Túnez : El fracaso de los modernistas

4/11/2011 | AfroIslam

2-11-2011

Le Monde

por Isabelle Mandraud

Desde 2006, y la victoria, en un contexto particular, de Hamas en Gaza, los islamistas no habían conseguido ganar en las elecciones.

En Túnez, llegan ampliamente en cabeza de las primeras elecciones libres organizadas el 23 de octubre para elegir la Asamblea constituyente. Es verdad, En Nahda, con 41,7% de escaños, no tiene la mayoría absoluta, pero domina la “nueva Túnez”, como sus dirigentes se dan el placer de subrayar, y dirigirá el futuro gobierno provisional.

Después de treinta años de reino autoritario de Habib Burguiba, padre de la independencia tunecina y que se reivindicaba como laico, y luego los 23 años de dictadura de Ben Ali, el partido islamista aparece como la alternativa “natural”. Las clases populares no han sido las únicas a poner el voto en las urnas; en la comunidad tunecina de París como en las periferias chic de Túnez, hombres y mujeres, con diplomas, han votado por las listas de En Nahda.

Y sin embargo… los islamistas no fueron los que originaron el levantamiento popular que puso fin, el 14 de enero, al antiguo régimen y provocado la huida de Ben Ali a Arabia Saudí. Como muchos otros, fueron espectadores de las violencias de los jóvenes que estallaron en el centro del país, el 17 de diciembre 2010, en Sidi Buzid, luego en Kaserin, o Thala. Como tantos otros, como la burguesía, esperaron hasta mitad de enero para unirse, incrédulos, a los cortejos. Llegaron, poco a poco, para mezclarse a los manifestantes en la plaza de la Kasba, en Túnez. Siempre en segundo plano.

Tampoco fueros los islamistas, a pesar de que más de 30 000 de entre ellos fueron echados en prisión, los que han llevado durante años a la escena internacional la voz de la oposición. En 1988, el jefe de fila del Movimiento de la tendencia islamista (MTI, ancestro de En Nahda), Rachid Ghannuchi, graciado por el antiguo presidente Ben Ali después de su primera condena a trabajos forzados a perpetuidad, incluso había manifestado su “confianza” en el dirigente tunecino, antes de que se exiliara.

En Bruselas, París o Washington, son los modernistas, laicos y de izquierda, los que han combatido en el interior como al exterior contra el régimen de Túnez, denunciado la censura y las torturas. En París: Kamel Yendubi, opnente sin pasporte durante diez años, Suheir Belhasen, presidente de la Federación internacional de los Derechos Humanos; en Túnez, el antiguo diputado Jamais Chammari o la abogado Radhia Nasraui que tuvo una hija en la clandestinidad con su marido, Hamma Hammami, portavoz del Partido obrero comunista tunecino (POCT)…

Muchos hombres políticos comprometidos como Ahmed Nayib Chebbi, jefe de fila del Partido demócrata progersista (PDP),que hizo por dos veces una huelga de hambre, en 2005 y 2007, o Mustafa Ben Uaafar, presidente desde 1994 del Foro democrático para el trabajo y las libertades (FDTL, “Ettakatol” en árabe), candidatos marginados de la elección presidencial, han intentado también ellos desafiar el poder de Ben Ali.

Después de la caída del antiguo régimen de Cartago,han sido siempre los modernistas los que han estado en los puestos de vanguardia de la primera fase de la transición democrática. Son ellos los que han impuesto el calendario, las listas paritarias – únicas en el mundo árabe e incluso más allá -, el modo de escrutinio proporcional al mayor resto, las reglas de financiación, han reformado las leyes electorales, de la prensa y de los partidos. En Nahda ha evidentemente participado a los trabajos, pero como actor de segundo plano.

Todo ha cambiado con la campaña. Incapaces de entenderse, demasiado seguros de ellos mismos, los modernistas rehuyeron de una lista común para la elección de la Constituyente que seguramente hubiera pesado en la balanza de su lado. En lugar de esto, las ambiciones personales de unos y otros han avivado las rivalidades y mezclado los mensajes. Al filo de las semanas, estas formaciones se han dejado encerrar en un debate sobre la identidad con el que nunca han sabido ponerse a la buena distancia, a veces queriendo bañarse y guardar la ropa, y otras indignándose hasta el punto de poner En Nahda en el centro del tema de la discusión.

Mientras que el partido islamista reanimaba en todo el país, las antiguas redes de militantes, debilitados pero disciplinados. Los modernistas ignoraron a regiones enteras y sus habitantes confrontados a las peores dificultades económicas y sociales. Sus mítines, siempre entre ellos, con la ayuda de intelectuales y artistas tunecinos de renombre, lo mismo habían podido producirse en la Mutualidad de París que el Cúpula de Túnez.

Solamente los últimos días las fuerzas progresistas han intentado cambiar de rumbo, multiplicando, pero demasiado tarde, las intervenciones de puerta a puerta. Mediando el pánico, algunos incluso han enviado SMS a los miembros de la comisión electoral pidiéndoles, de lo más seriamente del mundo, echar para atrás de una semana la fecha del escrutinio.

La sanción es cruel hoy. El PDP de Neyib Chebbi se ha hundido. Ettakatol de MustafaYaafar llega solamente en cuarta posición, detrás del Congreso para la república (CPR, nacionalistas de izquierda) y el hombre de negocios de Londres, Hachemi Hamdi, cuyas listas populistas, en parte, han sido invalidadas. El Polo democrático y modernista (PDM) consigue solo cinco asientos. En adelante, lo único que está en cuestión es la alianza con En Nahda para gobernar lo que crea un debate muy animado, con la excepción del PDP quien de antemano ha excluido esta hipótesis.

La verdad es que los partidos modernistas no estaban bien situados para ganar esta primera elección.

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