UNA ECONOMÍA DE COMUNIÓN, ¿SERÁ UTOPÍA?

18/01/2016 | Editorial

Cuando constatamos que el 1% de la humanidad dispone del 50% de los recursos, cuando vemos que el número de personas que sufre pobreza extrema sigue aumentando en África y en el mundo, (en África Oriental alcanza ya el 32%) y cuando observamos que la desigualdad social es cada dia más escandalosa en todos los países, incluida España, podemos dudar sobre si hablar y promover una Economía de Comunión no será mera utopía.

Cuando nos acercamos con empatía al drama de los inmigrantes, nos damos cuenta de que nuestra actual política internacional y economía son inhumanas y de que necesitan profunda regeneración.

En 2015, un millón de inmigrantes y refugiados llegaron por mar a Europa. Una cuarta parte de ellos eran menores.

Según la ONU, hay en el mundo 244 millones de inmigrantes. Esto supone un incremento del 41% desde 2000.

Los inmigrantes son hoy parte integral de nuestras sociedades y de nuestra economía. Cuando esta integración está bien gestionada, supone un claro beneficio para los países de origen y de destino, así como para sus familias.

Lo que es cierto y seguro, es que: con el actual sistema capitalista neoliberal injusto (sus bancos, multinacionales y control de mercados) y con el presente sistema político, (manipulado por el capital, el poder y la corrupción), continuarán las injusticias sociales, las crisis, el empobrecimiento de la mayoría, la violencia, las migraciones forzadas y el control de los recursos por unas minorías, en cada país.

La esperanza radica en que existen alternativas, como: la economía del Bien Común y la economía de Comunión, que ya van ganando terreno.

La economía del Bien Común es la economía que propone el Papa Francisco en: “La alegría del Evangelio” y “El cuidado de la Casa Común”, centrado en la dignidad del ser humano, sus derechos y responsabilidades personales y sociales para cuidar de los demás y del planeta.

Existen muchas iniciativas que promueven esta economía del bien común, como: bancos éticos, comercio justo, productos ecológicos, etc. que siguen creciendo.

La economía de Comunión es una iniciativa que quiere erradicar la miseria, la exclusión y la injusticia social y a edificar un sistema económico en el que la persona esté en el centro como paso necesario para la construcción de un mundo unido. Aquí los bienes son también para todos.

Los recursos disponibles son inmensos, así como la tecnología y las comunicaciones que facilitan el intercambio. A pesar de la crisis, nunca en la historia ha habido tanta riqueza como ahora. Existen recursos suficientes para satisfacer todas las necesidades básicas de toda la humanidad, pero la avaricia de unos pocos no lo permite.

Al mismo tiempo, la sobreexplotación de los recursos del planeta y la injusticia no tiene precedentes. Esta economía de la exclusión y de la inequidad no es sostenible. Es una economía que mata, como dice el papa Francisco.

Pero, ¿por qué no ponemos tanto talento y tantos recursos para generar bienes para el bien común, en lugar de maximizar el beneficio de unos pocos?

Esto es lo que se preguntaron lideres íntegros, como Martin L. King, Ghandi, J. Nyerere, N. Mandela, Chiara Lubich y el mismo papa Francisco.

Ante el escándalo de grandes rascacielos y enormes favelas en Sao Paulo y en otras ciudades, Chiara Lubich sintió la urgencia de dar una respuesta concreta. Propuso crear empresas gestionadas por personas competentes y aplicando criterios de fraternidad, capaces de crear riqueza a partir del trabajo y de compartir los beneficios que obtuvieran haciendo tres partes: una parte para atender directamente situaciones de pobreza, otra para formar sobre todo a los jóvenes e investigar los fundamentos de una nueva teoría económica y la tercera para consolidar la empresa y seguir creando puestos de trabajo.

¿Utopía? No para las casi mil empresas y organizaciones que hoy forman parte del proyecto Economía de Comunión en todo el mundo (23 de ellas en España), ni para las decenas de profesores universitarios que investigan sus bases teóricas y han dado lugar a varios centenares de tesis y trabajos académicos. Tampoco par los miles de simples consumidores que quieren ser ciudadanos activos en la construcción de una economía fraterna ni para los verdaderos protagonistas del proyecto: aquellos a los que de forma muy simplista llamamos “pobres”.

La Economía del Comunión nace de una mirada distinta sobre la pobreza, que viene de un carisma: el carisma de la comunión. Lo primero que se ve no es la pobreza, sino la riqueza, que el otro puede compartir en una relación de complementariedad, y no de dependencia.

En un reciente encuentro en Kenia, con más de 400 personas de los cinco continentes, lo que era patente es la riqueza y la vitalidad de los pueblos y culturas africanas. Los bienes solo son verdades bienes cuando se comparten. Esta paradoja de la comunión tiene una clave que es la gratuidad y la reciprocidad.

Esta es la paradoja de la Economía de Comunión donde todos: los trabajadores, los proveedores, los clientes, la comunidad local e incluso los competidores comparten sus riquezas.

El sistema actual basado en la explotación y el despilfarro no es sostenible. Harían falta varios planetas para mantener el actual nivel de consumo de los países occidentales.

¿Por qué no pensamos en “lo nuestro” antes que en lo mío y lo tuyo? ¿Qué pasaría si hiciéramos de la Comunión una palabra de la economía del futuro?

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