Se necesitan nuevas formas de financiación de los programas sociales cruciales

22/07/2011 | Opinión

Los temas de los titulares de Kenia y Uganda durante las últimas semanas han sido sobre las deficiencias del sistema de educación gratuita. La inmensa factura está pagada, sobre el papel, por el estado, pero en realidad, la cubren los donantes.

En Kenia, el hurto oficial de decenas de millones de dólares que iban destinados a los estudiantes pobres ha puesto de relieve el putrefacto estado que afecta a los proyectos financiados por los donantes en muchos ministerios africanos.

En Uganda, como en Kenia, los directores de escuelas han amenazado con cerrar los centros debido al retraso en la llegada de los fondos destinados a los programas.

Consternados por la magnitud del robo en Kenia, muchos analistas han pedido que los donantes, como el Departamento de Desarrollo Internacional Británico, suspendan sus contribuciones, por lo que algunos de estos “socios de desarrollo”, escuchando la llamada, han pedido que les devuelvan su dinero.

Pero mientras se capta el significado de la podredumbre sistémica del servicio civil, el barullo no deja que se llegue a conocer de manera generalizada la realidad básica del dinero de la Ayuda.

Es ampliamente aceptado el hecho de que hay pocos resultados que mostrar por el más de un billón de dólares que se ha enviado al África subsahariana en ayuda, a lo largo de los últimos 60 años. En realidad, estudio tras estudio, demuestran que la mayoría de los países africanos que aceptaron dinero de Ayuda ahora están peor de lo que estaban antes de la independencia.

Sin embargo, a pesar de las abrumadoras evidencias de que los donantes simplemente están tirando un buen montón de dinero inútilmente, miles de millones de dólares continúan llegando a la región.

Objetivo: préstamos

En segundo lugar, los donantes siguen sin saber encontrar un enfoque efectivo después de décadas de políticas de crecimiento fallidas en el África subsahariana, desde la atrofiada década de industrialización de los 60, hasta los catastróficos Programas de Ajuste Estructural de los años 80.

El enfoque actual es de asalto con grandes fondos, con el optimismo de que una avalancha de dinero como “objetivo” resultará ser la elusiva bala de plata [solución definitiva], de ahí la llegada de iniciativas como el Consenso de Monterrey, de 2002.

Cansados, y escamados, los donantes saben que su dinero será malversado, pero siguen dándolo con la esperanza de que a pesar del huroneo corrupto de los fondos, alguna fracción logrará llegar a los receptores a los que iba destinado en los pueblos, lo cual es mejor que nada.

De este modo, los funcionarios corruptos de los ministerios saben que la ayuda sigue siendo una fuente de fondos garantizada, y se ven animados a hundir más aún sus garras en este dinero.

Para evitar a estos saqueadores avaros, lo que se necesita son nuevas formas de financiación innovadora de este tipo de programas cruciales para el desarrollo social, como la sanidad y la educación.

La famosa economista Dambisa Moyo ha sido aclamada por sus ideas sobre financiación beneficiosa para los gobiernos africanos perennemente escasos de efectivo. Tomando prestadas libremente sus ideas, ¿qué pasaría, por ejemplo si, digamos, los gobiernos de Kenia y Uganda estructurasen bonos internacionales para sus programas de Educación gratuita?

Tiempos difíciles

A pesar del hecho de que los planes de emitir un eurobono siguen estando moribundos en Kenia, los estrictos requisitos que hay que cumplir para atraer a los inversores privados a los mercados del capital global supondrían un gran avance en cuanto al aumento de responsabilidad, tan desesperadamente necesaria en África.

Puedes engañar a los mercados de capital privado una vez, pero una segunda vez sería una misión muy difícil, incluso para los estándares de contabilidad creativa que prevalecen en la región.

Los gobiernos africanos también podrían encontrar maneras de aprovechar las remesas de dinero efectivo de su vasta diáspora, que sigue siendo una fuente de ingresos estable, incluso en tiempos difíciles. Las noticias sobre que el Banco Central de Kenia pretende recaudar 600 millones de dólares de su diáspora este año mediante instrumentos de débito concretos, han sido muy bien recibidas. Dado que debe devolver este dinero y con una prima, es menos probable que se tolere el robo de dichos fondos.

El problema con la ayuda, especialmente la dada como subvención, es que no hay que devolverla y por tanto es un objetivo fácil para los funcionarios avariciosos.

El principio básico es destetar los programas sociales importantes del dinero de la ayuda, que tiene sus críticos vociferantes y que se ha demostrado que engendra corrupción, y hacerlos depender de fuentes de financiación que pidan rendición de cuentas, que a largo plazo demostrarán ser menos caras.

En una pequeña nota aparte, es preocupante escuchar al primer ministro británico, David Cameron, en su recortado viaje a África esta semana, defender la creación de una gran zona de libre comercio para la región. Así, a primera vista, tiene sentido, si el ejército de peces gordos que le acompañaba no hubiera hecho obvio cuáles eran sus verdaderas razones.

LEE MWITI

(Africa Review, Kenia, 20-07-11)

Traducido por Rosa Moro, de Fundación Sur.

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