Y nos cansamos de enriquecer a nuestros opresores, por Juan Tomás Ávila Laurel

16/07/2018 | Bitácora africana

Pues ocurrió que hemos venido a Malabo para estar, que es donde hemos estado siempre hasta que el destino infiel nos llevo a otro sitio, y también para unos asuntos que no por que salten a la vista, daremos aquí cuenta, a buen entendedor. Entonces ocurrió que entre el ir y venir para estar en su desdichada regla, pues hay que presentar todos los papeles en cada barrera militar, la prueba de que teníamos permiso para residir en España se perdió. Sí, todos tienen el derecho a tener un día malo, así que por más que intentemos no dar la oportunidad a los que acechan, perdimos el dichoso papel de vista, y ya sea culpa nuestra o ajena, aquí estamos, con pocas expectativas de retornar, y pese a habernos puesto en manos de los servicios consulares de España.

Hemos mirado los requisitos que debemos cumplimentar para acceder a un documento que nos facilite el retorno, y francamente no es que sea algo más duro de lo que piden por allá para ir a los países ricos. O sea, más ricos que Spain. Pero hay uno precisamente que no nos da la puta gana cumplimentar. Sí, ¿saben?, vas a este sitio que llaman cariñosamente Guantánamo, o Wantánamo, ves en un pasillo a un imberbe uniformado y le explicas tu caso y te dice con toda humildad que para que informes a la autoridad de su país de que has sido poco responsable y por eso no sabes dónde acabó el documento en cuestión, la broma te costará como cinco veces lo que costaría hacerlo, eso si de un «papel» guineanos se trata. Aquí no es la cuestión, pero la costumbre no te libra de soltar este dinero, aunque en todo el edificio no haya ninguna persona interesada por su suerte. De hecho, en cualquier país que no estuviera bajo esta presión de la corrupción, la pérdida de unos documentos sería una cuestión infinitamente menor, toda vez que quien los encuentre no tendrá ninguna necesidad de correr el riesgo de ser pillado con papeles ajenos. Pero en el pasillo que hay aquí hasta España no hay ningún problema.

Pero el asunto se vuelve peliagudo porque no se trata simplemente de que vas a engordar las cuentas de alguien que no quiere tu bienestar, incluso su vivir diario es trabajar para hacerte pasar las de Caín, sino que tiene que ver con un asunto en el que están metidos los habitantes del mismo pasillo antes mencionado. Se trata de que los guineanos llevan años pagando, para obtener el visado español, por un supuesto seguro que ni el guineano más ingenuo puede creer que le cubra alguna contingencia. ¿Cómo es posible que la embajada de España exija, como requisito ineludible, el pago de un seguro del que sabe que es un negocio de dos o tres personas para empobrecer más a los guineanos? No es la primera vez que hablamos de este asunto, ni somos los únicos guineanos que saben del mismo, pero allá el resto que sigue aguantando, y como para tantos un visado es un maná, sueltan la bolsa cuando se les notifica de un dictamen positivo. Concretamente no es nuestro caso, pero del regreso a España pende nuestra participación en un evento literario internacional de renombre, pero hemos dicho que ya no podemos más. Hay almas positivas y cándidas, gente profundamente optimista, que arrugará la cara y creerá que no es para tanto. Pero ya no nos quedan fuerzas, ni dinero en metal, para alimentar a nuestros opresores, así que hemos decidido esperar que entiendan que como siempre, estamos asistidos del sentido común. Queríamos decir que es la primera vez que ponemos algo nuestro en juego para azuzar a los que miran al otro lado. Y es que ya está bien. Si añadiéramos dos párrafos a este artículo, entraríamos de lleno en el tema principal de nuestra actualidad. No acabaríamos. Pero si ya no aguantamos es porque hay temas que no se pueden eludir. Ah, no sé si al final algunos, de tanta gente positiva y milagrosamente ingenua que hay, sabrán que estamos hablando de unos de los factores de la increíble situación guineana, la corrupción. O, sí quieren matizar, de cómo la corrupción al que contribuimos alegremente nos mantiene de rodillas. ¿Hemos dicho que ya está bien? ¡¡Pues ya está bien!!

Post Scriptum: En la embajada de España hay un señor con aspecto de serio que cuando te recibe en su mesa y le cuentas tus intereses te da un trozo de papel escrito para leer con lupa en el que va la dirección de internet dónde puedes hacer las gestiones necesarias. Siendo hoy la enésima vez que fuimos testigos de esta muestra de deferencia, tuvimos un pensamiento para los miles de africanos que vagan por el desierto, y hasta el mar, en su intento de alcanzar al menos un sitio para seguir arrodillados ante otros. Y es que en toda Guinea hay tanto internet como en el desierto, para que se comprenda. Francamente, es conmovedor.

Fuente: FronteraD

Autor

  • Ávila laurel , Juan Tomás

    Juan Tomás Ávila Laurel, escritor ecuatoguineano nacido en 1966 en Malabo, de origen anobonés, actualmente reside en Barcelona. Su obra se caracteriza por un compromiso crítico con la realidad social y política de su país y con las desigualdades económicas. Estas preocupaciones se traducen en una profunda conciencia histórica, sobre Guinea Ecuatorial en particular y sobre África en general. Tiene más de una docena de libros publicados y otros de inminente publicación, entre ellos las novelas y libros de relatos cortos La carga, El desmayo de Judas, Nadie tiene buena fama en este país y Cuentos crudos. Cuenta también con obras de tipo ensayístico, libros de poemas y obras de teatro.

    En Bitácora Africana incorporamos el Blog "Malabo" que el escritor realiza para la revista digital FronteraD. Desde CIDAF-UCM agradecemos a la dirección de FronteraD y a Juan Tomás Ávila Laurel la oportunidad de poder contar en nuestra Portal del Conocimiento sobre África con esta colaboración.

    @Avilalaurel

    FronteraD - @fronterad

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