¿Y ahora qué, si la ofensiva militar conjunta no acaba con el LRA?

3/02/2009 | Opinión

Las conversaciones de paz entre el LRA (Lord’s Resistance Army) y el gobierno ugandés han terminado oficialmente. Los actuales ataques y agresiones contra los rebeldes realizados por el gobierno de Uganda dan un nuevo paso para su destrucción.

Desde que el LRA declaró el cese de las hostilidades hace dos años, la población del norte de Uganda había disfrutado de paz y tranquilidad, una situación extraña para ellos, que no se daba desde 1986.

Pero la actual agresión contra los rebeldes es la principal preocupación para la población, ya que temen que los rebeldes vuelvan a la guerra y traten de vengarse. Si esto ocurre, el sufrimiento y las muertes de la gente del norte de Uganda continuarán o incluso empeorarán.

Para entender la dinámica de esta guerra debemos acercarnos a los antecedentes. Este conflicto que empezó en 1987, cuando los rebeldes del Santo Espíritu (liderados por Joseph Kony) se rebelaron militarmente contra el gobierno de Yoweri Museveni, un antiguo rebelde. Un año antes, Museveni había acabado con otro gobierno y se había convertido en jefe de Estado.

Esta guerra continúa desde entonces y miles de civiles han sido asesinados, violados y mutilados tanto por los rebeldes como por militares. Ambas partes han sido responsables de esas atrocidades y de usar niños soldado para aumentar sus filas. Museveni formó un cuerpo llamado «Kadogo», que proviene de la palabra swahili que significa joven o pequeño. El LRA ha sido acusado de raptar niños y usarlos para que luchen contra ellos.

Hasta la actualidad ha habido muchas tentativas de dialogo para conseguir la paz. Algunas nacen por iniciativa del gobierno y otras por los rebeldes. Pero la mayoría han sido iniciadas por los líderes comunitarios y religiosos. La más esperanzadora de las citas fracasó en Juba, Sudan. Digo esperanzadora porque llevó a dos años de paz en la región y obligó a los rebeldes a dejar las armas y la región. Incluso la comunidad internacional era positiva ante las perspectivas de este acuerdo.

Desafortunadamente, el gobierno de Uganda decidió elegir el campo de la guerra y de ese modo ha dejado pasar la ocasión de la paz.

Muchos pro-musevenistas y agitadores en busca de guerra dicen que el LRA rehusó firmar el Acuerdo Final de Paz y por eso el gobierno ha decidido luchar contra los rebeldes una vez más. Este grupo de personas hace trampa, porque no mencionan que el presidente Museveni, que es parte en este acuerdo final de paz, tampoco lo ha firmado. Lo que nos lleva a otro punto. ¿Vamos a empezar otra fase de la guerra porque alguien no firma un trozo de papel? El LRA ha respetado el alto el fuego desde 2006 y no han vuelto a atacar en Uganda. ¿Podría este proceso de paz haberse salvado sin que el gobierno de Uganda hubiese disparado una sola bala?

El acuerdo final de paz, como se presenta actualmente, no es aceptable para el LRA y los rebeldes han sido muy claros a este respecto. Una primera preocupación es la acusación ante la Corte Penal Internacional. La Corte quiere juzgar a los líderes del LRA por los supuestos crímenes de guerra que han cometido, como asesinatos, secuestro de niños y otros crímenes. El acuerdo de paz es bastante impreciso en este sentido y no aborda estas preocupaciones. El LRA está de acuerdo con enfrentarse a juicios por esos crímenes, si estos son abiertos y justos. Pero parece que el gobierno ugandés sólo quería engañar a los rebeldes para hacerles salir del bosque, arrestarlos y entregarlos a la Corte Penal Internacional. Aunque esta no es la postura oficial del gobierno de Uganda, todo apunta a que esta es su actitud. Pero es normal, ya que la Corte Penal no tiene policía o ejército y tiene que depender de los gobiernos como el de Uganda para hacer cumplir sus órdenes de busca y captura.

En segundo lugar, el LRA ha pedido que sus combatientes se reintegren en el Ejército Nacional Ugandés y sus oficiales de alto rango reciban cargos ministeriales o posiciones de alto nivel en el gobierno ugandés. El acuerdo de paz no contempla esto tampoco, y el gobierno de Museveni no quiero saber nada de ello. Con esa rigidez, las conversaciones de paz habían cavado su propia tumba y estaban destinadas a un fracaso abismal.

Para mucha gente, el LRA es solo una panda de criminales, a los que se debería dar caza y matar, hasta al último de ellos. Algo de verdad hay en eso. Pero para muchos ugandeses, los trucos o falta de interés para firmar el acuerdo de paz no es nada nuevo en la política ugandesa. En el año 86, Museveni firmó un acuerdo de paz con el general Tito Okello Lutwa, en Nairobi, Kenia, prometiendo unir esfuerzos para acabar con la guerra que él había empezado y reconstruir Uganda. Ingenuo, Lutwa se lo tomó en serio y creyó en todas las promesas. La siguiente cosa que vimos fue a Museveni marchando con sus tropas por el corazón de Kampala, derrocando el gobierno de Lutwa. El acuerdo de paz de Nairobi fue archivado y después tirado a la basura.

Igualmente, Museveni ha hecho acuerdos con muchos de sus oponentes políticos y militares, solo para incumplirlos al día siguiente. Algunos de sus oponentes han acabado en cárceles secretas, han sido encontrados muertos o desaparecidos. Los más afortunados están en el exilio. Con estos antecedentes y teniendo en cuenta que controla el ejército y los servicios de inteligencia, firmar un acuerdo y esperar que lo cumpla requiere altas dosis de escepticismo.

Los políticos ugandeses se han centrado siempre en torno a las armas, la violencia, la corrupción y anulación de la oposición. Esta cultura se ha instalado en el gobierno. La mayoría de los crímenes acaban sin castigo y la corrupción han estado en sus grados más altos desde que Museveni se convirtió en presidente hace dos décadas. El ejército ugandés ha matado miles de personas, especialmente en el norte del país. De hecho, la violación de los derechos humanos es tan escandalosa como la que cometen de los rebeldes que ellos persiguen. Con este historial del ejército, los ugandeses del norte se ven obligados a elegir cuál de los dos es peor, en lugar de cuál de los dos es mejor. Para ellos, tanto el LRA como el ejército ha matado, torturado y cometido atrocidades y si hubiese justicia, ambas partes deberían ser llevadas ante los tribunales.

Las esperanzas y deseos de los locales, especialmente en la subregión Acholi, eran que este corto periodo de paz fuese permanente. Ellos han perdonado a los rebeldes y les han ofrecido una reconciliación, con la esperanza de que acaben con la guerra. Hasta ahora, los rebeldes han cumplido su promesa y no han vuelto a atacarles. Pero el gobierno de Uganda, el ICC y otros intrusos han estado presionando para ir a la guerra o al juicio. Esta posición es contraria a los intereses de la gente del norte. Es necesario en estos momentos, escucharlos y permitirlos contribuir al final pacífico de la contienda.

Los africanos, y los ugandeses especialmente, deberían darse cuenta de que después de 22 años de guerra en la zona de los Grandes Lagos, la región está devastada. Cualquier líder que evite la paz y elija la guerra debe ser detenido valientemente y/o ser rechazado. Son tantas las guerras que ha habido y en las que ha participado el país, que afectan a la imagen que se tiene de Uganda fuera. Nuestro país es el pelele de sus vecinos de África del Este. Todos temen invertir en el país por el miedo de que la cultura de guerra que todavía existe en Uganda acabe con las inversiones. Los ciudadanos debemos tomar parte y rechazar la guerra y promover la paz y el desarrollo. Demandar un liderazgo transparente y democrático, que puede que no nos beneficie a nosotros, pero si a nuestros hijos y nietos.

La elección de Barak Obama podrá ser un revulsivo para los ugandeses, un signo de que la violencia no será la baza de la diplomacia americana. Existen rumores de que el gobierno ugandés quiere acabar con el LRA en las últimas semanas antes de que Obama jure su cargo porque él no aceptará nuevamente la opción de la guerra. Obama apoyará a aquellos que aporten a la paz, no a la guerra y deberá guardar estas palabras y presionar a los gobiernos militares y anti-democráticos por un dialogo pacífico. También debería condicionar la ayuda al desarrollo a la paz, la justicia, los derechos humanos y la democracia en la región.

Después de dos décadas de inestabilidad en el interior y exterior de Uganda, los ciudadanos debemos re-evaluar nuestro apoyo a Museveni en todas estas guerras. Debemos exponer lo que ha hecho o no ha hecho alentando o desalentando las guerras. Debemos cuestionarnos si Museveni es la solución o el problema en la región de los Grandes Lagos. Finalmente, ¿qué hacemos si las siguientes ofensivas no acaban con el LRA?

Peter Otika

Artículo publicado en el Sudán Tribune, el jueves, 18 de diciembre de 2008

El autor es un Acholi del norte de Uganda, actualmente viviendo en Estados Unidos. Se puede contactar con él en peterotika@hotmail.com

Traducido por Arantxa Freire, para Fundación Sur.

* El artículo está escrito a mediados de diciembre. Ahora, se ha descubierto cuál ha sido la reacción del LRA, tomarse la venganza por su mano y matar a cerca de mil congoleños, de los pueblos cercanos a sus escondites, para demostrar a la misión militar de los gobierno de Uganda, Congo R.D. y Sur de Sudán, que cualquier intento de aniquilarles, tendrá sus consecuencias. Lamentablemente han sido las que el pueblo más temía, la muerte de civiles inocentes en represalia.

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