Upendo Honey

16/07/2020 | Opinión

Según una publicación de 2016 del Servicio de Investigación del Departamento norteamericano de agricultura, un tercio de nuestros alimentos dependen directa o indirectamente de la polinización que llevan a cabo las abejas. Y sin embargo por una serie de causas, sobre todo los pesticidas, diez millones de colmenas habían desaparecido desde 2006. No he encontrado cifras, pero un fenómeno semejante parece que esté ocurriendo en Europa, pero no en África. ¿Por el menor uso en África de insecticidas? ¿Por las inmensas sabanas todavía sin cultivar? ¿Porque las abejas africanas son más resistentes? Al parecer la “apis mellifera scutellata” y la “mellifera adamsonii” de África Oriental, la región africana que más miel produce, son más fuertes y agresivas que sus congéneres europeas apis mellifera ligústica, causcasia o iberiensis. Es uno de los motivos del creciente interés por la apicultura africana. El otro, el papel económico que la apicultura puede jugar en África. “Making money from honey”” (“Haciendo dinero con la miel”) se titulaba ya en 1991 el artículo aparecido en Food Chain, una revista de Intermediate Technology, subvencionada por el Departamento británico para el Desarrollo Internacional. En 2016 los tres mayores productores africanos de miel, Etiopía, Tanzania y Kenia, produjeron respectivamente 50.000, 34.000 y 23.000 toneladas. La miel africana representó aquel año el 13 % de la producción mundial.

No era así cuando aterricé en Tabora en 1971. En un estudio de 2015 para BRITEN (organización no gubernamental creada en 2011 para ayudar a la transformación acelerada de la agricultura en Tanzania) sobre los comienzos de la apicultura moderna en Tanzania, leo con emoción: “En los años 1960, [en la zona central del país] había sólo una asociación de apicultores, y tenía representación a nivel nacional. La apoyaba la Misión Católica, y su primer gerente era un sacerdote”. Y en “Making money from honey” aparece lo siguiente: “La única organización que ayuda a los productores es la Tabora Beekeepers Cooperative Society. Se formó en 1962 con menos de 100 miembros, cada uno de los cuales tenía 100 colmenas y había adquirido en la cooperativa una participación de Tsh100 (unas 5 libras). Desde entonces la Cooperativa ha crecido y tiene [en 1991] 36 filiales locales con más de 6.000 miembros”.

abejas_cc0.pngLa “misión católica” a la que se refería el estudio aparecido en BRITEN era la diócesis de Tabora, y el sacerdote un compañero estadounidense, Charles Tardiff, “Chuck”, con quien, en los años 1970, conviví en Kipalapala, a las afueras de Tabora. Kipalapala albergaba entonces un centro para el aprendizaje del suajili, una imprenta al servicio de la Iglesia Católica de Tanzania, la casa provincial de las hermanas blancas, un seminario mayor regional, en el que yo enseñaba, y la sede de la Tabora Beekeepers Cooperative Society. Geográficamente Tabora se encuentra dentro de los 400.000km2 tanzanos de “miombo” (palabra bantú que designa los árboles género Brachystegia), como se llama a la abundante sabana boscosa situada en una franja que va desde Angola hasta Mozambique. Y se calcula que en el miombo tanzano se encuentran unos dos millones de colonias de abejas. Sus primeros años en Tanzania (1947-1953), Chuck los pasó en la diócesis de Mwanza, en las orillas de lago Victoria, y era evidente que la pastoral tradicional no era el punto fuerte del joven misionero (nacido en 1919). Cuando volvió de nuevo a Tanzania en 1960, Marco Mihayo, nombrado ese mismo año primer obispo africano de Tabora, lo recibió en su diócesis y dejó que Chuck utilizara su talento para promover el bienestar económico de las gentes. Leo en una entrevista de Chuck aparecida en 1976 en el periódico de su ciudad natal Mansfield: “En 1968 cada uno de los 1.200 miembros de la cooperativa apenas conseguía cinco galones de miel. Pero en 1975, los 3.150 miembros obtuvieron más de 24.000 contenedores (5 galones por contenedor), y recogieron 249m3 de cera”. El método de Chuck era sencillo: enviaba a la sabana los camiones, y pagaba inmediatamente y en efectivo. Comenzó también a exportar, pero era tal la burocracia en la época del Ujamaa (Socialismo “a la africana”), que prefirió concentrarse en la demanda interna. Escaseaba el azúcar, y buena parte de la miel producida terminaba utilizándose en la fabricación del pombe, la cerveza local tradicional. La Tanzania del Ujamaa estaba nacionalizando los medios de producción, medida desastrosa a la que tuvo que renunciar eventualmente. Y al parecer fue el mismo presidente Nyerere quien intervino para que dejaran en paz al padre Tardiff y a la Tabora Beekeepers Cooperative.

La miel tanzana en particular, y la africana en general, han recorrido mucho camino desde entonces. El mismo Nyerere liberalizó el comercio un año antes de retirarse voluntariamente en 1984. Y en Tanzania, como en otros países, se han ido creando estructuras gubernamentales para favorecer la formación de los apicultores y mejorar la producción. Aún puede verse en Tanzania alguna colmena tradicional, un tronco vaciado por dentro colgando de un árbol. También en Etiopía perduran todavía colmenas hechas con barro y arcilla. Pero se expande el uso de colmenas modernas como la Langstoth y la Kenyan Hive, colmena ésta horizontal, más barata y de fácil construcción, con las que se puede recoger unos 33 kg. anuales de miel (llegando a veces hasta los 80 kg.) en lugar de los 7 kg. con las colmenas tradicionales. Aunque en varios países africanos la producción local de miel no basta para satisfacer la demanda interna, África está ya exportando miel a Europa. La “African Apiculture Platform” iniciada en 2014 por la Unión Africana, así como la Comisión Europea, se ha comprometido a ayudar para que la calidad de la miel exportada por África cumpla con las exigentes normas europeas, algo que ya han conseguido Camerún, Etiopía, Ghana, Madagascar, Tanzania, Uganda y Zambia.

Navegando por Internet he visitado la página de “Upendo honey” que ofrece desde Kigoma “The highest quality organic honey from the pristine forests of Tanzania” (La mejor calidad de miel orgánica desde los prístinos bosques de Tanzania). Y también la página del “Chuo cha mafunzo ya ufugaji nyuki Tabora” (Instituto de formación para la cría de abejas, Tabora) o “BIT” (Beekeeping Institute Tabora), con cursos de formación de gran calidad. Y he pensado con cierta emoción en “Chuck”, Charles Tardiff, que murió el 8 de septiembre del año 2000. ¡Menos mal que el trabajo “pastoral” no era su punto fuerte!

Ramón Echeverría

[Fundación Sur]


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Autor

  • Echeverría Mancho, José Ramón

    Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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