Vivir después del Ébola

25/03/2015 | Opinión

A finales de diciembre de 2013 tres países de África Occidental, Guinea Conakry, Sierra Leona y Liberia, se vieron afectados por una enfermedad vírica que desde marzo se había instalado en Guinea, donde ya había causado 60 muertos y desde donde amenazaba con extenderse a Liberia y Sierra Leona.

Los gobiernos nacionales y la Organización mundial de la salud (OMS) tardaron en reaccionar y la enfermedad se propagó como la pólvora, ya que su contagio se reproduce ante todo entre las personas más próximas: familiares, cuidadores y los que participan en los ritos funerarios, tan importantes en África.

La enfermedad recibe el nombre de “ÉBOLA”, nombre de un pequeño río del norte de la República Democrática del Congo, porque se cree, por error, que allí aparecieron por primera vez brotes de fiebre hemorrágica en 1976. Pero, ese virus ya tenía nombre: “Marburg virus”, ya que el primer brote de ébola se produjo en un laboratorio de la ciudad de Marburgo en 1967.

Las consecuencias de la pandemia han sido terribles: comunidades diezmadas, colapso de los precarios sistemas sanitarios, creación de graves problemas sociales por el número de huérfanos que causa y el rechazo del que son víctimas los que superaran la enfermedad.

Regiones enteras han tenido problemas de suministro de alimentos a causa del derrumbe de la agricultura y del comercio. La situación se agravó por las necesarias medidas preventivas de restricción de movimientos de personas y mercancías. La epidemia ha frenado y desacelerado el crecimiento de la economía provocando el cierre de empresas y aumentando la presión sobre los presupuestos públicos. Esto afecta a los medios de subsistencia de millones de personas y limita la capacidad de proporcionar servicios básicos a la población.

En los tres países de África Occidental han muerto más de 10.000 personas

Según el informe del FPNU (Fondo de Población de Naciones Unidas) en 2015, se estima que en los tres países más afectados por el Ébola, Liberia, Sierra Leona y Guinea, de las 800.000 mujeres que darán a luz, unas 120.000 podrían fallecer por falta de acceso a la atención médica de emergencia, ya que los servicios de salud disponibles están destinados a dar respuesta al ébola y a sus consecuencias. Por ejemplo, en Sierra Leona sólo una quinta parte de los 10.000 pacientes con VIH que recibía tratamientos antirretrovirales antes de la propagación del ébola pudieron seguir recibiéndolos debido a la falta de recursos y personal de salud destinado a cuidados distintos del ébola.

La enfermedad está remitiendo, pero no se puede cantar victoria todavía

Cuando, a finales de marzo, se pensaba que Liberia podía declararse libre del virus, aparece un nuevo caso. La epidemia no habrá terminado hasta que puedan controlarse los casos que existen, desaparezcan los nuevos casos y los servicios de base puedan ser restablecidos. Esto es muy importante para la prevención. Países de la región, como Senegal y Nigeria, con mejores infraestructuras y medidas preventivas adecuadas pudieron evitar que la enfermedad se propagara, pero los tres países en los que el Ébola se propagó, tardarán mucho tiempo en salir de la crisis que la enfermedad ha dejado.

No obstante, el informe de la UNICEF de marzo señala un cambio positivo de la población, como muestra el sondeo realizado en Liberia: El 72% de personas piensa que los que presentan síntomas de la enfermedad podrán ser mejor curados en un centro de tratamiento. Esto es muy importante porque mucha gente tenía tendencia a guardar en casa a los enfermos, cosa que favoreció la rápida propagación de la enfermedad.

Los niños han sido las principales víctimas por el número de afectados y los huérfanos que ha dejado

Según el informe anteriormente citado, la epidemia ha tenido un impacto devastador sobre los 9 millones de niños que viven en las zonas afectadas en África Occidental. Ellos representan el 20% de los infectados. Muchos de los que sobrevivieron han quedado huérfanos y no pocos perdieron a todos los familiares más cercanos. Sólo en Liberia se calcula que hay cerca de 5.000 huérfanos. Para ellos se necesitarán no sólo estructuras de acogida y atención inmediata para superar el trauma de la experiencia vivida, será necesario ayudarles durante muchos años para que puedan preparar su futuro y reintegrarse en la sociedad.

En Liberia y Sierra Leona, las escuelas que durante más de seis meses han estado cerradas se van abriendo y los niños vuelven poco a poco. Pero, a pesar de las medidas de protección, muchos padres temen que la escuela no sea todavía un lugar seguro para sus hijos.

Para que los países que han sufrido el ébola salgan de la crisis que ha producido es esencial ayudar a la gente a volver a una existencia normal

Los que han perdido a familiares o el medio de ganarse la vida, los huérfanos, los supervivientes, necesitarán ayuda psicológica, sanitaria o material. Es necesario reconstruir y desarrollar los sistemas de salud, agricultura y educación para que no se reproduzcan comportamientos que favorecieron la rápida propagación del ébola. Para ello se necesitan medios y ayuda de la comunidad internacional. Los gobiernos no podrán responder a esas necesidades sin la ayuda y colaboración de los líderes comunitarios, los organismos de la ONU y las ONG. Según Kamil Kamaluddeen, director en Liberia del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), “la ayuda a los que han sobrevivido al ébola debe ser tan importante como los esfuerzos hechos para evitar su propagación”.

A pesar del ébola la vida continúa

En la Web del PNUD encontramos el testimonio de una mujer que ilustra bien, cómo a pesar del daño que ha hecho esta enfermedad la vida puede continuar. La liberiana Josephine Dolley ha sobrevivido a la terrible experiencia del ébola. Tenía un buen trabajo como contable y una familia numerosa de 30 miembros que compartían el mismo hogar. Una de sus tías volvió a casa después de asistir a los funerales de una amiga que había muerto de ébola. Pocos días más tarde la tía enfermó. Todos pensaron que tendría paludismo pero, en menos de una semana todos los miembros de la familia empezaron a presentar los mismos síntomas del ébola. Josephine nos cuenta “Llamamos al equipo de impacto rápido para que vinieran a buscarnos y nos llevaron a la clínica de la Isla. Todos murieron, uno tras otro, salvo yo”.

A pesar de su dolor por la muerte de su marido, de sus tres hijos adolescentes, de 25 miembros de su familia, de haber perdió su trabajo y de haberse sentido estigmatizada, Josephine tiene la fuerza de afrontar la situación. Está volcada en rehacer su vida y ayudar a personas que como ella han sobrevivido al ébola. En la Unidad de Tratamientos de Emergencia (UTE) por la que pasó, encontró a otras familias enfermas y a niños huérfanos que sobrevivieron. Ha adoptado a seis de ellos y los ha acogido en su casa una vez declarados curados. Está haciendo con ellos lo que habría hecho por sus propios hijos, protegerlos y ayudarles a preparar un futuro que pasa por la escuela. “Ya no puedo buscar escuela para mis hijos, la estoy buscando para los huérfanos”.

El testimonio de las personas que han sobrevivido al ébola nos revela que ellos han cogido las riendas de su vida, se han comprometido en la lucha contra la enfermedad y en paliar sus consecuencias y nos empuja a creer que la vida después del ébola es posible.

Paquita Reche, mnsa

Fuentes: Informes del PNUD, UNICEF, FICR (Federación internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja y varios artículos de Allafrica).

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