Respetar y tolerar la fe de otras personas es vital

31/03/2008 | Opinión

No estoy muy seguro de a dónde quería llegar el Presidente Muammar Gadaffi cuando dijo que la Biblia es un fraude a la que le faltan algunos textos importantes. Puede que lo que estuviese sugiriendo es que los cristianos y los musulmanes pueden encontrar que tienen más en común de lo que jamás pudieron imaginar.

Si era ese el mensaje, entonces se perdió en la traducción. Independientemente de lo que quisiera decir Gadaffi, y dejando a un lado el llamamiento inicial del Presidente Museveni a los líderes cristianos para que explicasen las discrepancias a las masas, el verdadero asunto en cuestión es el respeto y la tolerancia hacia las comunidades con una fe diferente.

Atacando la Biblia, Gadaffi no fue respetuoso o tolerante con la fe cristiana. Ahora, con tantas religiones importantes en el mundo, no necesito saber lo que cada religión dice sobre cada cosa del mundo. Ni siquiera necesito saber cómo cada religión llega a su noción de fe.

Sería imprudente, por no decir inútil, intentar calcular si estoy de acuerdo con ellos o incluso si ellos entran en conflicto con mis creencias cristianas. Todo lo que necesito saber es que detrás de cada religión hay una persona que cree en ella. Esto explica por qué, por ejemplo, he considerado que la caracterización del profeta Mohamed en viñetas es ofensiva.

Estos dibujos, desde mi punto de vista, son simplemente provocaciones innecesarias que sólo pretenden dar la fácil y falsa imagen de que los musulmanes de todo el mundo son intolerantes y se ofenden con mucha facilidad por unas caricaturas.

El argumento de que los cristianos no se ofenderían por unos dibujos similares de Jesús, María u otros símbolos religiosos cristianos, vale para ganarse la antipatía de los musulmanes como si fueran fanáticos demasiado susceptibles. La cuestión es ¿por qué hay que caricaturizar al profeta Mohamed? ¿Con qué propósito?

Sabiendo eso, como cristiano, debo decidir cómo negociar mi relación con los demás. Mi punto de partida no puede ser el que intenta desacreditar a todas las demás religiones, mientras que ensalzo la mía.

Cuando se trata de creencias, puede que la lógica y la racionalidad no sean los mejores caminos a tomar.

En su lugar, acepto que sea lo que sea lo que otra gente cree, será para servir a sus necesidades. No puedo juzgar esas necesidades y no intentaré disuadirles de seguir sus creencias. Les respeto en sus creencias. Esta era la actitud de mente abierta que tomé con migo para asistir a un simposio musulmán, al que asistí hace unos días en la mezquita cercana a mi escuela.

El simposio estaba organizado por los musulmanes de la comunidad y las invitaciones se repartieron en persona, por dos mujeres con sus cabezas cubiertas por velos. Se invitó a no musulmanes a participar, a escuchar las enseñanzas del Corán, y a compartir el pan con los musulmanes.

Acepté asistir, junto con mis dos vicedirectores. Era la primera vez que estaba dentro de una mezquita. Con cuidado para no ofender a nadie, pregunté a mis anfitriones qué debía hacer, o más concretamente, qué no debía hacer en la mezquita.

Es interesante, que no hay muchas reglas por las que preocuparse. Empezamos con una cena en otro edificio, en el terreno de la mezquita. Nos mezclamos fácilmente con los demás y, como visitantes, estuvimos muy bien atendidos por nuestros anfitriones que insistían constantemente en que repitiésemos la deliciosa comida.

No hace falta decir que comí hasta que no pude más. Dentro de la mezquita, nos quitamos los zapatos, los metimos en bolsas con cremalleras y los pusimos en los estantes. Había muchos zapatos y nuestros anfitriones querían estar seguros de que no perdíamos los nuestros. Entonces, durante las dos horas siguientes, sentados codo con codo con los musulmanes en la enorme congregación, escuchamos cómo varios ponentes hablaron sobre la vida y las enseñanzas del profeta Mohamed.

Cada uno de los conferenciantes resaltaba una enseñanza específica de las diferentes suras del Corán, por ejemplo, las virtudes de la tolerancia, de la auto moderación, el amor, la devoción, y muchas otras. Los oradores seguían de cerca el texto del Corán y en ninguna parte el Corán menciona la violencia contra nadie.

Las lecciones estuvieron intercaladas con cantos de poemas tan hipnotizadores como hermosos. Estos cánticos fueron debidamente explicados en inglés al final, para que pudiéramos comprender de qué hablaban.

Debo decir que aquellas fueron las dos horas más cortas que he pasado en una casa de culto. Los oradores eran tan agradables como inspiradores. Los mensajes que transmitían eran aplicables universalmente, independientemente de las creencias religiosas.

A la salida, todo el mundo me abrazaba y me daba la mano, como si fuera el hermano desaparecido durante mucho tiempo. Sentí que aquella experiencia me había enriquecido mucho, y desde luego, pienso volver a asistir a otros eventos que se organicen en la mezquita en el futuro. Eso, en resumen, es el camino, exactamente, respetar la fe de los demás, donde estemos dispuestos a intentar comprenderles en sus propios términos, no desde el punto de vista de nuestras propias creencias de fe.

Gadaffi traspasó ese límite cuestionando la Biblia tal y como está escrita. Su anfitrión, el Presidente Museveni no ayudó mucho cuando pidió a los obispos que explicasen porqué ciertas cosas no están en la biblia.

Opiyo Oloya
Opiyo.oloya@sympatico.ca

Artículo publicado en el diario ugandés ‘New Vision’, bajo el epígrafe “Perspectiva de un ugandés en Canadá”, el 25 de marzo de 2008.

Traducido por Rosa Moro, del Departamento África de la Fundación Sur.

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster