#ThisFlag, o cómo provocar el cambio político en Zimbabue, por Fernando Díaz

18/07/2016 | Bitácora africana

¿ Cuánta cobertura mediática ha tenido la condena de Oscar Pistorius? El pasado día 6 de Julio, el tribunal sudafricano dictaba sentencia por el asesinato de su pareja, y todos nos parábamos a indignarnos con ella. El mismo día, Sudán del Sur veía cómo la guerra permanente que su independencia no ha arreglado, se recrudecía. Y nuevamente los medios se fueron a explicar la realidad africana. La violenta e injusta realidad africana. Aquella que explica que un blanco hubiera matado a otro blanco y no se hubiera hecho justicia. La que condena a los africanos a la guerra abierta. Sin embargo, al mismo tiempo, Zimbabue se levantaba en pacíficas armas. ¿Cuántas noticias has tenido sobre esta Primavera Africana? ¿Ha habido alguna fuerza política, algún movimiento social, alguna plaza que haya sido capaz de mostrar su solidaridad con el movimiento #ThisFlag? ¿Algún medio ha explicado la noticia? Es de imaginar que, para apoyar algo, antes haga falta conocerlo.

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Una crisis sin freno

El mes de Junio, los funcionarios públicos y los trabajadores de la sanidad de Zimbabue vieron cómo no cobraban sus nóminas. Al mismo tiempo, los bancos no permiten sacar más de 500$ a la semana… si es que permiten sacar algo. El gobierno de Zimbabue, además, ha establecido fuertes limitaciones a la importación de productos. La crisis económica galopa sin freno, y el gobierno del nonagenario Robert Mugabe no parece saber cómo atajarlo.

China no envía la ayuda económica comprometida, acuciada por sus propios problemas económicos que le han hecho retirar en parte su presencia en África. Y la única esperanza del Ministro de Economía es un FMI que ya dijo hace poco que se veía capaz de volver a prestar a Harare. Con todo, las cifras de deuda de Zimbabue con la organización que lidera Chistine Lagarde no invitarían a aumentar los préstamos. Son 8.300 millones de dólares, de los que 1.800 millones ya están impagados. Pero la presión de inversores públicos, que ven cómo China se estaba llevando sola el pastel zimbabuense, han hecho al FMI replantearse la cuestión y han abierto el gran dilema en el seno del eterno partido en el gobierno, el Zanu-PF: o aceptar los préstamos e implementar reformas políticas que podrían poner en peligro sus 36 años de control del país, o intentar gobernar la enorme movilización social que está estallando delante del mismo gobierno. Elija la opción que elija, parece claro que los tiempos de Mugabe se están acabando.

Un pueblo en pacíficas armas

Nadie sabe cómo caen las dictaduras. Cuáles son esos momentos en los que la chispa enciende el descontento popular y las voluntades se alinean exigiendo una única cosa: la cabeza del gobierno. Zimbabue parece estar viviendo este momento. Su particular primavera, la que podría dar con los huesos de Mugabe, e incluso de su Zanu-PF, en el suelo de la arena política.

El pasado 6 de Julio Harare vivió una gran manifestación, un gran día de huelga, en el que los comercios permanecieron cerrados y en el que se alinearon diferentes sectores populares y estructurales. Conductores de autobús, taxistas, comerciantes, funcionarios públicos, sector médico y de enfermería, profesores, vendedores ambulantes, jóvenes sin acceso al sector de la economía formal, multitud de zimbabuenses anónimos excluidos del sistema, e incluso la asociación de veteranos de la guerra anticolonial, colapsaron la capital exigiendo el fin del gobierno que está perpetuando la pobreza, la desigualdad y el fin de las libertades políticas.

Se trata de un movimiento agrupado en torno a un hashtag de Twitter, aunque luego desarrollará otros, denominado #ThisFlag. Fue lanzado por el pastor Evan Mawarire en el mes de Abril, cuando colgó un video en YouTube quejándose por no poder sacar dinero de su banco para pagar la cuota de la escuela de sus hijos. Sus reivindicaciones se han hecho ahora parte del movimiento: lucha contra la corrupción –que incluso permite el establecimiento de checkpoints por parte de la policía que sólo se pueden pasar a través del soborno-, la injusticia –son frecuentes las violaciones y las palizas-, la falta de democracia –que además se añade a la incompetencia del gobierno- y la pobreza –acuciada por la falta de liquidez, pero alentada por una economía muerta por la hiperinflación que terminó por hacer que adoptaran el dólar como moneda nacional.

Las redes queman

Las redes sociales han permitido que los disidentes se encuentren y se reconozcan. Si uno de los defectos con el que nos encontramos en el Norte es que, a través a ellas, terminamos hablando en círculos cerrados, sólo con gente que piensa como nosotros, en episodios de fuerte represión y donde predomina la ley del silencio, permiten agrupar voluntades y reforzar al individuo, que ya no se siente solo.

Muchos zimbabuenses se han reconocido unos en otros y han lanzado multitud de mensajes en las redes sociales. Son muchos los hashtags y las iniciativas a través de las que están dialogando y coordinando acciones. #Hatichada, que en Shona significa “ya no queremos”; #Hatichatya, o “ya no tenemos miedo”; #ZimShutDown2016, con el que se coordinó la jornada de protesta nacional; o #Tajamuka –“ahora estamos despiertos”-, un movimiento liderado por Promise Mkwananza que está tratando de capitalizar políticamente el descontento popular y mostrarse como un rival político del Zanu-PF.

Frente a todas estas protestas, el gobierno de Zimbabue pareció reaccionar incrementando la presión y la represión. Arrestó a Evan Mawarire acusado de incitar a la violencia y tensionó las protestas en las calles, pero ha tenido que liberar al pastor porque el propio tribunal ha declarado su detención como ilegal.

Mugabe contra las cuerdas

Que Mawarire esté hoy en libertad es tremendamente significativo si tenemos en cuenta que el gobierno de Mugabe se ha caracterizado por provocar las desapariciones de opositores políticos y su posterior muerte. El año pasado, sin ir más lejos, asesinó al opositor Itai Dzamara.

Cuando un régimen dictatorial comienza a perder la fuerza represiva que acostumbraba a tener, inicia su declive sin remedio. Es lo que le está pasando a Mugabe, que a sus 92 años de edad y 36 de gobierno, ve cómo no sólo le reta el movimiento social #ThisFlag o le aprieta el cuello el FMI ante la ausencia de la protección china, sino que el mismo ejército declara su apoyo a uno de sus vicepresidentes, Emmerson Mnangagwa, de cara a una posible sucesión.

Zimbabue está en pleno momento de cambio político, pero no todo cambio es deseable. Son tres las opciones en el tablero. Un último intento de Mugabe de controlar la situación y continuar en el poder, lo cual necesitaría de un incremento de recursos económicos encaminados a ejercer una mayor represión. Un pseudo-cambio político promovido por el FMI, donde el Zanu-PF seguiría siendo el partido hegemónico a cambio de realizar reformas puramente formales en lo político –apariencia de democracia liberal- y fuertemente neoliberales en lo económico –el tradicional paquete de reformas librecambistas del Consenso de Washington. O un escenario de cambio promovido desde abajo, proyectado desde movimientos como #ThisFlag, orientado a una democratización real de la sociedad.

Conviene no idealizar este último escenario, pero también tener muy claro que mientras que los aliados del mantenimiento del actual régimen y del cambio FMI style son internacionales y fuertes, #ThisFlag no está conmoviendo a ningún actor social en el norte o en los otros sures. Es aquí donde ellos se juegan su país y su futuro, y donde nosotros nos jugamos nuestra tan amada y poco practicada solidaridad internacional.

Original en . Africaye

Autor

  • Díaz, Fernado

    Fernando Díaz es un politólogo madrileño que reside en Barcelona. Es experto en cooperación, África Subsahariana, política internacional y agua. Ha trabajado para Naciones Unidas, también para diferentes ONGD's y como consultor independiente. Desde 2006 escribe en el blog El Señor Kurtz. También le puedes encontrar en su cuenta de Twitter @elsituacionista.

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