República Democrática del Congo: Las congoleñas prefieren vestir bien, aunque pasen hambre, por Antonio Molina

7/06/2012 | Bitácora africana

INTRODUCCIÓN

Me lo contaba mi compañero Santi Rodríguez, que lleva muchos años en Kinshasa: “Pasear por las calles de la capital es ganar el jubileo de la pestaña.” Aun en los barrios periféricos, en medio de conjuntos de casas medio derruidas y casuchas de adobes y chapas, circula gente elegante. Cito lo que me escribe una misionera seglar española: “Por las avenidas de Kinshasa, pasean las congoleñas con sus hermosos vestidos de colores, como ramos de flores.”
Apenas el dos por ciento de las calles están asfaltadas, pues entre arena y basura, ellas caminan con sus tacones como si no rozaran el suelo. Cuando llueve se forman unos barrizales enormes y ellas parecen flotar en el aire, pues a pesar de ser sus vestidos largos hasta los tobillos no se manchan los bajos.


LOS TALLERES DE COSTURA PROLIFERAN

Basta dar una vuelta por las avenidas de la capital para ver como abundan las casas de costura. Me contaba otro joven compañero, Manu Osa, que durante un viaje a una misión del interior, después de conducir durante cinco horas bajo un calor sofocante por una pista de laterita rojiza, se paró ante lo que parecía un chiringuito, para satisfacer su sed. y cual no fue su sorpresa al darse cuenta de que se trataba de un taller de costura, donde trabajaban una señora y dos muchachas pedaleando en tres máquinas de coser SINGER del tiempo de nuestras abuelas. Con destreza transformaban los tejidos estampados de algodón en vestidos, faldas, blusas y camisas. Manu les preguntó: “¿Cómo es posible que tengáis aquí negocio? La modista, que era la patrona, le respondió: “Pues sí, la gente de los alrededores viene hasta aquí y los que pasan por la pista se paran, porque a nosotras nos gusta ir guapas y bien vestidas.”


RACHELLE MANDINA ¿LA MEJOR DISEÑADORA DEL CONGO?

Me sigue contando la misma misionera seglar:”Fue un encuentro fortuito, pero prometedor. Un día me recomendaron a Rachelle como una modista excelente. Yo iba para España de vacaciones de Navidad y justo unos días antes estaba invitada para una boda. Le dije que yo quería estar guapa, como ellas y le pedí que me cosiera un vestido para la fiesta. Me di cuenta de que Rachelle traducía en el papel mis ideas y que era una diseñadora de moda estupenda. Tenía detalles fabulosos, que ponían en relieve la silueta femenina, dando un toque muy original a sus prendas. Me fue enseñando sus carpetas de bocetos. En la boda, mi traje llamó la atención y causó sensación por su sencilla elegancia.”


RACHELLE DA EL SALTO A LA FAMA

“Al regresar a Kinshasa después de mis vacaciones en España, -continúa contándome mi amiga – le propuse a Rachelle si aceptaría que trabajásemos juntas. Fuimos creando numerosos nuevos modelos. Señoras europeas, residentes en Kinshasa, empezaron a vestirse en “CASA RACHELLE”.

De hecho, las hermosas telas estampadas congoleñas resaltaban el corte occidental de los vestidos, de modo que nosotras no nos sentíamos “disfrazadas de africanas” como acontece cuando una europea “flota” dentro de un amplio “bubú”. Sin perder nuestra identidad, encajábamos en el ambiente.
Una tarde, tomábamos una taza de té con unas clientas, una nos preguntó: “¿Porqué no comenzáis a exportar vuestros vestidos al resto del mundo?”


GESTACIÓN DE UNA IDEA

Rachelle y su amiga socia comenzaron a darle vueltas al asunto. Pensaron que para ampliar la producción podrían contar con la colaboración de muchos talleres, dirigidos por auténticas modistas, que cosen de maravilla.

Convocaron una reunión en el Centro Social, donde trabaja la misionera española y después de presentar el proyecto, que fue ampliamente discutido, se llegó a la siguiente conclusión: “Nosotras tenemos que cambiar la imagen de África en el resto del mundo, nuestro país no es una tierra de mendigos, que sufren de hambruna. Queremos mostrar que África tiene ganas de trabajar, si la dejan ser ella misma y nos dan una oportunidad.

Cada taller será autónomo y recibirá los patrones y los géneros de Rachelle, que pagará según la producción. Evitaremos montar una estructura costosa, pues no tenemos mucho dinero. Nuestra mayor riqueza son nuestras manos.”


DEL SUEÑO A LA REALIDAD

Concluye mi amiga: “Nos pusimos manos a la obra. Rachelle tenía su taller en el centro de Kinshasa. Su sueño, que era revolucionar la industria de la moda en el Congo. Ahora se agrandó, alargó el horizonte. Diseñó una colección entera de vestidos de fiesta y de cóctel. Yo le di nombre: Colección CONGO 2012. Cada modelo lo bautizamos con un nombre diferente evocador de un lugar, una etnia o un fenómeno de la naturaleza: Kisangani, Ubangui, Katanga, etc…pero el más sugerente era ‘AMANECER EN MAHAGI’, porque los tonos anaranjados del tejido evocaban al sol naciente en aquel lugar.

¿CÓMO DARNOS A CONOCER CON POCO DINERO?

Como no disponían de capital para lanzar una gran campaña publicitaria. Tuvieron esta idea: Fotografiar todos los vestidos de la colección con chicas, muy contentas de servir de modelos y colgaron las fotos en FACEBOOK, para que todos pudieran ver lo que podían realizar las modistas congoleñas.

A Rachelle se le iluminaba la mirada al ver sus obras en la pantalla del ordenador. Llegó a emocionarse, y alguna lagrimilla surcó sus mejillas.
Llegados a este punto podríamos preguntarnos ¿cómo surgió su vocación?

INICIACIÓN A LA COSTURA

Su pasión por la costura nació en su infancia. Aprovechando retales diseñaba vestidos para las muñecas de trapo de las niñas de su barrio. Cuando terminó el colegio, estudió Corte y Confección, Estilismo y Gestión de Empresas. Sus notas estaban entre las mejores de los estudiantes del Congo. Soñaba seguir sus estudios en la Escuela Superior de Moda de París, pero no había becas.

Entonces envió su CV a muchas casas de moda francesas, para perfeccionar su ya amplia formación. Cuando preparaba el viaje le negaron el visado en el consulado de Francia, pensando que debía ser una emigrante económica más.

LUCHAR CONTRA EL MARCO MACROECONÓMICO

Rachelle tiene que enfrentarse a numerosos retos. En la era colonial el Congo era el mayor productor de algodón de África. La guerra arrasó los cultivos. Ahora no hay fábricas textiles. Todos los tejidos de algodón son importados, los de buena calidad de Holanda y los ordinarios de China. También escasean los materiales de calidad para los trajes y vestidos. La ropa china, barata, inunda los mercados y hunde a las modistas, que tienen que modernizarse y buscar otras salidas para su producción. Esperemos que no pase mucho tiempo en que sus colecciones puedan ser admiradas en las pasarelas de la moda internacional: París, Nueva York, Madrid, Milán, etc…pues se lo merecen.

Autor

  • Molina Molina, Antonio José

    Antonio José Molina Molina nació en Murcia en 1932. Desde 1955 es Misionero de África, Padre Blanco, y ya desde antes ha estado trabajando en, por y para África. Apasionado de la radio, como él relata en sus crónicas desde sus primeros pasos en el continente africano, "siempre tuve una radio pequeña en mi mochila para escuchar las noticias". Durante septiembre 2002, regresa a Madrid como colaborador del CIDAF. En octubre de 2005 aceptó los cargos de secretario general de la Fundación Sur y director de su departamento África. Antonio Molina pertenece -como él mismo dice- a la "brigada volante de los Misioneros de África", siempre con la maleta preparada... mientras el cuerpo aguante.

Más artículos de Molina Molina, Antonio José