Una nueva negociación para los agricultores pobres

31/07/2008 | Opinión

Muchos países pobres importadores de comida están desesperados por la subida de los precios del arroz, el trigo y el maíz, que se han doblado en los últimos meses.

Cientos de miles de personas pobres, que gastan la mayoría de su presupuesto diario en comida, están viéndose abocados al abismo.
Los motines a causa de la comida aumentan.
Mientras, los países se dan cuenta de que pueden cultivar mas comida ya que ahora sus agricultores producen mucho menos de lo que es tecnológicamente posible. En algunos casos, con medidas gubernamentales, podrían doblar o triplicar la producción agrícola en unos pocos años.

Todo el mundo conoce esta situación. Los campesinos invierten poco y consiguen cosechas pobres: utilizan sus propias semillas de la cosecha anterior, carecen de fertilizantes, dependen de la lluvia en vez de irrigación y no tienen más tecnología que una azada tradicional. Sus granjas son pequeñas; de una hectárea o menos. Bajo estas condiciones, los campos de grano producen como mucho una tonelada por hectárea.

Para una familia de cinco o seis personas, que viven en una hectárea, esto supone extrema pobreza; y para su país, dependencia de las caras importaciones de comida, incluida la ayuda alimentaria.
La solución es incrementar los cultivos de grano al menos en dos, tres o más toneladas. Si se puede utilizar el agua a través de irrigación, podrían combinarse cosechas múltiples para producir cosechas en la temporada seca. Cosechas más grandes y frecuentes significarían menos pobreza para las familias y precios de alimentos más bajos en las ciudades.

La clave para incrementar las cosechas es asegurarse de que los agricultores pobres tienen acceso a variedades mejoradas de semillas (usualmente semillas “híbridas” creadas por selección de otras variedades), fertilizantes químicos, sustancias orgánicas para dotar de nutrientes el suelo y, donde sean posible, métodos de irrigación en pequeña escala, como puede ser una bomba para llevar agua de un pozo cercano.

No hay nada mágico en la combinación de semillas de alto rendimiento, fertilizantes e irrigación. Es la clave para el incremento de la comida en todo el mundo desde los años 60.

El problema es que estas herramientas han pasado de largo en el camino de los agricultores y países pobres.

Cuando los campesinos no tienen acceso al sistema formal de los bancos, no pueden comprar semillas, fertilizantes y sistemas de irrigación. Por eso, cultivan de manera tradicional, normalmente ganando poco o nada con sus cosechas, lo que no les llega para mantener con vida a sus familias.

La historia nos muestra que la acción gubernamental es necesaria para ayudar a los agricultores más pobres a escapar de la trampa de cosechas de bajo rendimiento. Si se les ayuda con la obtención de tecnologías, los ingresos aumentan y podrán acceder a los sistemas bancarios. Con un poco de ayuda temporal (por ejemplo, una ayuda de 5 años) los agricultores pueden construir suficiente riqueza para obtener beneficios comerciales a través de sus ahorros o de créditos bancarios.

Además, los bancos agrarios operados por los gobiernos no sólo financian inversiones, sino también capacitación agrícola y tecnologías. Por supuesto, ha habido abusos, como la concentración de créditos públicos en granjeros ricos o subsidios a granjeros que ya podían acceder al crédito formal de los bancos. Incluso, en algunos casos, estos bancos públicos han quebrado.

Aún así, las inversiones financieras jugaron un importante rol en conseguir que los campesinos pobres hayan escapado de la pobreza y de la dependencia de la ayuda alimentaria.

Durante la crisis de la deuda, en los años 80 y 90, el FMI y el Banco Mundial forzaron a docenas de países importadores de comida a desmantelar sus sistemas estatales. Se les dijo a los granjeros más pobres que se las arreglasen solos, ya que el “mercado” les proveería de inversiones. Esto fue un grave error: el “mercado” no les ayudó. Los granjeros perdieron el acceso a fertilizantes y a semillas mejoradas. No obtuvieron más financiación de los bancos. El Banco Mundial reconoció este error en una mordaz evaluación interna de sus políticas agrícolas hecha el pasado año.

Ha llegado la hora de restablecer los sistemas de finanzas públicas que permiten a los agricultores más pobres (aquellos que tienen dos o menos hectáreas) ganar accesos a las semillas, fertilizantes e irrigación.
Malaui ha seguido este rumbo en las últimas tres temporadas y ha doblado su producción de alimentos. Otros países de rentas bajas deberían seguir su ejemplo.

El Banco Mundial, bajo la presidencia de Robert Zoellick, ha dado un paso adelante para financiar este nuevo enfoque. Si el Banco Mundial da subvenciones para que los países pobres ayuden a sus campesinos a conseguir inversiones, será posible que estos países incrementen su producción de alimentos en un corto periodo de tiempo. Los gobiernos donantes deberían ayudar a financiar estos esfuerzos.

El mundo debería fijarse la meta de doblar la producción de grano en países de bajo ingreso en África durante los próximos cinco años. Se puede conseguir si el Banco Mundial, los donantes y los países pobres dirigen su atención a las urgentes necesidades de los agricultores más pobres.

Jeffrey D. Sachs

Jeffrey Sachs es Profesor de Económicas y Director del Instituto de la Tierra, de la Universidad de Columbia.

Artículo extraído de ‘The Namibian’, el 6 de junio de 2008.

Traducido por Arantxa Freire, para el Departamento África de la Fundación Sur.

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