Un punto de inflexión para los lazos África-China

19/06/2020 | Opinión

Abril podría haber sido un verdadero punto de inflexión para los lazos África-China, pero no fue así. En lugar de utilizar el maltrato de africanos en China como una oportunidad para adoptar una postura más asertiva, los líderes africanos lo dejaron pasar.

El mes pasado, las redes sociales se llenaron de imágenes de autoridades en China que maltrataban a residentes africanos. En la ciudad de Guangzhou, inmigrantes africanos fueron desalojados de sus apartamentos y se les negó el acceso a restaurantes. Un McDonald’s colocó un aviso que decía «negros no pueden entrar».

La reacción en África fue de gran indignación. #ChinaMustExplain marcó tendencia cuando algunos llamaron a sus gobiernos a cerrar embajadas chinas, deportar a ciudadanos chinos y retirar a sus embajadores de Beijing.

Los gobiernos africanos se apresuraron a responder. Algunos ministros hicieron declaraciones en Twitter, mantuvieron reuniones e insistieron en que no tolerarían tal comportamiento. Los analistas escribieron sobre una «ruptura sin precedentes» en las relaciones entre África y China.

Sin embargo, con la misma rapidez como había comenzado, así se apagó el furor. El 12 de abril, el Ministerio de Relaciones Exteriores de China hizo un anuncio en el que no se disculpó explícitamente, pero insistió en que tenía «tolerancia cero para la discriminación» y que «estaba trabajando rápidamente para mejorar su método de trabajo». Poco después, dirigentes de toda África sugerían que consideraban resuelto el asunto.

El ministro de Relaciones Exteriores de Nigeria, por ejemplo, elogió al gobierno chino por su respuesta a lo que describió como incidentes «desafortunados». Moussa Faki, presidente de la Comisión de la Unión Africana, explicó que el ministro de Relaciones Exteriores de China «me tranquilizó sobre medidas en curso en Guangzhou para mejorar la situación de los africanos».

Momentos de crisis

Al tratar el episodio como una anomalía causada por funcionarios locales, líderes de Beijing y de capitales africanas pudieron restablecer rápidamente sus relaciones de alto nivel. Las relaciones entre China y África están impulsadas por estas conexiones a través de las cuales los ministros en el continente ofrecen recursos a sus contrapartes chinas para la desesperadamente necesaria mega estructura. Otras características de partenariado, como los intercambios de persona a persona, la búsqueda de votos en las Naciones Unidas y el acceso a nuevos mercados, fluyen de esa negociación a nivel de élite central.

La agencia de líderes Africanos en esta dinámica es compleja y de múltiples capas. Algunos aprovechan activamente de la presencia de China para sus propias agendas. Sin embargo, en general, los países africanos tienen una posición mucho más débil de negociación. Expertos y activistas en el continente vienen pidiendo desde hace tiempo a sus gobiernos que adopten una postura más colectiva y asertiva hacia su muy poderoso socio.

El «Guangzhou moment», que se produjo en medio de la pandemia mundial, ofreció una buena oportunidad de hacerlo realidad. Mientras que el papel de los líderes suele ser gestionar los procesos cotidianos, las crisis interrumpen los patrones ordinarios y proporcionan ocasiones para un liderazgo activo para transformar sociedades y relaciones. La definitoria crisis de época provocada por la COVID-19 está creando un gran número de esos momentos para un potencialmente significativo cambio.

china_mapa_cc0.jpgUna oportunidad perdida

La repentina indignación en todo el continente por la discriminación contra africanos en China fue una de esas oportunidades. Después de todo, a pesar de todo su rechazo a las críticas, el gobierno chino es muy consciente de la importancia de la imagen. Reconoce que una parte importante de su atractivo en África se basa en ser visto como una Gran Potencia más amistosa que los imperialistas de ayer. Es por eso que pone tanto énfasis en los escenarios de «cooperación sur-sur» y «ganar-ganar».

Con un liderazgo activo y la acción colectiva, los gobiernos africanos podrían haber denunciado la hipocresía de Beijing y exigido un cambio en sus relaciones. Los jefes de Estado podrían haber hablado públicamente, de una manera respetuosa no antagónica, a fin de señalar a sus propios ciudadanos y a Beijing que el incidente fue una prioridad de capital importancia. Las embajadas y los ministerios africanos podrían haber establecido nuevas estructuras de comunicación a través de las cuales sus ciudadanos en China podrían dar a conocer sus quejas. Esto habría indicado también que los gobiernos africanos toman en serio cómo se trata a sus ciudadanos en el extranjero. Con acciones como estas, los líderes africanos podrían haber comenzado a utilizar las percepciones locales sobre China como una herramienta más efectiva en sus relaciones con Beijing.

En cambio, se perdió la oportunidad y se restablecieron las relaciones, al menos para las élites. Si bien los líderes políticos pueden haber sido perdonados y olvidados, no es lo mismo para muchos otros en África. Tras la inacción de sus gobiernos, las frustraciones de algunas personas se convirtieron en animosidad y violencia.

Los llamamientos a la acción diplomática se convirtieron en una ira más virulenta contra los ciudadanos chinos y demandas como #DeportRacistChinese. Unos días después de que el ministro de Relaciones Exteriores de Nigeria sugiriera que el asunto estaba resuelto, manifestantes en el estado de Ogun incendiaron tiendas y fábricas de propiedad china gritando «ya basta, estamos cansados del desprecio».

Coordenada no sometida

Las relaciones con China son cruciales para las economías de muchos países africanos. Quizás se volverán aún más cruciales después de la pandemia de la covid-19 y la recesión. Esto puede haber condicionado las respuestas de unos gobiernos temerosos de enfadar a China durante las conversaciones en curso sobre remisión de la deuda.

Con un liderazgo más activo y con mayor visión de futuro los gobiernos africanos podían haber aprovechado la oportunidad ofrecida por sus ciudadanos, a través del continente y más allá del continente, unidos en el despecho ante las escenas de Guangzhou. Podían haberse dado cuenta que ahora no era el momento de someterse, sino de coordinar como un bloque más unido. Un momento para reubicar el continente con el apoyo de sus poblaciones.

En cambio, los líderes priorizaron sus relaciones de nivel de élite con sus contrapartes chinas. Esto no fue solo una oportunidad perdida, sino que ha profundizado las divisiones entre ellos y sus propios ciudadanos, quienes habrán notado cómo su violenta ira forzaba una respuesta de sus líderes, pero nada más.

Barney Walsh

Fuente: African Arguments

[Fundación Sur]


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Autor

  • Barney Walsh

    Profesor de Seguridad, Liderazgo y educación para el desarrollo en el African Leadership Center, King's College London @ALC_KCL. Sus intereses de investigación incluyen la economía política de Uganda, las relaciones entre China y África, la integración de África Oriental y la seguridad en la región de los Grandes Lagos. Barney es mentor en los programas de becas ALC y editor gerente de la Revista de Liderazgo y Sociedades en Desarrollo de ALC.

    barney.walsh@kcl.ac.uk

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