Tiempo para el optimismo

30/01/2009 | Opinión

¿Es posible que el declive económico global que estamos presenciando hoy pueda haber tenido en realidad un impacto beneficioso para la región? La mayoría de los comentaristas, incluido yo mismo, hemos hablado e insistido sobre escenarios de pronósticos nefastos, como el resultado de la crisis, pero también hay buenas cosas que podrían emerger como resultado.

Por empezar por algo, existe un sentimiento de inevitabilidad en el actual declive. Por ejemplo, los elementos que han conducido la frenética economía desde 2003 no tenían sentido y era un desastre a la espera de manifestarse. Prácticas especulativas y avaricia dieron como resultado subidas de precios sin precedentes de las materias primas en todo el mundo que prácticamente redujeron el poder adquisitivo de millones de consumidores a cero. El precio de la energía tampoco tenía sentido, llegando a alcanzar 140 increíbles dólares por barril. Leemos sobre los bienes inmobiliarios en Estados Unidos como la primera ficha de dominio en caer, pero los especuladores en el Norte de África también han estado muy ocupados haciendo subir más y más los precios hasta niveles peligrosos. El precio de las casas en las economías de bajo nivel del Norte de África ha estado a la par o incluso más caras que en las ricas Europa y Norteamérica. Eso, sencillamente, se escapa al sentido común y las teorías de los economistas clásicos. Entre los especuladores en la región hay ricos jeques árabes que han mostrado más entusiasmo en re canalizar sus beneficios por el petróleo hacia crear espacios para mansiones de lujo y ciudades en el Norte de África, una región que necesita más una economía sostenible y programas de infraestructuras que áticos de lujo. Incluso el corazón del petro-capitalismo árabe, Dubái, puede encajar algún golpe por las políticas especulativas de sus gobernantes, por mala percepción de la profundidad, mala planificación y un aumento de las expectativas.

El actual estado de la contracción económica puede que sea la naturaleza diciéndonos que es hora de reajustar el reloj y hacerlo volver a donde debería estar. Creo que una corrección de esa clase es necesaria y debería haberse hecho hace mucho tiempo, independientemente de que algunos lo llamen recesión, o incluso depresión. ¿Nos vamos a beneficiar todos de ello? En absoluto. La transición puede ser dolorosa para muchos, en particular para los muy atados a los mercados globales de materias primas. Los trabajadores en el sector petrolero, en particular los empleados por compañías extranjeras que operan en el Sáhara, se enfrentan a un futuro incierto y a posibles despidos masivos. Lo mismo ocurre con los trabajadores del acero, en lugares como El Hadjar, en la ciudad de Annaba, Argelia. La empresa matriz, Arcelor Mittal, se enfrenta a un ambiente económico hostil y los despidos podrían llegar muy pronto. La misma historia para el gigante de los fosfatos y los fertilizantes de Marruecos, OCP. Con la bajada de la demanda de sus productos, la compañía prácticamente ha dejado de funcionar y lucha por mantener sus obligaciones de pago de nóminas.

Mientras que estos ejemplos abundan, va a haber una luz al final del túnel. Primero, la bajada de los precios de las materias primas y la energía, es buena señal para las poblaciones y los hogares de la región. Esto significa que 2009 traerá más alivio para las peligrosamente tensas finanzas de los hogares. A más largo plazo, la región seguirá ejerciendo presión para tener reformas. En este número del North Africa Journal, argumentamos que hay una clase de empresarios por toda la región que podrían ayudar a propulsar las economías nacionales hacia el siglo XXI, alejándose de las élites político militares que han dominado la política durante décadas. Esta nueva clase de líderes de empresas puede ayudar a reorganizar la agenda económica de la región, y entonces, arrastrando naturalmente con ellos al sistema político. Y eso es bueno para todo el mundo, incluidos los que sueñan con un Norte de África integrado.

Arezki Daoud

Artículo publicado en el North Africa Journal, del 19 de enero de 2009.

En el artículo original, el autor pide a los lectores que le hagan llegar su opinión.

Traducido por Rosa Moro de la Fundación Sur

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