Suráfrica: hacia el calvario político de las mujeres

23/04/2009 | Opinión

Inspeccionando el ámbito de los manifiestos y las posturas políticas ofrecidas por los partidos políticos surafricanos, Liepollo Lebohang Pheko expone una amenaza común paternalista en las posturas fundamentales de los partidos, con relación a la representación y los derechos de las mujeres. Con muchas mujeres legítimamente afectadas por que la política sea un “juego sucio” en el país, como en cualquier otra parte del mundo, Pheko escribe que los defensores de una mayor participación de las mujeres se enfrentan a obstáculos considerables, entre los cuales destaca la falta de espacio para el pensamiento crítico sobre un estado dominante y masculinizado, que no defiende la ciudadanía de las mujeres. Las candidatas políticas han sido excluidas de inmediato del grupo fuerte de sus partidos, mediante prejuicios y la persistencia de un autocomplaciente club de “viejos colegas” tras la selección de los candidatos, señala la autora. Alcanzar la liberación de las mujeres, argumenta Pheko, requiere que se localice la injusticia a todos y cada uno de los niveles, una estrategia que en última instancia necesitará un cuestionamiento efectivo de la “guetización” que hace el estado de los asuntos de las mujeres.

“Debemos prestar toda la atención a la situación de las mujeres porque ésta empuja a las más conscientes de ellas a una guerra de sexos, cuando lo que necesitamos es una guerra de clases o partidos, librada juntos, codo con codo. Debemos decir francamente que es la actitud de los hombres la que hace posible esa confusión. Es la actitud de los hombres la que genera las audaces afirmaciones de las feministas, algunas de las cuales no han estado faltas de valor en la guerra que hombres y mujeres están librando contra la opresión. Podemos y vamos a ganar esta guerra, si entendemos que nos necesitamos unos a otros y somos complementarios, que compartimos el mismo destino, y de hecho, estamos condenados a la interdependencia”, Thomas Sankara.

¿Suponen las elecciones de Suráfrica un avance para la ciudadanía de las mujeres y su voluntad de acción?

La práctica y la teoría de las elecciones a menudo son disonantes, especialmente como una expresión adecuada de las aspiraciones de las mujeres y la transformación tangible de sus circunstancias. Hace poco, las mujeres de Sikhula Sonke, de Ciudad del Cabo, protagonizaron una marcha hasta el parlamento, asegurando que retirarían su voto en protesta por la lentitud del gobierno en el programa de la redistribución de la tierra. Este ultimátum parece predicar la asunción de que el gobierno está obligado a permitir a las mujeres tener una ciudadanía sostenible. Es más, esto implica que la retirada del voto es un instrumento valioso de las mujeres, para demostrar la falta de eficacia del gobierno a la hora de proporcionar un espacio que reconozca la esperanza de las mujeres, para una completa ciudadanía.
La práctica de las elecciones en todo el mundo pretende, en teoría, cambiar el poder de un partido político al siguiente. La sabiduría convencional sugiere que las elecciones pretenden otorgar el poder a los ciudadanos, dándoles el poder de dar o quitar el mandato a los partidos. Sin embargo, es ligeramente más complejo que todo esto. Las elecciones recientes en toda la región del África Austral, ilustran que las elecciones no son necesariamente el mejor o el único indicador del sentimiento popular. Se ha sugerido que las elecciones, de hecho, son parte del refuerzo de la confianza pública y de la percepción de los donantes sobre la gobernabilidad en África. Este modelo no deja claro si los derechos de las mujeres son beneficios colaterales de las elecciones o un asunto central, se podría sospechar que lo primero. En África, y en todas partes, las elecciones y la observación de las elecciones se ha convertido en una industria creciente, en los últimos 20 años. Ha habido dos protocolos internacionales potencialmente importantes durante este periodo. El primero es la Plataforma de Acción de Beijing y el segundo son los Objetivos de Desarrollo del Milenio, ODM. La plataforma de Beijing articula doce áreas prioritarias y es el resultado de un hercúleo proceso de compromiso, cuando un amplio espectro de organizaciones de mujeres y otros interesados intentaron alcanzar consenso. La plataforma intenta profundamente crear una propuesta de normativa sobre los derechos de las mujeres y una cultura universalmente aceptada de lo que son estos derechos y cómo pueden posibilitarse mejor.

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio tienen ocho objetivos, dos de los cuales hacen referencia explícita a metas relacionadas con el género (y dentro de ellos se proporcionan más objetivos de género). A pesar de las incongruencias entre los objetivos, las metas y los indicadores y la insuficiencia de los aspectos relacionados con el género de los ODM, los objetivos pretenden elevar la representación política de las mujeres por encima del nivel de los procedimientos de estadísticas nacionales. Esto, al estar en la era del supra-nacionalismo, ha sido particularmente grave con la desaparición del bipolarismo. Al igual que el debate sobre las elecciones, los ODM intentan poner de su lado la lucha feminista y las voces de las mujeres en un paquete manejable de indicadores que se puedan marcar fácilmente con una x en la casilla correspondiente.

Lo que es interesante sobre los ODM y la Plataforma de Beijing, aparte del hecho de que Suráfrica ha ratificado ambos, es que intentan situar los derechos de las mujeres más allá de las urnas. Aunque ambos instrumentos contienen intereses neoliberales, que vienen integrados con la ciudadanía de las mujeres patrocinada por el estado, para Suráfrica representan potencialmente la oportunidad de reclamar las urnas, más allá del dominio del partido político y crear un compromiso político que resuene con Sikhula Sonke. Una cuestión importante es cómo las masas críticas de estas luchas, -incluido el acceso a la tierra, el acceso a la educación, a la salud, a la autonomía económica y otros ideales que marcan la equidad y la igualdad- unido al proceso de las elecciones ¿realmente les merece la pena votar a las mujeres?

Manifiestos de las elecciones y mujeres

Las elecciones multipartidistas son parte de la práctica rutinaria política en todo el mundo y después de 15 años, Suráfrica ha arraigado esto como parte de la cultura política. Algunos observadores critican, con bastante razón, la visión reduccionista que es considerar las elecciones multipartidistas la condición principal y suficiente para la democracia. Incluso más preocupante es la asunción de que la capacidad de decisión de las mujeres está abarcada adecuadamente con la práctica del intercambio de poder de unas manos a otras, entre los estrechos interese de la misma clase, intereses que son típicamente masculinos. El escenario es más complicado que esto y que el angosto objetivo de obtener poder para gestionar las necesidades, para hablar de la complejidad de varios actores sociales y de sus preocupaciones.

Las elecciones de 2009 presentan varios actores políticos con la oportunidad de aprovechar nuevas ideas y crear una nueva imaginación. La ampliación con que esta imaginación es visible es decepcionante. Una mirada a los diversos manifiestos-programas nos presenta el lenguaje codificado del victimismo, y la retórica de la deshumanización de la mujer y sus circunstancias sociales, económicas y culturales únicas.

El Partido Africano Cristiano Democrático, ACDP, hace referencia a la reducción de la mortalidad infantil, el suministro de antirretrovirales para mujeres embarazadas y la reducción de la pobreza. Sin embargo, el manifiesto no hace referencia en absoluto a todas las formas en las que el acceso de las mujeres a la actividad económica está influenciado por diferentes puntos de entrada, ni hace ningún intento de deconstruir la feminización de la pobreza.

Los Demócratas Independientes tienen un amplio manifiesto que detalla políticas de inversión, de vivienda y una clara plataforma medioambiental. El discurso sobre la cohesión social es una oportunidad desperdiciada de ilustrar que la ciudadanía de las mujeres es más que un asunto periférico, sino que el asunto es subvertido a una crítica a los programas BEE (Black Economic Empowermet – Empoderamiento Económico Negro). Mientras que es cierto que el pueblo africano de este país todavía está excluido de los procesos importantes, muchas de estas personas son mujeres y es simplista y erróneo desconectar las luchas de clase, raza y género.

El manifiesto de COPE (Congreso del Pueblo) empieza con una lista de prioridades, que incluye el empoderamiento de la mujer y la igualdad. Aunque haciendo mención de las mujeres como recipientes de los programas BEE, COPE lo enmarca en ese clásico tono paternalista, hablando de la retórica de respetar la dignidad de las mujeres, y sólo menciona el objetivo de la paridad 50/50 en los servicios públicos como un objetivo tangible.

Entre los 16 sucintamente declarados retos principales, el Congreso Pan Africanista, PAC, no menciona el empoderamiento de las mujeres o los derechos de género. En su lugar, ellos también utilizan el típicamente masculino modelo de agrupar las mujeres y los jóvenes como una entidad más amplia. Esto es problemático por un montón de razones que pueden ser resumidas diciendo que la reducción de la capacidad de decisión de la mujer a la misma que la de los jóvenes y niños, niega todavía más su capacidad de decisión y es absolutamente condescendiente y profundamente perturbador en todo el panorama político del partido.

Lo mismo puede decirse del Partido para la Libertad Inkhatha, IFP, que también da nueve prioridades de acción impactantes, pero ciegas en cuanto a asuntos de género. Una sección de reparación de las desigualdades deja pasar la oportunidad de recordar a los votantes que las mujeres y los hombres tienen acceso diferente a los recursos, la economía y las oportunidades. Mientras que subraya el racismo como un obstáculo para el crecimiento, el sexismo es ignorado.

AZAPO (Organización del Pueblo Azano) ofrece un interesante análisis de desigualdad de clases y desarrollo de la juventud, pero ofrece sólo dos líneas de retórica sobre la erradicación de las desigualdades entre mujeres y hombres. Cualquier metodología tangible está ausente y se desperdicia una oportunidad para relacionar las luchas de clase con las de género.

El ANC (Congreso Nacional Africano), que ha tenido 15 años para desarrollar una metodología clara sobre cómo abordar el asunto del género, utiliza el mismísimo lenguaje nebuloso de crear una sociedad no sexista, y también enmarca las luchas de las mujeres en el amplio arco de la juventud, los trabajadores, los discapacitados y las masas rurales. Estas luchas no son necesaria y mutuamente exclusivas y muchas mujeres son discapacitadas, rurales, trabajadoras y jóvenes. Otra vez, el discurso masculinizado deshumaniza a las mujeres y las sitúa a merced de la generosidad del estado con otros grupos implícitamente vulnerables. Esto es particularmente preocupante por parte del gobierno actual, que ha tenido la oportunidad de utilizar los instrumentos imperfectos de Beijing y los ODM, por ejemplo, como referente. El ANC tiene un marcado historial en cuanto a representación de mujeres. Pero es poco probable que esto haya influido para crear una agenda clara o suficientemente transformativa de los derechos de las mujeres.

Cualquier semblanza de feminismo africano dinámico está todavía por manifestarse, en la carrera hacia las elecciones. En una era de mujeres líderes sumamente competentes, esta situación es increíble.

Representación de las mujeres en el parlamento

“Las cuotas son una espada de doble filo. Por un lado, obligan a los hombres a pensar en incluir a mujeres en la toma de decisiones, ya que deben crear espacios para las mujeres. Por otro lado, como son los hombres los que abren estos espacios, buscarán mujeres a las que ellos puedan manejar fácilmente, mujeres que acepten más fácilmente la hegemonía de los hombres”, Anna Balletbo, política española.

En general, las cuotas para las mujeres representan un cambio de un concepto de igualdad a otro. La clásica noción liberal de igualdad era una noción de “igualdad de oportunidades” o “igualdad competitiva”. Quitar las barreras formales, por ejemplo, y dar a las mujeres el derecho al voto, se consideró suficiente. El resto era cosa de las mujeres a nivel individual.

Después de una fuerte presión feminista durante las últimas décadas, un segundo concepto de igualdad está obteniendo cada vez más relevancia y apoyo: la noción de “igualdad de resultados”. El argumento es que la verdadera oportunidad igual no existe sólo porque se hayan quitado las barreras formales. La discriminación directa y una compleja pauta de barreras ocultas, evitan que las mujeres obtengan su parte de influencia política. Las cuotas y otras medidas positivas son por tanto medios hacia la igualdad de resultados. El argumento se basa en la experiencia de que la igualdad como un objetivo no puede alcanzarse mediante un tratamiento igual como medio. Si existen barreras, se argumenta, hay que introducir las medidas compensatorias, como medio para alcanzar la igualdad de resultados.

Como en muchos países, las mujeres en Suráfrica perciben la política como un “juego sucio”. Esto ha hecho mella en la confianza en su capacidad para participar en los procesos políticos. Esta percepción prevalece por todo el mundo. Lamentablemente, esta percepción refleja la realidad en muchos países. Aunque las razones para ello difieren, hay algunas tendencias en común. Las bases de la corrupción pasiva pueden explicarse con un intercambio entre las ventajas y los beneficios del mercado público (como por ejemplo los proyecto de leyes y de presupuesto) y de los mercados económicos (como por ejemplo los fondos, los votos y el empleo), que buscan beneficio financiero, promoviendo las condiciones monopolísticas. Además de esto, un aumento significativo en el coste de las campañas electorales se ha hecho obvio, y esto, llegado el momento, aumenta la tentación de utilizar cualquier fuente de dinero que esté a mano. La corrupción puede tener muchas caras. Los sobornos y la extorsión en el sector público, así como la obtención de bienes y servicios, son manifestaciones clave de ello. Aunque las nuevas democracias necesitan tiempo para establecerse y enraizar, la corrupción se ha expandido más en los países donde los procesos de transformación política y económica están tomando forma en ausencia de la sociedad civil, y donde están emergiendo nuevas instituciones.

Sin embargo, en muchos lugares donde los cambios en el sistema político y económico ya han tenido lugar, la economía de mercado se ha convertido en un enredo de la “ley de la jungla”, la mafia y la corrupción.

Está demostrado el alto coste de los sobornos y la extorsión para una sociedad. Muchos gobiernos y líderes empresarios han expresado su deseo de combatir y eliminar la corrupción. Pero esto no es una tarea fácil; la corrupción está arraigada en el sistema por algunas partes que continúan pagando sobornos. La corrupción, inevitablemente, da como resultado la creación de las condiciones favorables y las oportunidades para el ejercicio de la manifestación más negativa del crimen organizado. Estos factores se combinan con las mujeres potencialmente miedosas y provocan miedo a perder miembros de sus familias, todo ello trabaja en contra de la potencial participación o de presentarse para cargos electos.

¿Dónde están las mujeres en un estado masculinizado y el proceso de elección?

El feminismo africano es una construcción compleja y a menudo maligna. Amina Mama propone que ese feminismo indica una negación de la opresión, y un compromiso con la lucha por la liberación de las mujeres de toda forma de opresión –psicológica, emocional, socioeconómica, política, filosófica, interna y externa. Además, el feminismo africano es una expresión radical y transformativa de la esencia de las mujeres. Va mucho más allá de la política o la mera supervivencia –nos mantiene ancladas cuando nuestras ideologías nacionales parecen fragmentadas, el discurso de clase es contradictorio y cuando el estado mismo amenaza con aplastar a sus ciudadanos con su distante auto importancia, una vez que han pasado los eslóganes de las elecciones.

Según esto, una mira ciertos modelos para conectar la tarea gigantesca de resistir y transformar las estructuras exclusivas y las agendas patriarcales. El feminismo es un vehículo para enfrentarse y contener el desequilibrio social manifestado a través de los presupuestos ciegos al género, las “securocracias” que cada vez militarizan más nuestra vida diaria, la violencia contra las mujeres y las prácticas culturales regresivas.

Por lo general, las mujeres han permitido siempre ser votos de relleno por todo el mundo. El poder de las estructuras de mujeres, ubicadas en la maquinaria masculina del discurso del partido, debería poder consolidar la lucha de la mujer contra la opresión del capitalismo y el imperialismo. En lugar de eso, llenamos estadios con autobuses de gente eufórica sin preguntar cómo cualquiera de las políticas marco e implementación de estrategias ofrecidas por estos hombres favorece a la ciudadanía de las mujeres. En el cada vez más masculinizado estado, la mujer es infantilizada y cada vez más es receptora de benevolencia, al antojo de su padre –el presidente, el ministerio, el portero o cualquiera que sea su benefactor. Mientras cantamos en los estadios, nuestros líderes padres comparan nuestro dolor y humanidad con rocas que no se pueden romper –“wa tinta bafazi…”- las mujeres deben considerarse razones convincentes para seguir permitiendo que nuestro núcleo esencial esté comprometido por instituciones, individuos y procesos que no siempre llevan en el corazón nuestros mejores intereses.

La experiencia africana abarca una vertiginosa selección de movilizaciones de mujeres, no todas de nuestra elección ni de diseño propio. La historia moderna ha ilustrado que en África, incluso los regímenes más autocráticos, no dudan en involucrar a mujeres. Muchos de ellos hacen extravagantes esfuerzos para hacer que las mujeres se pongan de su parte.

Ninguna de las actuales cosechas de partidos políticos ha dado ninguna razón para creer que tienen un discurso feminista progresivo y no hay señales que sugieran que harán que la relación del estado con las mujeres sea más equitativa. Jacob Zuma, por ejemplo, utilizó a mujeres como muñecos de paja durante su juicio, ellas le mimaron durante todo el proceso. Ninguno de los partidos políticos ha hablado sobre la realidad de las mujeres y, lamentablemente, aquí están incluidos los liderados por mujeres fuertes, como Patricia de Lille y Helen Zille. Esto ilustra la política de la “feminocracia”. Mujeres que no articulan una visión para mujeres y para hombres, sino una visión para los ciudadanos en general. Esto es una diferencia conceptual importante. Esto en el fondo habla de la politización de los asuntos de mujeres, y de la marginalización de la lucha de las mujeres en las políticas excluyentes y grupos políticos de derechas. Esto no debe confundirse con la retórica nacionalista, de liberación y electoral y con el nacionalismo cultural.

Las mujeres juegan papeles importantes en las campañas y la atracción de apoyo para sus partidos, aún así, raramente ellas ocupan puestos de toma de decisiones en estas estructuras. De hecho, menos del 11 % de los líderes de partidos por todo el mundo, son mujeres.

Aunque los partidos políticos proporcionan recursos para conducir las campañas electorales, raramente las mujeres se benefician de estos recursos. Por ejemplo, muchos partidos no dan suficiente apoyo financiero para las candidatas. Las estadísticas indican que un gran número de candidatas, sumado a recursos financieros suficientes, podrían aumentar significativamente el número de mujeres elegidas. Los procesos de selección y nominación en los partidos políticos también están predispuestos en contra de las mujeres, en ellos se hace hincapié en las “características masculinas” y a menudo son estas los criterios para seleccionar candidatos. Un “club de viejos colegas” puede inhibir y evitar que las mujeres se integren en los trabajos del partido. Esto, al tiempo, impacta en la precepción de las mujeres como candidatos viables por parte de los que dan el dinero para las campañas electorales. Además, las mujeres a menudo no están situadas en posiciones ganadoras, en las listas de los partidos.

Conclusiones

La liberación de las mujeres requiere ocuparse de la injusticia de género, a todos los niveles políticos, desde el micro hasta el macro, y no asustarse ante ningún nivel de lucha. Esto incluye la lucha de creer en una misma. Estas elecciones y los manifiestos de los partidos políticos nos han recordado claramente, una vez más, que ni las mujeres son feministas sólo por ser mujeres ni todos los activistas, hombres o mujeres, pueden comprender la “inter-seccionalidad” de esta lucha. Por todo el mundo y en este país, las mujeres se preguntan si las elecciones sirven a algún propósito si no añaden un solo día a sus vidas o les presentan nuevos espacios para crear una realidad diferente.

El valor de las elecciones para las mujeres es cuestionable si no pueden ni consagrar la soberanía del estado. Como ciudadanas debemos cuestionar el rol del estado como protector, proveedor, consentidor y defensor, especialmente cuando este rol está de todo menos desocupado. El mayor peligro está en la externalización de esta lucha a los órganos liderados por el estado y a los procesos donde se masculiniza y a menudo se frustra totalmente. Varias oficinas de género, la Comisión de Igualdad de Género y la oficina del estado de las mujeres han intentado, de modo dispar, crear un paradigma alternativo, pero su nivel de éxito recuerda las palabras de Audrey Lourdes: “De verdad, no podemos utilizar las herramientas del señor para destruir su casa”. Estas instituciones, sin darse cuenta, han sido efectivas en reducir a guetos o “guetizar” los problemas de las mujeres, interpretándolos como proyectos vanos simbólicos de una agenda paternalista. ¿Podría ser el 22 de abril la oportunidad de recuperar tanto la esencia de la ciudadanía de las mujeres como la de las urnas?

Liepollo Lebohang Pheko

Liepollo Lebohang Pheko es la directora de política y apoyo del Trade Collective, de Suráfrica, una activista de género y empresaria social.

Publicado en www.pambazuka.org, el 16 de abril de 2009.

Traducido por Rosa Moro, de Fundación Sur.

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