¿Sirven las armas chinas para promover la paz en África?

16/09/2019 | Editorial

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Los líderes militares de China han invitado a los jefes de los ejércitos africanos a Pekín para discutir las misiones de mantenimiento de la paz. Sin embargo, según expertos, la estrategia militar de China en África también tiene otros objetivos.

En 2011, las tropas chinas se desplegaron por primera vez en el continente africano y por aquel entonces, el gobierno de Pekín había enviado una fragata a la costa libia para supervisar la evacuación de 35.000 ciudadanos chinos del país devastado por la guerra.

Hoy, unos ocho años después, la presencia de soldados chinos se ha convertido en algo habitual, al menos en algunas partes del continente africano. El Ministerio de Defensa de China invitó a los jefes de ejércitos africanos a una cumbre en Pekín, del 14 al 20 de julio 2019.

China está predominantemente interesada en consolidar su presencia en África, por ejemplo, mediante la intensificación de la colaboración con la Unión Africana, más ejercicios de entrenamiento policial y militar y más tropas de mantenimiento de la paz. Aquí es también donde la base militar de Djibouti desempeña un papel crucial.

Para China, sin embargo, Djibouti no sólo tiene importancia militar, sino que la pequeña nación del Golfo de Adén es también un centro de importancia estratégica para el proyecto de firma económica del Presidente Xi Jinping. El puerto de Djibouti es el punto de partida de una nueva línea ferroviaria hacia Addis Abeba, la capital de Etiopía, una línea financiada y construida por China.

Proyectos de construcción similares deben asegurar que, en el futuro, las líneas ferroviarias estén operativas en todo el este de África. China utiliza estos foros internacionales, como instrumento para salvaguardar sus intereses económicos en el continente.

A lo largo de las tres últimas décadas, China se ha convertido en una de las potencias económicas y militares más formidables del mundo, superando a Estados Unidos como el mayor socio comercial de África y financia más de 3.000 proyectos importantes de infraestructura básica del continente.

Más de 10.000 firmas chinas operan en África y dominan casi 50 por ciento del mercado de construcción contratado internacionalmente en África.

China pasó del proveedor mundial de mano de obra barata a uno de los principales financiadores del Sur en desarrollo, a través de una cierta cooperación económica.

China logra el sueño colonial de unir por raíles las costas de África. Los imperios británico y francés lo intentaron durante el siglo XIX, uno de este a oeste y otro de norte a sur. Los dos fracasaron. Ahora, Pekín acaba de hacer posible el viaje desde el océano Índico hasta el Atlántico a bordo de un convoy de lujo en un viaje de 15 días.

Además, los chinos están muy implicados en la construcción de una red de autopistas conocida como Trans-African Highway para unir las principales capitales del continente de Dakar a Mombasa, de Lagos a Argel y de Trípoli a Ciudad del Cabo.

África despega y está mostrando una nueva cara del continente. Existe otra África. Más allá de los titulares sobre guerras y refugiados. Un continente que crece y que está en movimiento, que viaja, emprende y hace negocios.

Existe una nueva disputa por África. China en África, supone también un nuevo imperialismo.

En ningún lugar del mundo, el ascenso de China como potencia global se palpa más que en África, donde destaca como primer socio comercial y acreedor. Pero esa pujanza causa recelos y los más suspicaces denuncian ya un nuevo imperialismo.

Desde Ciudad del Cabo a El Cairo, pasando por Nairobi o Lagos, la presencia del gigante asiático en el continente resulta abrumadora: aeropuertos, carreteras, puentes, ferrocarriles, plantas hidroeléctricas, estadios, faraónicos edificios oficiales y -cómo no- teléfonos móviles llevan a menudo la marca de China.

Quizás la obra más simbólica de la estrecha relación entre África y China sea la propia sede de la Unión Africana (UA) en Adís Abeba, un suntuoso y moderno complejo de veinte pisos de altura que costó 200 millones de dólares y fue un «regalo» del Gobierno de Pekín.

Más allá de esa generosidad retórica, el «dragón asiático» ha convertido el continente en un tablero esencial para exhibir su modelo de liderazgo en la carrera por la hegemonía mundial.

Desde entonces, China ha desbancado a Estados Unidos como primer socio comercial del continente. Según cifras oficiales, el volumen del comercio chino-africano se cifró en 2017 en nada menos que 170.000 millones de dólares.

Frente a la ayuda al desarrollo occidental, atada con frecuencia a condicionantes políticos, China dice fomentar inversiones y préstamos basados en la idea del beneficio mutuo sin intromisiones en asuntos nacionales, una opción que suena muy atractiva para los gobiernos africanos, que no aceptan rendir cuentas.

Lo conoceremos por sus resultados. De momento, ni las armas chinas están en África para construir la paz, ni las inversiones chinas tienen como principal objetivo el desarrollo sostenible y ecológico del continente africano.

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