Sudáfrica: Complejidad de la realidad política

23/09/2008 | Opinión

En muchos medios de comunicación social en España se ha anunciado la renuncia forzada del hasta ahora presidente de Sudáfrica, Thabo Mbeki, como el resultado de sus actividades corruptas en relación a sus supuestas interferencias en el poder judicial contra su adversario y miembro de su mismo partido, Jacob Zuma.

Lo que se dice es bastante sencillo: Zuma se hizo con la presidencia del partido ANC (siglas en inglés del Congreso Nacional Africano) a finales del 2007, y Mbeki utilizó el poder judicial para acusarlo de corrupción. Zuma fue absuelto de los cargos imputados; el juez llegó a la conclusión de que los cargos contra Zuma estaban políticamente motivados. El fiscal recurrió la sentencia, lo que se consideró un acto de la presidencia para continuar el acoso a Zuma. Éste pidió a su partido que tomara cartas en el asunto e impidiese a Mbeki de continuar abusando de su poder como presidente, interfiriendo en el poder judicial. El partido ANC, bajo menaza de expulsión, pidió a Mbeki su dimisión. Conclusión: Mbeki dimitió por corrupción. Dichos sucesos llevan a varios periodistas a preguntarse si la democracia en África es posible …

La sencillez de esta historia debería suscitar alarma en cualquier persona familiarizada con la vida política africana, e incluso, con la vida política sin más. En ningún país, la política tiene una historia sencilla: los innumerables intereses en juego en cada decisión política son difícilmente discernibles. Cuánto más, cuando son las riendas de un país lo que está en juego.
Hay que considerar muchos otros factores si se quiere comprender la situación actual del “caso” Sudáfrica.

No hay que olvidar la distancia ideológica entre Mbeki y su partido. El ANC ha tenido siempre una ideología socialista. Ciertamente de tipo africana, que la distingue de las ideologías socialistas europeas en su concepción de humanidad y sociedad, pero afín en cuanto que favorece la intervención del Estado en el mundo socio-económico, y se centra en una justa redistribución de la riqueza a través de los servicios sociales. No es por tanto extraño que el ANC se entienda bien y haga coalición con otros partidos de la izquierda, como el partido comunista.

Mbeki, por otro lado, aunque fue miembro del partido comunista sudafricano, ha desarrollado, como presidente, una economía neoliberal que incluye la liberación del mercado, la privatización de los servicios y el impulso de inversiones extranjeras. Los miembros de su propio partido han calificado su actuación de capitalista y traidora a los principios básicos de su identidad política. Pero su estatura política a nivel internacional y el apoyo de las grandes empresas, tanto sudafricanas como extranjeras – que han visto su agosto en el rápido crecimiento económico de Sudáfrica en los últimos años – le han permitido mantenerse como líder de su partido hasta finales del 2007. Ciertamente, Mbeki recibió apoyo de destacados miembros de su partido de cara a los buenos resultados macroeconómicos que estaba consiguiendo.

Sin embargo, mientras que el país alcanzaba un crecimiento económico anual del 5% en los últimos años, los problemas de los grupos sociales más desfavorecidos aumentaban. Uno de los más acuciantes ha sido el paro que, en los diez últimos años, se ha disparado vertiginosamente. Además, la disminución de poder adquisitivo de las rentas más bajas, la creciente disparidad económica entre los grupos sociales y el aumento de flujos inmigratorios, han hecho de la sociedad sudafricana un polvorín cuyos primeros fogonazos fueron los graves disturbios contra los inmigrantes acaecidos a principios de año. El desarrollo económico no llega a los grupos más necesitados.

Zuma, con una visión más socialista y populista de la política, se ha hecho con el corazón de muchos y representa la esperanza de cambio hacia un desarrollo integral del país. No extraña que se le llamara el “candidato de los pobres”. Aunque no es la primera vez que un sector del partido intenta recobrar la ideología socialista, la astucia y las estrategias políticas de Zuma han conseguido suficientes apoyos para hacerse con la dirección del partido y ser candidato a la presidencia de Sudáfrica en las elecciones del próximo año… además de contar con el apoyo del Congreso de Sindicatos Sudafricanos y del Partido Comunista Sudafricano. La pregunta, que hay que hacerse, es si Zuma tendrá una identidad política propia o tomará la estrategia socio-política de sus padrinos.

Aunque Zuma tiene el áurea de “salvador de los pobres y héroe de los tradicionalistas”, su carrera política no es inmaculada. Nunca se le ha condenado, pero tiene una larga lista de acusaciones. Se le expulsó del gobierno en 2006, por corrupción y su caso terminó la semana pasada al ser absuelto. El año pasado, su consejero financiero fue hallado culpable de corrupción, y el grupo de investigadores que llevaba su caso fue disuelto poco después de que Zuma fuese elegido presidente del ANC (no se consiguió reunir un equipo homogéneo para presentar el caso de manera válida). También se le acusó de violación de una mujer de 31 años, aunque fue absuelto, y de pedir un soborno a una compañía extranjera. Se le acusa de ser chovinista, de jugar con los sentimientos étnicos, lo que puede ser muy peligroso. Y ciertamente, se le acusa de ser machista, y seguramente lo aceptaría con agrado.

Es posible que Mbeki haya animado al poder judicial para que investigue ciertos acontecimientos de la vida de Zuma, pero no para que pronuncie una resolución condenatoria. ¿Qué ganaría Mbeki con su condena? La presidencia de Mbeki en Sudáfrica llega a su fin, ya que solo se permiten dos términos en la presidencia y él está finalizando su segundo. Por otra parte, el ANC está volviendo a sus raíces socialistas en las que Mbeki no se sentirá muy a gusto. ¿Qué puede ganar?

Si nos preguntamos: ¿qué gana Zuma? – El tiene prácticamente asegurada la presidencia de Sudáfrica el año que viene. ¿Podría ser un movimiento de distracción sobre los cargos que el fiscal quiere volver a presentar en su recurso contra su absolución? o ¿podría ser un coletazo de venganza personal contra Mbeki, a quien no se le da la posibilidad de terminar con dignidad los pocos meses que le quedan como presidente de Sudáfrica?

¿Quién ganaría, finalmente, con esta situación? – ¿El partido? Posiblemente no, ya que Mbeki se llevará con él a un buen número de personalidades que le apoyan y puede ser el comienzo de una escisión importante del ANC.

En conclusión, la realidad política sudafricana es muy complicada. Los cargos de corrupción contra Zuma tienen una larga historia y no son debidos a una batalla política sobre la presidencia del ANC. Hacer afirmaciones simplistas no hace justicia a los personas en causa, ni al país. Además crea en los occidentales imágenes erróneas de Sudáfrica que alimentan estereotipos y falsas percepciones sobre África.

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