Rusia se hace sitio en África

7/03/2019 | Opinión

Se diría que la Rusia de Vladimir Putin está intentando recuperar el tiempo perdido en África tras la desaparición de la Unión Soviética. Sergei Lavrov, sempiterno ministro de Exteriores ruso, visitó en marzo de 2018 cinco países africanos: Namibia, Mozambique, Zimbabue, Angola y Etiopía. Luego en julio, Vladimir Putin asistió en Johannesburgo a la décima reunión del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). En la primera semana de octubre de 2018, durante la “Semana Rusa de la Energía”, tuvo lugar la primera Mesa Redonda Rusia-África sobre Energía. Y el 22 del mismo mes la Asociación Mundial de Antiguos Alumnos de Universidades Rusas y la “African Business Initiative Union” organizaron, siempre en Moscú, el Primer Foro Social Rusia-África. En su discurso inaugural Sergei Lavrov aludió al objetivo para potenciar al máximo las relaciones entre Rusia y los países africanos. Ya en 2019, el pasado mes de enero el ministro de Exteriores ruso visitó Argelia, Marruecos y Túnez. En junio se reunirán los accionistas,-Rusia es uno de ellos-, del African Export-Import Bank (Afreximbank). Y en octubre, en Sochi, con ocasión de la Primera Cumbre Rusia-África, se celebrará igualmente el Primer “Russia-Africa Business Forum”. ¿Quién da más?

Durante el siglo XX la Unión Soviética ayudó material e ideológicamente a muchos países africanos. Angola, Mozambique, Guinea-Bissau, RD Congo, Egipto, Somalia, Etiopia, Uganda, Benín… todos recibieron ayuda diplomática, y a menudo militar, en sus primeros pasos tras la descolonización. Con la caída del Muro de Berlín y la disolución de la URRS, esas relaciones se debilitaron. Rusia estaba buscando una nueva identidad en el Nuevo Orden Mundial y su mirada se dirigía más bien hacia los países de Occidente. Ha pasado un cuarto de siglo y dos factores hacen que eso esté cambiando. Los tradicionales socios occidentales de África comienzan a ensimismarse en sus propias preocupaciones, y sus prioridades se llaman ahora Seguridad y Migraciones. Y luego está Vladimir Putin, dispuesto a que Rusia recupere su antigua gloria. Asediado por los occidentales, busca en África apoyos al mismo tiempo que llena los huecos políticos que se van creando. Así por ejemplo, Rusia firmó el año pasado un acuerdo de defensa y de cooperación con la República Centroafricana, y a finales de agosto, con la ayuda de Sudán, organizó en Jartum un encuentro entre tres grupos rebeldes, exSeleka, mayoritariamente musulmanes, y los dirigentes de los Anti-Balaka. En el acuerdo final se aceptó, con el asentimiento de la ONU y del gobierno de Bangui, la misión de mediación de la Unión Africana. Rusia ha firmado también acuerdos de cooperación militar con la RD Congo, Etiopía, Guinea, Mozambique y Marruecos. Otro acuerdo con Eritrea, firmado el año pasado, le permitirá construir una base logística en Eritrea que facilitará a las naves rusas el acceso al Mar Rojo. Y también está previsto que venda a Egipto helicópteros y aviones de caza Mig-29.

La República Centroafricana es un país rico en madera, oro, diamantes y uranio. La presencia rusa en el país indica también la importancia de lo económico en las relaciones que Rusia busca en África. Lo admitieron explícitamente cuando se encontraron con Faustin-Archange Touadéra, presidente de la República Centroafricana; primero Sergei Lavrov en Suchi en 2017, y luego Vladimir Putin en San Petersburgo en mayo de 2018.

En lo económico Rusia busca sobre todo participar en proyectos de energía nuclear y de extracción de minerales. En su visita a Namibia en mayo de 2017, el vice-primer ministro Yury Trutnev propuso la construcción de una central nuclear que aprovechara el uranio del país (cuarto productor mundial), en cuya producción participa ya Techsnabexport, rama comercial de Rosatom, la compañía estatal rusa especializada en energía nuclear. Precisamente Rosatom va a construir a partir de 2020 una central nuclear en El Daaba, en la provincia egipcia de Matrouh. La central tendrá una capacidad de 4.8GW, según un proyecto publicado en julio de 2018. En enero de 2018, el presidente de Angola João Lourenço firmó un decreto por el que se permitía al grupo ruso de minas de diamantes Alrosa participar en un 16,4% en el capital de Catoca Ltd Mining Co., la empresa angoleña para la extracción y venta de diamantes fundada en 1997. En marzo de 2018, la empresa ruso-zimbabuense Grat Dyke Investments anunció que iba a invertir 400 millones de dólares en la extracción y fundición de minerales preciosos en Darendale, Mashonaland, a unos 60km al oeste de la capital Harare. La empresa espera producir 27 toneladas anuales. Zimbabue es el tercer productor mundial de platino, detrás de Sudáfrica y Rusia.

Numerosos artículos especializados han intentado explicar el renovado interés ruso por el continente africano. No voy a enumerarlos. Pero sí quiero observarlo todo con un poco de sentido común. Por lo menos en política rige todavía el principio formulado por Rabelais de que “La naturaleza aborrece el vacío” (Ya Aristóteles defendía la no existencia del vacío). El incipiente desinterés por África (excepto cuando se trata de seguridad y emigrantes) está siendo remplazado por el interés de chinos y rusos. Medio siglo después de la descolonización, estos buscan hoy en África lo mismo que los ex colonizadores: influencia política y minerales. Además, Rusia está condonando una deuda africana pendiente desde los tiempos de la URSS, de 20.000 millones, de dólares transformándola, según explicaba recientemente Mikhail Bogdanov, representante oficial de Putin para el Medio Oriente y África, en influencia política y participación en las economías africanas afectadas. De ahí la simpatía hacia Rusia de quienes conocieron en el pasado las ayudas soviéticas y la de muchos jóvenes africanos que no han conocido los viejos tiempos, pero que de entrada admiran a la Rusia de Putin por no ser el Occidente que los colonizó.

Por último, quiero citar un párrafo de un artículo de Johan Burger en New African Magazine del 12 de noviembre de 2018: “Los avisos chillones de los medios occidentales de que China y Rusia están empeñadas en una «nueva colonización» de África, además de simplistas, están en gran parte cayendo en oídos sordos. África puede pensar por sí misma, gracias. La pregunta para los responsables de la política exterior africana es ahora cómo actuar de manera inteligente, desde una posición de relativa fortaleza, para aprovecharse ventajosamente del interés no sólo de China y Rusia, sino también de la India, Japón, Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Turquía para su ventaja. Y servirse de esos nuevos lazos para lo que tanto necesita, su crecimiento económico”.

Ramón Echeverría

[Fundación Sur]


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Autor

  • Echeverría Mancho, José Ramón

    Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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