“Seguridad alimentaria” o el derecho “a vivir”

27/01/2009 | Editorial

Los 26 y 27 de enero acaban de reunirse en Madrid 95 países con intención de concretar los compromisos alcanzados en Roma durante la cumbre de la FAO, en junio del 2008. En dicha cumbre se acordó reducir, para el 2015, el número de afectados por el hambre al 50%. Curiosamente, al acontecimiento actual se le ha llamado: “Reunión de Alto Nivel sobre Seguridad Alimentaria” y ha sido organizado por España y la ONU.

Aunque sea muy loable el intento de reducir al 50% la cifra de los afectados por esta calamidad, hay que decir que, ciertamente, hoy tenemos la posibilidad de convertir el hambre en una historia del pasado. Incluso en tiempos de crisis, como la nuestra, el objetivo de erradicar completamente el hambre del planeta no es una quimera. Es un objetivo realizable a corto plazo, si existe una auténtica voluntad política.

Poco a poco estamos construyendo una mentalidad de “fortaleza europea”, una torre de marfil, un espacio cerrado, “seguro”, a costa de quienes están más allá de nuestras fronteras y contra quienes, pensamos, tenemos que defendernos. Alguien interpretó la expresión “seguridad alimentaria”, como una referencia a las estrategias que España debe de tomar para “defenderse contra la avalancha de hambrientos que intentarán invadirnos”. Tal aberración esperemos quede confinada a tan solo un pequeño grupo de ignorantes radicales.

Estamos persuadidos que, para la mayoría de los seres humanos, “seguridad alimentaria” indica el derecho fundamental que tiene cada persona a una alimentación adecuada y no solo se refiere a la esperanza de llenar el estómago para seguir sobreviviendo. Nos quedaríamos muy cortos, por otro lado, si considerásemos el hambre solo como carencia de alimentos con sus nefastas las consecuencias. El “hambre” es también una alimentación desequilibrada, en especial cuando ésta afecta a los más vulnerables: a los niños, los ancianos, las mujeres embarazadas y a los enfermos. El desarrollo corporal, mental y social equilibrado de un niño no depende de que coma para “sobrevivir”, sino de que se nutra adecuadamente para poder “vivir” plenamente. Lo mismo hay que decir del desarrollo equilibrado del feto, de la capacidad de recuperación de un enfermo, y de la calidad de vida de un anciano.
Es hora de que nuestros objetivos tengan en cuenta los principios básicos de la nutrición y que éstos sean accesibles a todos.

Para alcanzar dichos objetivos el dinero no basta, y confiamos que esta conferencia no se limite solo a pedir contribuciones económicas a “países donantes”. Es necesario además elaborar:

– Una política agraria que premie a los agricultores por los riesgos que corren; que garantice ayudas en caso de pérdidas de cosechas; que retribuyan unos ingresos dignos por las cosechas producidas y que recompense un sistema agrícola sostenible con bajo impacto medioambiental;

– Una política económica internacional que promueva el comercio justo.

– Una política de comercio internacional que haga viable y beneficiosa la inversión agraria, y haga accesible los alimentos básicos a toda la población.
– Una política de derecho internacional que asegure la soberanía alimentaria de cada Estado.

¡Todavía queda mucho por hacer! Esperemos que la abrumadora tarea que nos espera no nos haga caer en la inacción a causa de la desesperanza. Fallar en este derecho básico cuesta millones de vidas. La Seguridad Alimentaria es el derecho de cada persona a nutrirse adecuadamente. Esperamos conseguirla.

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