Una declaración de independencia, por Alberto Eisman

22/10/2010 | Bitácora africana

Como sabrán las personas que siguen los acontecimientos del continente africano, el Sur de Sudán celebrará el próximo mes de Enero un referendum de autodeterminación para decidir si continúan unidos o la región se convierte en un estado independiente.
En este contexto, me parece hoy pertinente compartir con ustedes hoy este texto escrito por un joven sudanés (obviamente del Sur) en el cual, aparte de un curso acelerado de historia de Sudán, comparte con nosotros los sentimientos que comparten muchas personas del Sur Sudán y las razones que les lleva a optar por la independencia. Como la inmensa mayoría de los analistas políticos, no tiene en absoluto dudas algunas de que el resultado será un abrumador “sí” por la independencia. La traducción es mía.

Una declaración de Independencia

(Nyuol Tong, Universidad de Duke)

“Que el mundo sepa que ha nacido en África una República de libertad e igualdad”

No es una cuestión del “si” y del “como”: ya está aquí. ¡El referendum ya está aquí! La hora de liberación ha llegado, la campana de la libertad ha sonado. Es un camino sin retorno, estamos ahora más allá de la unidad. ¡Nuestro país ha nacido!

La gente del Norte – que nunca ha experimentado el temblor de la tierra bombardeada, el cielo lloviendo con balas o el Nilo anegado con la sangre de los muertos y con las lágrimas de los huérfanos y los abandonados, las viudas y los traumatizados – resiente el nacimiento de nuestra nación. “¿Por qué”, preguntan, “Reconciliémonos, vivamos juntos de manera pacífica, preservemos la unidad,” dicen ellos.

Aunque la gente del Norte saben muy bien porqué la unidad – nuestro objetivo común de antaño – se ha convertido en improbable e incluso insignificante para la gente del Sur, se lo tendremos que recordar. Les recordaremos que las guerras [santas] “ordenadas desde el cielo” – como eran las nuestras contra nuestra gente – no importa lo injustas que sean, son justificadas y por tanto no dejan sombras, ecos o huellas en la memoria ni manchas en la conciencia de sus perpetradores… esto posiblemente lo habrán olvidado.

Por tanto, sin esperanza alguna de que lo sientan, se arrepientan, repiensen o incluso duden la justificación de su yihad contra nuestra gente, recordémosles todo esto. Recordémosles que los nuestros son corazones pacíficos y espíritus reconciliadores y que nuestra separación no es contra nadie, sino que es para alcanzar la libertad y la igualdad. Digámosles – a ellos y al mundo, que tiene todo el derecho de conocerlo – el porqué nuestra lucha se ha transformado de una lucha para alcanzar una ciudadanía de primera clase a una lucha por una nueva nación.

Hace más de 50 años, con sangre y fuego, la gallarda gente del Sudán obtuvo la independencia del condominio anglo-egipcio. Esa victoria puntual tenía que haber sido el comienzo de un nuevo capítulo en la historia de nuestra nación. Tenía que acabar con la opresión política, la marginalización social y la explotación económica. ¡Un capítulo de libertad, dignidad e igualdad estaba para comenzar!

Pero un año antes, se escucharon los primeros disparos de la guerra civil. El Sur había sentido que, aunque los colonialistas nos dejaban, la colonización iba a continuar para los ciudadanos del Sur. El Norte, en vez de promover fraternidad e igualdad, comenzó a hacer ostentación de una superioridad racial y espiritual. Rechazó el sistema secular que el Sur creía que iba a ser inclusivo, reflectivo y representativo para todo el país, un sistema que valoraba y respetaba la belleza cultural y la diversidad religiosa de todos los habitantes de Sudán, un sistema que animaba a nuestra gente a abrazar nuestras diferencias y superar nuestros prejuicios.

En vez de esto, el Norte impuso la shari’a [ley islámica] en todo el país. Este sistema teocrático sólo reflejaba y promovía los valores del Norte y la agenda del islamismo y el arabismo. En ese momento… el cristiano, el animista, el sureño se encontraron con una invasión cultural, política, económica y espiritual. La primera guerra civil continuó durante más de una década, con cientos de miles de muertos y dejando el Sur hecho trizas.

Entonces, ocurrió un cambio de conciencia. Se firmó la paz en Addis Ababa. El Sudán experimentó paz.

Pero una década después, el Sur se dio cuenta que esta paz no era más que tinta sobre un papel. No tenía significado alguno. Se seguía tratando al ciudadano del Sur como a un ser inferior. Se le negaba cualquier oportunidad económica o educacional. El ciudadano del Sur seguía marginalizado en las esferas políticas y sociales.
Entonces, en el nombre de la ciudadanía de primera clase, de la igualdad, la unidad y un país mejor, comenzó la segunda guerra civil. Más de dos millones de sudaneses murieron, el Sur todavía esperaba en la paz y la fraternidad. Más de cinco millones de sudaneses fueron desplazados, pero el Sur seguía cantando el cambio para un “nuevo Sudán”.

Más de dos décadas después, volvió a haber un cambio de conciencia. Se firmó un acuerdo integral de paz en Naivasha. Se le concedía al Sur el derecho de autodeterminación a través de referendum. Comenzó un periodo de paz relativa, un periodo de ejecución de la paz que determinaría el resultado final del referendum.

Ahora, este periodo de ejecución y experimentación para alcanzar verdadera unidad y fraternidad se acerca a su fin. Y ha convencido ya al ciudadano del Sur de que en la separación se encuentra su futuro. El ciudadano del Sur ha visto y aprendido que el Norte y el Sur sólo eran iguales en el valle de la muerte. En los pasados cinco años, la política del Norte ha sido la obstrucción de la ejecución del acuerdo de paz. La unidad se convirtió en algo horrible cuando el Norte llevó a cabo otro genocidio contra otra región del Sudán: en Darfur.

Pero nuestra separación se inspira en otros agravios: no nos separamos por estar frustrados o haber perdido la esperanza. Tampoco procuramos nuestra propia nación debido a revanchismo o a una incapacidad de perdonar.

Nosotros, la gente del Sur Sudán, declaramos nuestra separación del Sudán para preservar la vida humana, la libertad y la dignidad – ahora y para la posteridad – y, por tanto, establecemos la República del Sur Sudán cuyos fundamentos perpetuamente protegidos y promovidos serán son los derechos inalienables de los ciudadanos.

Que todo el mundo sepa que una república de libertad e igualdad acaba de nacer en el continente africano. Que se conozca que esta república defiende la libertad y lucha contra la tiranía – doméstica o foránea – ¡Que se sepa que nuestra nación acaba de nacer!

original en:

http://blogs.periodistadigital.com/enclavedeafrica.php

Autor

  • Eisman, Alberto

    Alberto Eisman Torres. Jaén, 1966. Licenciado en Teología (Innsbruck, Austria) y máster universitario en Políticas de Desarrollo (Universidad del País Vasco). Lleva en África desde 1996. Primero estudió árabe clásico en El Cairo y luego árabe dialectal sudanés en Jartúm, capital de Sudán. Trabajó en diferentes regiones del Sudán como Misionero Comboniano hasta el 2002.

    Del 2003 al 2008 ha sido Director de País de Intermón Oxfam para Sudán, donde se ha encargado de la coordinación de proyectos y de la gestión de las oficinas de Intermón Oxfam en Nairobi y Wau (Sur de Sudán). Es un amante de los medios de comunicación social, durante cinco años ha sido colaborador semanal de Radio Exterior de España en su programa "África Hoy" y escribe también artículos de opinión y análisis en revistas españolas (Mundo Negro, Vida Nueva) y de África Oriental. Actualmente es director de Radio-Wa, una radio comunitaria auspiciada por la Iglesia Católica y ubicada en Lira (Norte de Uganda).

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