Sudán del Sur: el aniversario más amargo, por Alberto Eisman

9/07/2015 | Bitácora africana

Se cumplen hoy cuatro años del nacimiento del país más joven del planeta. Después de duros años de guerra civil (en diferentes periodos históricos), de millones de muertos, de incontables humillaciones histórias por ser negros, por no ser musulmanes o por ser resistentes a la arabización forzosa… un grupo humano pudo obtener su legítimo derecho de una tierra donde no fueran discriminados ni fueran mirados como ciudadanos de segunda.

El sueño – después de incontables negociaciones, un proceso interino y un referéndum masivo a favor de la independencia – se hizo realidad y fueron – fuimos – multitud los que nos alegramos profundamente al ver esa nueva bandera siendo izada… levantando las esperanzas de un nuevo país donde – después de haber aprendido las duras lecciones que supone una guerra – se erigiera una sociedad basada en nuevos y más humanos valores: la solidaridad, la tolerancia, la diversidad, la educación…

A cuatro años de aquel día, el balance no puede ser más sombrío. El incipiente gobierno, después de la trágica muerte en un accidente de helicóptero del indiscutible líder Joseph Garang, estaba formado íntegramente por antiguos cuadros del ejército rebelde. Con la autoridad moral que les daba el saberse héroes que habían luchado durante años en las más deplorables circunstancias contra el opresor árabe, los miembros del mismo se vieron con bula para emplear a parientes y conocidos por doquier. El optimismo que rodeaba la fundación del nuevo estado hizo que no se vieran al principio las deficiencias en transparencia financiera, de gobernanza, de libertades políticas y de representación.

Al hilo de las vacas gordas que aparecían en el horizonte gracias a los considerables ingresos petrolíferos, Sudán del Sur y más concretamente su capital se llenaron de “nuevos ricos”, de todoterrenos Land-cruisers, de edificios comerciales y de inversores que intentaban sacar tajada de la nueva situación y los nuevos aires que soplaban. Por desgracia, a nivel político apenas hubo innovaciones. La “vieja guardia” que había luchado durante los años de guerra civil se hundió en prácticas corruptas y se blindó para no dar oportunidad alguna a la gran diáspora sursudanesa – antiguos refugiados, gente joven y formada en instituciones académicas de calidad de los Estados Unidos, Canadá o Australia – los cuales, con su saber y sus potenciales suponían una clara amenaza para el aparato político del joven país.

Al calor de estos factores, el renovado conflicto armado que comenzó a finales del 2013 y que por desgracia continúa hasta hoy no es sino una consecuencia lógica de la falta de desarrollo en las libertades civiles, es también consecuencia del poco nivel de una clase política acostumbrada a conseguir las cosas por la fuerza y enseñando músculo antes que a través de la persuasión y el conocimiento de causa. Colectivos como el de los periodistas han sufrido en estos años una censura quizás no tan sofisticada pero sí casi tan implacable como la que se vivía en el régimen islamista cuando Sudán era un país unificado. Los recientes informes de atrocidades, asesinatos, violaciones masivas por parte del ejército sursudanés y los nuevos rebeldes no tienen nada que enviar a los crudos tiempos de la guerra civil contra los árabes. La crítica, la investigación periodística, la información fehaciente sobre “el otro bando” o las preguntas “de más” pueden suponer arresto y encarcelamiento.

El color de la clase dominante ha cambiado, la opresión contra los civiles sigue siendo la misma… El Sudán del Sur sigue desangrándose en una lucha organizada y planeada por el presidente Kiir y su némesis el ex-vicepresidente Riak Machar… ambos ambiciosos señores de la guerra, que utilizan las cartas étnicas a su antojo y actúan como matones de escuela, amenazando y prolongando el derramamiento de sangre en todo el país. Lo peor es que están dispuestos a sacrificarlo todo con tal de ser o de continuar siendo el macho alfa de la escena política sudanesa y acaparar todo el poder.

La verdadera pena es que ante esta situación, apenas hay referentes morales. Las voces que se levantan, sobre todo por parte de los líderes religiosos, con valientes documentos que ponen certeramente el dedo en la llaga acerca de la génesis y los factores del presente conflicto y llaman a los líderes a deponer sus intereses personales o tribales y pensar de una vez en el sufrimiento de el país apenas tienen recepción en los ámbitos políticos. Siguen sonando las armas, sigue imperando la impunidad… y la situación de tantos millones de personas que viven abocados a una situación de hambruna, sequía y falta de recursos básicos debería interpelarnos incluso a nivel internacional, pero claro, el Sur Sudán no está en la agenda de temas candentes de la comunidad internacional, las cosas son así y la proverbial hierba es la que sigue sufriendo la enconada lucha de los elefantes.

Original en : En Clave de África

Autor

  • Eisman, Alberto

    Alberto Eisman Torres. Jaén, 1966. Licenciado en Teología (Innsbruck, Austria) y máster universitario en Políticas de Desarrollo (Universidad del País Vasco). Lleva en África desde 1996. Primero estudió árabe clásico en El Cairo y luego árabe dialectal sudanés en Jartúm, capital de Sudán. Trabajó en diferentes regiones del Sudán como Misionero Comboniano hasta el 2002.

    Del 2003 al 2008 ha sido Director de País de Intermón Oxfam para Sudán, donde se ha encargado de la coordinación de proyectos y de la gestión de las oficinas de Intermón Oxfam en Nairobi y Wau (Sur de Sudán). Es un amante de los medios de comunicación social, durante cinco años ha sido colaborador semanal de Radio Exterior de España en su programa "África Hoy" y escribe también artículos de opinión y análisis en revistas españolas (Mundo Negro, Vida Nueva) y de África Oriental. Actualmente es director de Radio-Wa, una radio comunitaria auspiciada por la Iglesia Católica y ubicada en Lira (Norte de Uganda).

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