Se bebe, pero menos

17/04/2019 | Opinión

Según The Economist de esta semana, la Hisbah, la policía religiosa del estado de Kano (10 millones de habitantes), en el norte de Nigeria, ya no es lo que era. Aún cuenta con 7.000 agentes, pero son 2.000 menos que hace unos años. Siguen destruyendo botellas de cerveza y licores, pero en menor cantidad. Y su interés se concentra cada vez más en los asuntos de familia de la mayoría musulmana, dejando que los cristianos, y también algunos musulmanes, beban a su aire y en paz. La Sharia es la base del sistema judicial en 9 de los 36 estados de Nigeria, todos en el norte del país. En otros 3 (Kaduna, Níger y Gombe), también al norte, la sharia se aplica únicamente a los musulmanes Pero a pesar de las protestas de los clérigos musulmanes, buena parte de los políticos del norte ya no ponen mucho interés en erradicar el alcohol y la fornicación. En parte porque los votantes, que son los que cuentan, quieren que se les deje en paz. Y también porque con menos dinero en los presupuestos, no es el caso de gastarlo en la policía religiosa.

Tal vez al leer estas líneas, habrá quien, recordando sus viajes a Jordania, Senegal o a Túnez, pensará: “¡Pero si ya sabemos que también a los musulmanes les gusta el alcohol, y hasta el jamón serrano!”. Cierto, pero esa es sólo una “media verdad”.

Esa media verdad parece confirmarla el persa Abu Nuwas (+814), uno de los más grandes poetas clásicos árabes, conocido por su Khamiriyyat, poesías sobre las bondades del vino, que llega a describir en una de sus odas cómo una noche en una taberna de Bagdad terminó bebiendo un licor muy fuerte, “caliente como un hierro ardiente”. Y es que también fueron árabes los que perfeccionaron la técnica de la destilación, de la que ya hablan antiguos escritos egipcios y que se practicaba en China en el siglo 9 a-C. El término al-kohl (en realidad el antimonio usado en el maquillaje de los ojos) fue utilizado por los alquimistas árabes para describir substancias purificadas, y se aplicó a los alcoholes destilados para distinguirlos del khamr, las bebidas fermentadas como el vino.

alcohol_drogas_cc0.jpg¿Confirman las estadísticas lo que los visitantes intuyen al visitar algunos países musulmanes? Consultando Ecofin (Agencia de información económica africana basada en Yaoundé y en Ginebra, cifras de 2017) y Oumma.com (“Un regard musulman sur l’actualité”, cifras de 2018), Gabón sería el país africano en el que más alcohol se bebe, 9,01 litros por habitante, seguido de Nigeria (8,9L). En ese cómputo se tiene en cuenta el alcohol contenido en vinos, cervezas y licores destilados. Entre los “abstemios” se encuentran tres países musulmanes: Argelia (1L), Marruecos (0,9L) y Senegal (0,25L). Y entre los más abiertos al turismo, Túnez (1’5L) consume de media el doble que Jordania (0’7L). Naturalmente, esas cifras son mucho menores que las de Europa en dónde según la OMS, la media en el consumo de alcohol por habitante es de 9’8L (Lituania 15L, Francia 12’6L, España 10L). La media en Turquía, país europeo y musulmán, es de 3,4L. Algunas de las cifras ofrecidas por Oumma, por inesperadas, son de lo más llamativo: En los Emiratos Arabes Unidos, la media sería de 4’5L (¿A causa de los trabajadores extranjeros?) y en Sudán, una vez independizado el Sur cristiano, 2’7L por persona.

Hasta aquí la “media verdad”. Tres puntos ayudan a comprender la otra “media verdad. El primero es que, a diferencia del cerdo, prohibido explícitamente en el mismo Corán (“Os ha prohibido la carne de animal que haya muerto, la sangre, la carne de cerdo y lo que se inmoló en nombre de otro que no sea Dios”, Azora 2, “La Vaca”, aleya 173), a propósito del alcohol leemos: “El vino, los juegos de azar, las estatuas y la suerte de las flechas son una abominación inventada por Satán. Absteneos de ellas y seréis felices” (Azura 5, La Mesa, aleya 92). El vino sería pues sólo “desaconsejado”, una de las cinco categorías en las que los juristas musulmanes dividen los actos humanos (obligatorios, recomendados, permitidos, desaconsejados y prohibidos). Es cierto que la mayoría de los ulemas se acuerdan en afirmar que el alcohol está prohibido. Pero no todos. En 2012, el jeque Saâd Eddine El Hilali, profesor de Derecho Islámico en Al Azhar, una de las principales universidades sunitas, declaró “halal” (permitido) la cerveza y el vino de dátiles, a condición de no emborracharse. La fatwa del profesor se basaba en una interpretación de tipo hanafista (la más abierta de las cuatro escuelas jurídicas suníes).

El segundo punto tiene que ver con cuales musulmanes se han codeado esos occidentales que han sacado la impresión de que se bebía mucho en tierra del Islam Hace unos años, viviendo todavía en Túnez, organicé una sesión sobre el Islam para los recién llegados a la diócesis, entre ellos el nuevo obispo palestino. Kmar Bendana, profesora universitaria y buena amiga, dio una conferencia. Fue un éxito. Pero el obispo, Maroun Lahham, me preguntó: “¿Y por qué no has invitado a un islamista? Los musulmanes que nos aprecian, ya los conocemos, y convendría escuchar el punto de vista de los otros, los que no nos quieren”. Y sí, entre quienes nos aprecian, y entre quienes trabajan a nuestro lado, hay quienes beben cerveza y vino. Y se sienten “buenos musulmanes”. Tradicionalmente el “buen musulmán” no exagera, camina por el medio, busca el equilibrio también en la manifestación de su fe, no le molesta codearse con un cristiano, y a veces hasta bebe un vaso de vino. Con la llegada de los islamistas, según los cuales se tiene la impresión de que todo está prohibido menos lo que es obligatorio, los “buenos musulmanes” han perdido en visibilidad. La están recuperando poco a poco, por lo menos en África del Norte. En la mayor parte de los países subsaharianos nunca la perdieron.

El tercer punto es de sentido común, y lo confirman las estadísticas. Se bebe alcohol en los países musulmanes, pero se trata en general de una minoría que, de ahogados al río, tiende en muchos casos a beber más de la cuenta. Según Oumma.com, en Argelia (1L de media por habitante), los bebedores consumen una media de 10,9L. En Marruecos (0’9L por habitante) la media de los bebedores es de 17’1L. En Túnez (1’5L por persona), el más abierto de los países árabes, el bebedor medio sopla 26’2L de alcohol. Muy significativo es el caso, siempre según OUmma.com, del país en el que se aplica la sharia de manera más estricta, Arabia Saudí. La media en el consumo de alcohol por persona es tan sólo 0’2L. La de los bebedores es de 3’9L.

¿Conclusión? Hay muchos robos en España, pero los ladrones son minoría. Y es una pequeña minoría la que bebe en los países musulmanes, incluidos los 12 estados del norte de Nigeria.

Ramón Echeverría

[Fundación Sur]


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Autor

  • Echeverría Mancho, José Ramón

    Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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