Se puede matar al mensajero, pero no el mensaje

4/02/2008 | Opinión

La primera semana de enero, la fraternidad de medios de comunicación de Tanzania, presenció terribles ataques contra la libertad de prensa, cuya misión era principalmente silenciar las investigaciones de historias que se están llevando a cabo, que había publicado el tabloide Mwana Halisi, durante los últimos meses.

El director de ‘Mwana Halisi’, Saed Kubenea, que fue atacado por un desconocido, ha estado dirigiendo una investigación sobre corrupción masiva en la que están involucrados personajes clave de la élite que está en el poder.

El ataque contra el señor Kubenea es otro intento de matar al mensajero con la intención de evitar que el mensaje llegue al público. Kubenea es una víctima de la élite corrupta y codiciosa, que está temerosa de su propia sombra por malos actos cometidos contra el pueblo.

En Tanzania, hemos estado presenciando un creciente grupo de políticos influyentes que hacen uso de dinero negro como un arma para defender su actual posición. Este grupo ha logrado alcanzar oscuros acuerdos para acumular riqueza durante los últimos años, antes de decidir invertir a gran escala en asuntos políticos.

Una vez que han logrado influencia política, estos timadores se enfrentan ahora a los que denuncias las prácticas ilegales para asegurarse de que ningún aspecto oscuro de sus acciones en el pasado es expuesto en público. Pero está escrito: “Se puede matar al mensajero, pero no se puede evitar que el mensaje llegue al pueblo”.

Hace 2.000 años, Jesucristo fue crucificado principalmente para evitar que su mensaje llegase a todo el mundo. Para justificar sus maldades, algunos judíos extremistas, en colaboración con el Gobernador provincial de Roma, acusó a Jesucristo de “traición” o “sedición”, así como de engañar al pueblo con sus enseñanzas. Tras esto fue clavado en la cruz.

Pero sobre todo Jesús fue ejecutado para evitar que su mensaje alcanzase a una audiencia más amplia. Los sacerdotes judíos y sus homólogos en la jerarquía hicieron sus cálculos y vieron un oscuro futuro. La decisión final fue que debían comprar a este hombre, o, si eso fallaba, librarse de él.

En cualquier caso, la pregunta que hay que responder hoy en día es: ¿lograron evitar que el mensaje llegase a la audiencia a la que iba dirigido, tras matar a Jesucristo? Definitivamente la respuesta es no. Dos años después de que Jesucristo fuese crucificado, su mensaje de salvación, amor y paz ha alcanzado a 3.000 millones de personas, a partir de las 5.000 ante las que él predicó en aquel monte en el que les alimentó con pan y peces gracias a un milagro.

Pasó lo mismo con el profeta Mohammed, cuando Alá le dio el mensaje sagrado para su pueblo, él también se enfrentó a problemas similares, como la oposición y las tentaciones de los paganos que le veían como una amenaza a su sociedad y a sus asuntos.

Jesús y Mohammed no eran periodistas, pero estoy convencido de que utilizarles como ejemplo es provechoso, porque nos dan una lección que debemos aprender. La lección es muy simple: puedes matar al mensajero pero no el mensaje.

Además de estos dos entregados servidores de Dios, tenemos unos cuantos activistas por la libertad y los derechos humanos que han sido silenciados por regímenes anteriores para impedir que el mensaje llegue a la audiencia a la que se dirigía.

En Suráfrica, Steven Bantu Biko, fue brutalmente asesinado por el régimen del Apartheid, en septiembre de 1976, para impedir que los surafricanos obtuvieran su libertad, pero casi dos décadas después, en 1994, el país alcanzó un gobierno de mayoría negra, acabando con siglos de dominio Boer.

Biko fue uno de los verdaderos héroes de Suráfrica que dedicaron su vida a liberar a nuestros hermanos y hermanas de las cadenas de la opresión y la discriminación racial, antes de ser brutalmente asesinado.
Unas horas antes de su muerte, Biko había dicho, “O estás vivo y orgulloso o estás muerto, y cuando estás muerto, no puedes estás de ninguna manera”.

Como muestra de su elevado ánimo y posición, además dijo a la policía, unos minutos antes de su muerte, “Es más necesario ver la vedad tal y como es cuando te das cuenta de que el único vehículo para el cambio son esas personas que han perdido su personalidad”.

Sin embargo, Biko, que finalmente se negó a obedecer a los Boer, fue brutalmente asesinado, y sus palabras y legado permanecen incluso hoy, no sólo entre los surafricanos, sino también en el resto del planeta, especialmente entre los devotos y creyentes en la justicia para todos.
Patrice Lubumba se enfrentó a una tragedia similar, al ser brutalmente asesinado tras su postura firme contra los opresores y sus colaboradores en el Congo Leopoldville, de los años posteriores a la independencia, después Zaire, y después rebautizado como República Democrática del Congo.

La conspiración para matar a Lubumba fue concevido por funcionarios de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos, CIA, y acudieron al ambiguo y corrupto coronel del ejército, Joseph-Desire Mobutu, para que lo llevase a cabo, aliado con el líder separatista Moise Tshombe y el Presidente Josph Kasavubu. El coronel Mobutu después se autoproclamó comandante general, y derrocó a Kasavubu, mandando a Tshombe al exilio y muerte a Marruecos, décadas después.

La CIA estaba tan involucrada en el asesinato de Lubumba que incluso llegó a enviar al Congo pequeñas remesas de veneno, para que llegasen a escondidas al personal de servicio de la residencia de Lubumba, para hacer posible la muerte lenta e indetectable muerte del líder, por envenenamiento. Pero, para nuestra enseñanza, la verdad salió más tarde a la luz.

Patrice Lubumba, mientras se enfrentaba a la muerte, siguió desafiando. En su última letra escrita a mano, esto es lo que escribió: “Ninguna brutalidad, maltrato, o tortura me ha obligado jamás a pedir clemencia, ya que prefiero morir con la cabeza bien alta, mi fe firme, y mi profunda confianza en el destino de mi país, a vivir en sumisión y desdén de mis sagrados principios.

Después dijo a su mujer, “no llores por mí, mi querida compañera. Sé que mi país, que sufre tanto, sabrá cómo defender su independencia y su libertad ¡Larga vida al Congo! ¡Larga vida a África!”.

En 1996, Ken Sarowiwa fue ahorcado por el régimen del general Sani Abacha, en Nigeria. Su intención principal con la ejecución era evitar que su mensaje llegase al pueblo Ogoni, que vivía en una pobreza abyecta mientras que su territorio producía incontables barriles de petróleo cada día.

Ante el Tribunal de Disturbios Civiles que lo juzgó y condenó a muerte el 31 de octubre de 1995, en Port Harcourt, Ken Sarowiwa dijo estas palabras: “No tengo ninguna duda en absoluto sobre el éxito final de mi causa, no importa los juicios y tribulaciones que yo y los que piensan como yo podamos encontrar en nuestro camino”. Y después concluyó: “Ni la prisión ni la muerte podrá detener nuestra victoria final”.

He utilizado su ejemplo para mostrarles que en cualquier parte del mundo, cuando el mal prevalece y supera a la sociedad, finalmente lo que acaba venciendo es la justicia.

Mientras Kubenea luchaba por una buena causa, investigando y desenmascarando a los culpables de estafar fondos públicos mediante acuerdos fantasma, estos ataques no detendrán el mensaje.

A todos los periodistas, debemos permanecer unidos, no solo en nuestro beneficio, sino por un futuro mejor para la próxima generación, defendiendo la libertad de prensa sin incumplir la ley ni abusar de la profesión.

Y la única herramienta para ganar esta batalla es buscar y contar la verdad. La verdad nunca muere, pero algunas veces lleva a una vida de tormento.

No obstante, en la búsqueda de la verdad, meted esto en vuestra cabeza, ninguna historia en sí vale tanto como vuestra vida, pero decir la verdad puede hacer que los opresores piensen en hacer algo con vuestras vidas.

Richard Mgamba

The Citizen

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