Viaje a Faradje, lugar de vida y muerte en el Noreste del Congo, por José Carlos Rodríguez Soto

27/06/2013 | Bitácora africana

Me encuentro esta semana en Faradje, una remota localidad del Noreste de la Provincia Oriental de la República Democrática del Congo que se hizo tristemente célebre el día de Navidad de 2008. Aprovechando el ambiente relajado de fiesta, y varias decenas de .guerrilleros del Ejército de Resistencia del Señor, el temido LRA de Joseph Kony, entraron en varios puntos de la población y fueron casa por casa matando a tiros o a machetazos a toda persona que encontraron en su camino. Al final de aquella jornada en Faradje murieron 180 personas y varios cientos más quedaron heridos. Fue sólo una parte de un ataque bien coordinado en el que, junto con otras localidades como Doroma, Niangara y Duru, cerca de 800 personas fueron cruelmente masacradas.

En Faradje hay hoy una base de la MONUSCO y varios soldados gubernamentales que ofrecen una garantía de seguridad. El ambiente es de una calma aparente. A sólo 20 kilómetros se encuentra el Parque de la Garamba, donde varios grupos del LRA siguen presentes y aparentemente se dedican a la caza furtiva de elefantes para después intercambiar el marfil por armas y municiones a soldados sudaneses.

Empecé mi viaje el pasado martes 18 de junio en Aru, una ciudad situada a pocos kilómetros con la frontera ugandesa en su parte Noroeste. Me sorprendió encontrarme con una carretera en bastante buen estado y más frecuentada de lo que pensaba. Mi acompañante, el coordinador de la comisión Justicia, Paz y Reconciliación de la diócesis anglicana de Aru, me explicó que la ruta la mantiene regularmente la compañía Kibali Gold, un consorcio minero multinacional dominado por sudafricanos que explota un enorme yacimiento de Oro cercano a la localidad de Durba. Hace dos años el Estado congoleño otorgó la concesión a Kibali Gold, que traslada directamente sus cargamentos de oro en avión desde una pista de aterrizaje que es visible desde la carretera principal hasta Sudáfrica, repostando casi siempre en Tanzania. Se calcula que esta compañía cuenta con 6.000 empleados extranjeros sobre el terreno, algo que despierta pocas simpatías entre la población local congoleña, a la que se ofrece pocos puestos de trabajo y mal pagados (de media, unos 150 dólares al mes, según me explica el conductor).

Antes de llegar al cruce con Durba nos habíamos parado en un control de la policía, donde aprovechamos para comprar unas mazorcas de maíz, algo de plátano frito y unos huevos duros, viandas que constituyeron nuestro menú de urgencia. En otros dos controles de soldados se nos acercan militares con aspecto de haber bebido demasiada cerveza y nos dejan pasar después de que el chófer les dé un billete de 500 francos, algo así como medio euro. El paisaje, bastante monótono durante los primeros 130 kilómetros, se torna mucho más atractivo después del cruce que conduce a la mina de oro, que dejamos a nuestra izquierda. A partir de allí los pueblos al lado de la carretera y los abundantes palmerales, junto con las colinas, dan al paisaje un aire más hermoso hasta llegar a una zona de bosque tropical en las inmediaciones de Tadu. La carretera se vuelve peor, con muchos más baches y zonas embarradas que obligan a reducir la velocidad. Hasta hace tres años era prácticamente impasable durante la temporada de las lluvias, pero desde entonces la MONUSCO se ha ocupado de mantenerla en un estado bastante aceptable.

Desde pocos kilómetros antes de Faradje los pueblos situados a ambos lados de la carretera son asentamientos de desplazados que han huido de los ataques del LRA. Las agencias humanitarias calculan que en esta zona de la región congoleña del Alto Huelé hay alrededor de 400.000 personas que han tenido que abandonar sus hogares. Después de Faradje, durante los 130 kilómetros que siguen hasta Dungu continúan los campos de desplazados, que se extienden por una zona muy vasta. El hecho de que todos estos miles de personas sigan sin poder volver a sus casas sigue siendo un recordatorio de que la paz y la seguridad en esta remota región aún están lejos, tan lejos como la paz en el corazón de los habitantes de esta localidad, que siguen traumatizados, sin saber si esta pesadilla terminará algún día y recordando la masacre de 2008 como un hecho que marcó sus vidas para siempre.

Original en : En Clave de África

Autor

  • Rodríguez Soto, José Carlos

    (Madrid, 1960). Ex-Sacerdote Misionero Comboniano. Es licenciado en Teología (Kampala, Uganda) y en Periodismo (Universidad Complutense).

    Ha trabajado en Uganda de 1984 a 1987 y desde 1991, todos estos 17 años, los ha pasado en Acholiland (norte de Uganda), siempre en tiempo de guerra. Ha participado activamente en conversaciones de mediación con las guerrillas del norte de Uganda y en comisiones de Justicia y Paz. Actualmente trabaja para caritas

    Entre sus cargos periodísticos columnista de la publicación semanal Ugandan Observer , director de la revista Leadership, trabajó en la ONGD Red Deporte y Cooperación

    Actualmente escribe en el blog "En clave de África" y trabaja para Nciones Unidas en la República Centroafricana

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