escena, donde las sectas más diversas cometen los crímenes más increíbles, donde mientras se percibe un neto retroceso de lo religioso, lo “supersticioso” nunca ha estado tan bien.

A los grisgrís africanos los occidentales han añadido los talismanes, los amuletos, las medallas. Han perfeccionado la superstición (radiestesia, hipnosis, adivinación, espiritismo, etc.), el misticismo (¿satanismo?) de un cierto rock o del heavy metal, una alimentación “adaptada” (biofeedback), la importación de viejas recetas orientales (acupuntura) que supuestamente influyen sobre sus cuerpos y su karma. La civilización occidental es más prolija en mitos y supersticiones de lo que nunca será el África de los morabitos y demás brujos vudú.

Eric Essono Tsimi

Publicado en Slate Afrique, el 16 de noviembre de 2011.

Traducido por Juan Carlos Figueira Iglesias, para Fundación Sur.

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