El aspecto más original de la cultura de Santo Tomé es el teatro bailado, en el que participan únicamente los hombres, y que forma parte de los aspectos más peculiares de la época de Carlomagno. Desde el siglo XVI, en la isla se ha visto uno de los teatros más curiosos del mundo: el Tchiloli. Puede que el nombre provenga de «tragedia» o «teoría» (o de embajada o procesión según la etimología griega). El escenario es un claro en el bosque en el que los actores, todos hombres, bailan las pavanas, las cuadrillas y los minués de las cortes antiguas europeas al sonido de la música africana, tras haber deambulado por el pueblo y hasta llegar al cementerio para arrojar vino de palma sobre las tumbas de los ancestros.

Ganelon, con una chaqueta a rayas centelleantes, Carlomagno, vestido con una capa de terciopelo y una corona de latón con una cruz, la emperatriz, con un vestido vistoso, resplandeciente y largo, el Marqués de Mantua, con una levita negra y un gorro de fieltro, el duque de Aymon, con una capa y una trenza sobre la espalda, Sibila y Ermelina, ambas vestidas con faldas y mantillas negras de viudas portuguesas, Renaud y Montauban, con hocicos de madera, se presentan ante el público del pueblo con máscaras hechas con alambre pintado. Detrás de ellos viene el ministro de Justicia con una máquina de escribir y un teléfono, seguido por los abogados, los pajes, y los portaestandartes.

Los disfraces, los peinados y los accesorios, recuperados a lo largo de los siglos o bien fabricados según la inspiración de cada actor, forman parte del anacronismo delirante que concede al espectáculo un encanto inesperado y espléndido. El texto original que está escrito en el portugués arcaico, en versos de ocho sílabas, se ha expandido con el tiempo, y los textos apócrifos se traducen al portugués moderno.

El Tchiloli es un teatro compuesto por una sola pieza: la tragedia del marqués de Mantua y el emperador Carlomagno. Esta época del ciclo de Carlomagno está representada por los saltimbanquis de Lisboa y Madeira, invitados a la isla por los maestros azucareros portugueses que colonizaron esta tierra, y que fascinaron tanto a los esclavos maltratados en las costas del golfo de Guinea como a los primeros mestizos.

Es una historia de sangre y de justicia. Los ciudadanos de Santo Tomé y Príncipe se han apropiado de la obra y la han transformado en objeto de reivindicación contra la opresión colonizadora, pero también para reapropiarse de los vínculos con su pasado africano que antes se les tenía prohibido. A través de esta dramaturgia desconcertante se alcanza un territorio identitario del que los actores se apoderan para poder existir.

Fuente: Saotome.st

[Traducción y edición, Laura Alberich Arias]

[Fundación Sur]

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