Túnez: El poeta y político ¿Quién era Chokri Belaid?

21/02/2013 | Opinión

El asesinato del líder político más respetado de la oposición tunecina, Chokri Belaid, ha lanzado a Túnez a la agitación y podría marcar un punto decisivo en la política tunecina.

Desde que el día 6 de febrero por la mañana fuera asesinado el líder de la oposición, Chokri Belaid, Túnez se ha visto arrojado a una total agitación. Rara vez se produce violencia política en Túnez, así que el asesinato de un nombre muy conocido en el país y la forma espectacular de llevarse a cabo -Belaid recibió cuatro disparos a quemarropa por un hombre armado desconocido al salir de su casa –suceso que sacudió a los tunecinos hasta la médula.

Tras las noticias de su muerte, miles de manifestantes tomaron las calles de Túnez enfrentándose a la policía y llamando a la caída del régimen. El presidente Moncef Marzouki voló directamente de regreso a Túnez, acortando su visita a Francia y cancelando su viaje a Egipto. Cuatro grupos de oposición tunecinos se encontraron en una reunión sin precedentes, y anunciaron su retirada de la Asamblea Nacional. El primer ministro, Hamadi Jebali, dijo que disolvería el gobierno e instalaría un pequeño gabinete de tecnócratas en su lugar, hasta las elecciones. Y “al-Nahda”, partido islamista en el poder, y del que el primer ministro es miembro, desaprobó la propuesta de disolución de Jebali.

Este ha sido verdaderamente uno de los días más largos en la política tunecina. La escala de la respuesta contra “al-Nahda” y la nueva postura única de la oposición podrían llegar a ser un punto decisivo en la política tunecina. Todo esto fue desencadenado por la muerte del abogado de 49 años de edad, y secretario general del Partido Democrático Patriota Unificado (UPDP, por sus siglas en inglés). Pero, ¿quién era él?

¿Quién era Belaid?

Fue un estudiante activista en la década de los años 80, abogado defensor de los derechos civiles desde los años 90 e importante figura anti Ben-Ali [antiguo dictador], Belaid llegó a tener un nombre conocido desde enero de 2011, apareciendo en las pantallas de la televisión casi a diario, con su característico poblado bigote, discurso fluido y contundentes opiniones. Fue acusado por los imames en las mezquitas de ser un ateo (kafir); acusado de ser un informador del ex presidente Ben-Ali; culpado por el gobierno de instigar huelgas y manifestaciones, y satirizado en comedias y en los medios sociales de comunicación.

Al mismo tiempo, fue –como su incluso más icónico amigo y compañero izquierdista, Hamma Hammami-, “humanizado” para el público general a través de historias de interés humano como una visita de la televisión a su casa, así como en sus apariciones en programas de sociedad y en “shows” de entretenimiento incluso durante el Ramadán. Además, Belaid fue un poeta floreciente antes de dedicarse al mundo de la política. Él citaba a menudo la tradición literaria a su voluntad y disertaba en un impecable árabe. Por estas razones, no podía ser acusado de ser el típico francófilo secular sin raíces o ser el dogmático de la costumbre marxista.

Y como en la vida, su trágica muerte también tuvo connotaciones poéticas. Su asesinato fue pronosticado más veces de las que fue amenazado, en público y en privado, y como poeta, él es el más recordado por un poema que dedicó a Husain Muruwa, el intelectual libanés asesinado por los islamistas a finales de los 90.

Junto con su carisma popular, Belaid mantuvo una fuerte línea contra las políticas neoliberales y se opuso a voz en grito a muchas ideas islamistas. Su mensaje así como su perfil parecen haber sintonizado muy bien con los valores fundamentales de la revolución: trabajo, dignidad y libertad. Su línea de pensamiento y acción circularon por la política tunecina principalmente a través del potente y ubicuo Sindicato General Tunecino del Trabajo (UGTT) en el que la izquierda tunecina ha mantenido una fuerte presencia tanto en el ámbito regional como en el ámbito nacional. Se puede decir lo mismo del movimiento estudiantil que Belaid dirigió y en el que se había entrenado como activista.

Su atractivo también había sido complementado por un perfil de izquierdas bastante tradicional: vivía en un apartamento de alquiler con su esposa y sus dos jóvenes hijas; no tenía coche propio; hablaba el dialecto de las regiones del interior del país y evitaba los círculos “glamurosos” y de ricos.

Detrás de la historia personal de Belaid y su trayectoria como activista, está la compleja e imperiosa historia de la izquierda tunecina al completo. Las respuestas a su muerte bien pueden marcar el final de la línea de las políticas islamistas, tal y como las conocemos en Túnez. Esto puede marcar también el ascenso de una oposición unida, que ahora se da cuenta de que su lucha no es solo, o ya no lo es más, por la libertad de expresión y de asociación, sino por algo esencial –una cuestión de supervivencia.

Si Belaid fue una espina en el costado de “al-Nahda”, los salafistas, y el gobierno durante su vida, es probable que sea un calvo decisivo en el ataúd de los tres, ahora que está muerto. La ruptura que está surgiendo entre el primer ministro Jebali y su partido “al-Nahda” es, quizás, el comienzo de esta tendencia. Pero en medio del acontecer de estos hechos, una cosa es ahora una realidad: Túnez, que se enorgullece de sus políticas pacifistas, ya no es más una excepción en la región.

Por Mohamed-Salah Omri

Publicado en Think Africa Press, el 7 de febrero de 2013.

Traducido para Fundación sur por Miguel Obregón Tomé.

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