Sobran demagogos y faltan acuerdos globales

20/07/2020 | Editorial

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La palabra “demagogo”, que significa literalmente “conductor de un pueblo”, se entiende ahora como el líder de un pueblo con ambición de manipularlo para conseguir sus propios intereses.

Las ideologías sin ética conducen a la demagogia y destruyen la convivencia social, la calidad de la educación, de la sanidad y el desarrollo sostenible para todos los ciudadanos.

A la raíz de tal manipulación ideológica está la ambición de poder y de controlar los recursos. Estas ideologías excluyen a los que piensan de forma diferente y causan divisiones profundas en la sociedad y pobreza en la mayoría de las personas.

Toda ideología o fundamentalismo, de cualquier signo que sea: político, económico, étnico, religioso…, corrompe el ejercicio de gobernanza y el uso del presupuesto nacional porque margina siempre la dignidad de todos los ciudadanos y el bien común, buscando el beneficio personal y partidista.

Los líderes demagogos saben vender sus planes partidistas (en sanidad, educación, crecimiento económico…) cubiertos con banderas apropiadas y propuestas aceptables para la sociedad.

Los ciudadanos saben ver las orejas del lobo, porque a todo árbol se le conoce por los frutos que produce.

Nos puede sorprender el escuchar propuestas claras y públicas para pedir la colaboración, el diálogo y el remar juntos para construir un mundo más justo y equitativo. Lo sorprendente es que hablamos de buscar ese diálogo y colaboración sin salir de nuestra ideología y de nuestro plan étnico y partidista.

Atrapados en una ideología y ambición de poder y recursos, tendemos a contaminar todos los programas de gobierno, de inversión financiera y servicios sociales.

Podemos incluso llegar a servirnos, tanto de éxitos como de tragedias sociales, para promover nuestra ideología y beneficio partidista. Esto ocurre en todos los pueblos y continentes.

¿Por qué no consultar a los ciudadanos, a las familias, a los educadores, sanitarios y profesionales en cada departamento, cultura y país, para conocer y respetar su competencia y propuestas locales para el bien común?

Todas las formas de imposición y de exclusión en nuestros planes de los que no piensan como nosotros son señales de poca madurez humana y profesional.

La falta de acuerdos globales en asuntos tan relevantes como la salud, la educación y la recuperación de una economía para el bien común delatan una falta grave de competencia y de responsabilidad en gran parte de los líderes políticos, económicos y académicos en todos los pueblos y culturas.

Cuando los líderes siguen atrincherados en su interés partidista y económico están traicionando el mandato y confianza que los ciudadanos les han otorgado para trabajar por el bien de todos, tanto en cada país, como en la UE, o en la UA.

Algunos líderes mundiales están buscando pactos globales en diversos campos, como el de la educación, sanidad y desarrollo sostenible. (ODS de la ONU).

El Papa Francisco sigue promoviendo un Acuerdo Mundial sobre el tema: Reconstruir el Pacto Educativo Global.

El nuevo presidente de la CEE, Cardenal J.J.Omella, busca también con los Gobernantes y el Parlamento, un nuevo Pacto Global Educativo que sea inclusivo, equilibrado y ético, que respete la dignidad humana y promueva el desarrollo integral de toda la ciudadanía.

Se trata de encuentros para «reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones, “renovando la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión”.

Hoy más que nunca, es «necesario» unir los esfuerzos por una alianza educativa amplia «para formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna».

Buscamos un compromiso para generar una red de relaciones humanas, abiertas y fraternas, como indicamos en el Documento firmado con el Gran Imán de Al-Azhar, en Abu Dabi, en febrero 2019.

Construir el futuro del planeta requiere, en primer lugar, tener la valentía de colocar a la persona en el centro de todos nuestros planes para el desarrollo.

Otro paso es la valentía de invertir las mejores energías con creatividad y responsabilidad, para capacitar personas abiertas, responsables, disponibles y capaces de ponerse al servicio de la comunidad y de las personas necesitadas.

Debemos ser protagonistas de un nuevo humanismo solidario que supere la ambición de poder y acaparar con una actitud y compromiso de cuidado de los demás y de la Casa común.

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