La adivinanza es si Hichem Mechichi, a quien el presidente Tunecino Kais Saïed encargó el pasado 25 de julio la tarea de formar gobierno, conseguirá los apoyos parlamentarios necesarios antes del próximo 26 de agosto, o si, terminado el plazo de un mes que el reglamento le concede, los tunecinos serán llamados a votar. Mi opinión es que sí lo conseguirá. Pero mi próximo comentario lo escribiré en septiembre (también Fundación Sur necesita tomarse un respiro), y, dada la costumbre que tiene la política tunecina de sorprendernos, es muy probable que me toque confesar que me había equivocado.
Sorprendente ya lo fue el gobierno que acaba de dimitir. “El gobierno de Elyes Fakhfakh tiene un futuro incierto”, titulaba Le Monde el 15 de febrero pasado, porque sin ni siquiera haber comenzado a gobernar, Ennahda, el partido de inspiración islamista (54 diputados, primer partido en una asamblea de 217 diputados), había decidido ese día retirar sus ministros del gobierno de coalición (que él mismo había aprobado), con la excusa de que no había en dicho gobierno ministros de Qalb Tunis (tercero en la asamblea con 34 diputados), partido dirigido por Nabil Karoui, hombre de negocios investigado por blanqueo de dinero. Ennahda retiró finalmente su oposición y Elyes Fakhfakh, miembro de Ettakatol (pequeño partido de tendencia socialdemócrata sin diputados en la asamblea) ha intentado gobernar a partir del 27 de febrero con un equipo que contaba entre sus 25 ministros a 6 miembros de Ennahda y a 15 independientes, entre estos Hichem Mechichi, encargado actualmente de formar el nuevo gobierno.
Fue el miedo a nuevas elecciones que hizo que los partidos aceptaran el extraño equipo de Fakhfakh que el presidente Kais Saïed había impulsado. Pro memoria, Kais Saïed, “Al Ustad” (El Profesor”), como lo llaman los jóvenes, ya nos había sorprendido una primera vez al ser elegido como candidato independiente sin apoyos partidistas y con un programa anticorrupción en las presidenciales del 13 de octubre de 2019, en las que venció precisamente a Nabil Karoui, cuya presencia en el gobierno han seguido reclamando los hermanos musulmanes de Ennahda. Paralizado por la falta de apoyos, el gobierno de Fakhfakh ha sido incapaz de acometer las medidas necesarias para cortar con la corrupción y revitalizar la economía. No sólo, sino que acusado él mismo de conflicto de intereses, Fakhfakh ha tenido que dimitir (ver Fundación Sur 17 de julio). Y “Al Ustad” nos ha sorprendido de nuevo al dar a Hichem Mechichi el encargo de formar gobierno. ¿Será esta tercera sorpresa la buena?
Sin duda, Kais Saïed y Hichem Mechichi siguen teniendo a su favor el miedo a las elecciones por parte de los principales partidos políticos presentes en la Asamblea, de la que el tunecino de a pie desconfía cada vez más. Ennahda en particular está atravesando estos días una tormenta que él mismo ha creado. Detrás del acoso a Fakhfakh ha estado sobre todo su deseo de salir de la marginalización en la que se encuentra. 54 diputados es su resultado más bajo desde la revolución de 2011, y sus 6 ministros no han conseguido tener en el gobierno el peso que hubieran deseado. El mismo 25 de julio en el que Mechichi recibió su encargo, Túnez celebraba el 63 aniversario de la proclamación de la República tunecina bajo la presidencia de Habib Bourguiba, y recordaba al mismo tiempo el primer aniversario de la muerte del presidente Béji Caïd Essebsi (cuya forma de actuar muchos compararon con la de Bourguiba), y el séptimo del asesinato del diputado Mohamed Brahmi (en el que se sospecha que participaron islamistas próximos a Ennahda). En su deseo de hacerse visible, con la excusa de marcar el 63 aniversario, el presidente de la Asamblea y presidente de Ennahda, Rached Gannouchi, ha publicado un comunicado en el que se evoca de manera muy parcial la historia tunecina. Sólo un pequeño párrafo menciona la abolición de la Monarquía y la implantación de la República en la que Bourguiba fue el personaje central, y se comenta profusamente las conquistas populares que se dieron entre el 17 de diciembre de 2010 y el 14 de enero de 2011, en las que participaron los islamistas. Ese desequilibrio tan exagerado hizo que el mismo 25 de julio Business News lo tildara de “Comunicado vergonzoso”, reflejando así las reacciones que estaban apareciendo en las redes sociales. Este traspié echaba leña al fuego a la petición de más de 73 miembros de la Asamblea que han pedido un voto de censura contra el presidente Rached Gannouchi. Claro que Gannouchi, experto parlamentario, ha conseguido que el voto tenga lugar el próximo 30 de julio, víspera del Eid el Adha (la Fiesta del Sacrificio), con la esperanza de que muchos parlamentarios de la oposición estén viajando para celebrar la fiesta con su familia.
De todos modos, si Mechichi logra la confianza de la Asamblea, habrá sido él mismo el factor principal. Aún joven (46 años) e independiente (como Kais Saïed y los jóvenes tunecinos que le llevaron a la presidencia), Mechichi, jurista de formación y diplomado en la Escuela nacional de administración de Túnez, tiene una amplia experiencia como jefe de gabinete en varios ministerios. También trabajó en la Comisión nacional que investigó la corrupción y la malversación durante la dictadura de Ben Ali, algo que le servirá si intenta, por fin, llevar a cabo la lucha contra la corrupción que prometió Kais Saïed cuando juró su cargo. Habiendo sido ministro de Interior con Fakhfakh, tiene la ventaja de ser conocido, y en buena medida apreciado, por una buena parte de la población. Algo importante le falta sin embargo, hacerse para su gobierno con un buen equipo de economistas, pues es la del progreso económico de los tunecinos de a pie, la promesa que los políticos siguen olvidando desde que triunfó la Revolución de los Jazmines. Y el pueblo está bastante harto. La de Hichem Mechichi habrá sido la tercera sorpresa que nos depara Kais Saïed. Esperemos que a la tercera sea la vencida. Lo sabremos a partir de septiembre.
Ramón Echeverría
Fuente imagen: Ministerio del Interior de Túnez
[Fundación Sur]
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