República Democrática del Congo (RDC): una crisis artificial entre la legitimidad y la legalidad

7/02/2012 | Opinión

Cuando el “conglomerado de aventureros” instrumentalizado por Kigali invade nuestro país y es acogido por muchos de nosotros como un “liberador”, somos numerosos los que no comprendemos que viene a exacerbar una “crisis ética”, ya muy profunda. Los fraudes, fullerías y otras irregularidades registradas durante la última farsa electoral son la cara visible del iceberg.

Tras la segunda farsa electoral en noviembre de 2011, la RDC da la impresión de ser un país que está atravesando una “seria crisis política”. Algunos politicastros congoleños y sus padrinos hablan cada vez más de concertación para encontrar una salida. Algunos consideran que hay por una parte un poder legítimo y por otra un poder legal. El diálogo debería permitir hallar una “tercera vía”.

Ciertamente, es imperativo que los congoleños y congoleñas de todas las tendencias dialoguen entre ellos para volver a encarrilar su país. Y ese diálogo debería ser institucionalizado y permanente. Debería estar presente en todos los niveles de la gestión de nuestra convivencia. Sin embargo, vincular este diálogo a la crisis artificial creada pieza a pieza por la avaricia y la codicia de algunos de nosotros, puede ser signo elocuente de superficialidad. ¿Realmente, de qué hay crisis? ¿Cuál es la verdadera naturaleza de esta crisis? ¿Desde cuándo hay crisis?

La crisis es a la vez sistémica y antropológica. El “marionetismo” ha volcado; funciona al revés. Eso en primer lugar. Y en segundo lugar, los corazones y los espíritus de los partidarios de ese “marionetismo” han sido “comidos” por la avaricia y la codicia. Si hay crisis a ese nivel, es antropológica. Es decir que es a la vez política, económica, social, cultural, religiosa y espiritual. Varios de nosotros corremos con los gastos.

Expliquémoslo. Desde los años 60, cada vez que nuestro pueblo ha sido consultado en condiciones de equidad, justicia y libertad, ha sabido elegir bien a sus gobernantes. Las elecciones de 1960 son un ejemplo elocuente. Las consultas populares de Mobutu en los años 90, son otro. Las del mes de noviembre de 2011 han dado la prueba de su despertar y de su gran politización. En todas las etapas de nuestro caminar histórico común, la voluntad de nuestro pueblo ha sido ignorada por los “hacedores de reyes”. Lumumba fue asesinado el 17 de enero de 1961, él que había sido elegido por nuestro pueblo. Mobutu fue derrocado por países satélites sirvientes de las oligarquías del dinero en 1997 y las fuerzas del cambio que contribuyeron a ponerlo fuera de servicio son neutralizadas por un “conglomerado de aventureros” a sueldo de los “nuevos depredadores”.

Deseando cerrar ese largo paréntesis abierto por esos “nuevos depredadores”, nuestro pueblo eligió a un hijo del país para que le ayudase a avanzar en su lucha de autodeterminación y emancipación del yugo de los “hacedores de reyes”. Ahora, se enfrenta a la negativa de estos últimos de avalar su elección. ¿Cómo se ha llegado a esto?

Cuando mediante sus fuerzas del cambio responde a las consultas populares organizadas por Mobutu, expresa su rechazo al sistema cuyo detentor era el mariscal. Nuestro pueblo mostró su deseo de “vivir-bien-juntos” en la libertad y la igualdad. Frente a su perseverancia en su deseo de cambio, los “hacedores de reyes” deciden deshacerse de Mobutu, y redibujar el mapa de África central eligiendo otras marionetas (Kagame y Museveni). Algunos de nosotros que trabajan en la solución de asuntos internos, no han integrado en sus reflexiones esta nueva elección de las oligarquías del dinero. De este modo, el “conglomerado de aventureros” instrumentalizado por las nuevas marionetas de los “hacedores de reyes” será acogido como un “liberador” a lo largo y ancho de nuestro país. Desgraciadamente, esta “liberación” se ha transformado en tragedia. (El título del libro de Charles Onana lo expresa muy bien: Esos asesinos tutsi. En el corazón de la tragedia congoleña. Paris, Duboiri, 2009).

Los “hacedores de reyes”, “esos asesinos tutsi” y el “conglomerado de aventureros” que ellos han instrumentalizado han sembrado y todavía siembran la muerte en el país de los Grandes Lagos. Han orquestado una guerra de “baja intensidad” para tener acceso a las materias primas estratégicas de nuestro hermoso y gran país. En el transcurso de esta guerra han intentado transformarse en hombres y mujeres políticos recurriendo al dinero, a la fullería y a la mentira.

Compran y venden todo, o casi: los documentos jurídicos, los diputados, los partidos políticos, los votos de los electores, las plazas, las comisiones encargadas de tal o cual asunto, los magistrados, los curas, los pastores, los obispos, etc. Mienten sobre su verdadera identidad; inician moratorias sobre ésta sin llegar hasta el final. Planifican los fraudes y las fullerías en las elecciones. Organizan tráficos fraudulentos de materias primas y se enriquecen sin causa, etc. A semejanza de sus amos, han hundido el país en una crisis ética que no tiene nombre. Se han alzado contra su pueblo.

Aunque, en el seno de nuestra población hay compatriotas débiles de espíritu que han terminado por imitar a ese “conglomerado de aventureros” y acomodarse a su manera de ser y de vivir. Estos compatriotas están inmersos en una crisis antropológica muy seria. (Por ejemplo, opinan que de un proceso fraudulento puede salir un orden social justo mediante la única voluntad de los defraudadores). Pero las minorías organizadas y las otras fuerzas del cambio rechazan con toda su energía este sistema mortífero. Al hacerlo, demuestran el fracaso de este sistema basado en la mercantilización de la convivencia. Atestiguan que la transformación de los “nuevos depredadores” en hombres y mujeres de Estado es un fiasco.

Digamos que si hay crisis, esta es fundamentalmente ética. Esta crisis llama a una profunda ruptura: una ruptura con el sistema mortífero para la refundación de otro que se base en la justicia, la verdad, la paz, la solidaridad, la fraternidad, la igualdad, la libertad, etc. Es decir, todos esos valores que puedan dar algo de humanidad a nuestra convivencia. Un sistema respetuoso con la voluntad de nuestro pueblo, con su deseo de “vivir-mejor-juntos”.

Jamás lo diremos bastante: “No es tarde para que una Comisión de Justicia, Verdad y Reconciliación vuelva a ser puesta en buena y debida forma aquí en casa”. Un trabajo titánico ya ha sido llevado a cabo por la Oficina de los Bienes Mal Adquiridos en la Conferencia Nacional Soberana. Tras la guerra de la AFDL [Asociación de Fuerzas Democráticas para la Liberación del Congo], varias comisiones dictaron minuciosos informes sobre la evolución de nuestro país. Aparte de los informes de los expertos de la ONU, están entre otros los de las comisiones Lutundula y Bakandeja. Cerrar el paréntesis de depredación y muerte que nuestro país padece desde hace cinco décadas puede ser facilitado por el trabajo realizado por la Conferencia Nacional Soberana y por las comisiones anteriormente mencionadas. La crisis artificial entre la legitimidad y la legalidad de la que hablan algunos politicastros congoleños y sus padrinos, es la cara visible del iceberg. Debemos poder llegar al fondo del asunto. El ejemplo de Suráfrica (con su Comisión de Verdad y Reconciliación) puede sernos útil. Las instituciones congoleñas (distintas a las políticas) y las asociaciones ciudadanas pueden facilitar esta tarea. También puede ser asumida el día de mañana por un “nuevo” poder a la vez legítimo y legal.

Jean Pierre Mbelu

Desde Bruselas, Bélgica.

©Beni-Lubero Online, 3 de Febrero de 2012.

Traducido para Fundación Sur por Juan Carlos Figueira Iglésias.

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