República Centroafricana- Toma de poder con tintes islamistas, por Justo Lacunza

5/04/2013 | Crónicas y reportajes

El pasado15 de marzo, soldados y rebeldes dieron el asalto final a la ciudad de Bangui, capital de la República Centroafricana situada a orillas del río Ubangui. El país se precipitaba en una guerra más en la que el alto precio lo pagan los más pobres y desheredados, como ya había ocurrido en el pasado. Barrios, plazas y calles de Bangui, y de otras ciudades, como Berberati, Bouar, Bambari, Bangassou, Carnot, Birao, Ndele, se habían transformado en abiertos campos de batalla con asaltos y huidas, detenciones y violencia. Crecía la inseguridad ciudadana mientras el hoy ex presidente, François Bozizé Yangouvonda (1946), abandonaba precipitadamente su residencia y buscaba refugio seguro en Camerún. Aquí encontraría la esperada protección, y el adecuado alojamiento para un ilustre vecino en fuga desesperada, ofrecido por el longevo presidente, Paul Biya (1933). Este lleva más de 30 años en el poder y preside un régimen corrupto, que además está enzarzado en delitos y salpicado por el fraude. Bozizé es una moneda de cambio y una excelente fuente de información.

Un nuevo inquilino se ha instalado en el palacio presidencial de Bangui. Se llama Michel Am-Nondokro Djotodia (1949) y es el jefe militar de los insurgentes. Es el hombre fuerte y ambicioso, ufano y engallado del nuevo régimen. Se autoproclamó presidente de la República Centroafricana el domingo 24 de marzo, después de que milicianos, rebeldes y combatientes consiguieran controlar la capital. Los rebeldes y golpistas se agrupan bajo la marca Seleka (“alianza” en lengua sango). Ese mismo domingo cientos de rebeldes e insurgentes se enfrentaron violentamente a las fuerzas militares sudafricanas (SANDF en inglés), estacionadas en el país aparentemente para defender a Bozizé. Fue una batalla dura y complicada, que se prolongó durante muchas horas y se saldó con el balance de 13 muertos y 27 heridos en las filas del contingente sudafricano. En declaraciones posteriores a la prensa un soldado sudafricano manifestó: “Hemos matado a niños soldados. Algunos estaban heridos, lloraban y llamaban a sus madres”. Por desgracia, la presencia de niños soldado en las filas de Seleka no es una novedad en los conflictos del continente africano. Chavales y jovenzuelos (chicos y chicas) se apuntan, se enlistan, o son secuestrados, o son reclutados y alistados, convirtiéndose de noche a la mañana en guerrilleros con uniforme y kalashnikov. Se enfangan, se enmarañan y se traban en movimientos en los que rabiosos capos los azuzan, engarbullan y atenazan sin piedad. En declaraciones a los medios el presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma ha llamado “bandidos” a los rebeldes. Pero la polémica sobre la presencia de los militares sudafricanos en la República Centroafricana deja muchos interrogantes y pocas respuestas. En principio el contingente militar de Sudáfrica estaba estacionado para entrenar al ejército, pero la razón de fondo parece ser otra: proteger los intereses de Sudáfrica en la industria minera.

Bozizé permaneció en el poder del 2003 al 2013 después de que él mismo también organizara un golpe de Estado para derrocar al dictador Ange-Félix Patassé (1937-2011). Fue precisamente el 15 de marzo 2003 cuando Bozizé, que se había refugiado con algunas tropas en el Chad, regresó a Bangui aprovechando el viaje de Patassé a Níger. Las ambiciones de Bozizé se habían cumplido: llegar como fuera a la presidencia de la nación después de haber sido Jefe de Estado Mayor bajo el régimen de Patassé. A pesar de que Pratassé estuviera protegido por las poderosas fuerzas libias, asoldadas por el coronel Muammar El Ghaddafi (1942-2011) y por las sanguinarias milicias del Movimiento de Liberación del Congo (MLC), fue derrocado por los rebeldes capitaneados por Bozizé. La misma trágica y dolorosa historia se ha repetido diez años después de aquel sangriento episodio en el que, a la cabeza del general Bozizé, se cometieron actos de terror y destrucción, hubo heridos y muertos. Además los rebeldes de entonces destruyeron y quemaron, robaron y saquearon como han hecho los de ahora.

El recién instalado presidente, Michel Djotodia, no parece estupefacto, atónito o desconcertado en el sillón de mando. Dice que se ha visto obligado a tomar el poder, “a causa de la miseria y de la pobreza en el país”. Según sus propias palabras “asumirá el poder hasta 2016” y a partir de ese momento se buscará la fórmula para convocar elecciones. Su primera decisión oficial ha sido suprimir la constitución. Ha formado un nuevo gabinete de 34 miembros, ocho de los cuales son militantes de Seleka. Al frente del gobierno ha sido nombrado Nicholas Tiangaye, que ya fue primer ministro con Bozizé. La portavoz del ministerio de Exteriores americano, Victoria Nuland, ha afirmado que “los Estados Unidos condenan la acción de los golpistas”. Además la administración americana amenaza con suspender la ayuda de 1.7 millones de euros. Las condenas internacionales, la propuesta del presidente nigeriano, Jonathan Goodluck, de resolver el problema del golpe de Estado, las críticas de otros estados africanos, no amedrentan, ni desconciertan el estoicismo político del líder rebelde Djotodia. Pocos parecen dudar de su avaricia política compaginada con sus ganas de prosperar en los negocios y en la explotación de los recursos económicos, especialmente en la minería. La UE ha dicho que no está dispuesta a reconocer el nuevo gobierno mientras que la ONU pide a los golpistas que restablezcan el orden constitucional. Si Michel Djotodia permanece en el poder será el primer presidente que es originario de la región musulmana del noroeste, olvidada y abandonada.

Las ambiciones políticas de Michel Djotodia eran ya conocidas desde hace muchos años, cuando tuvo que salir del país en los años de Bokassa, los años ’70, por temor a ser detenido y encarcelado. Djotodia, al igual que Bozizé, fue a Rusia a estudiar. Allí vivió unos diez años, se casó con una rusa y tuvo dos hijas. Pero su poder se consolidó después de su regreso a la República Centroafricana, donde no parece que las cosas iban bien bajo la presidencia de Bozizé. En octubre de 2006 la ciudad de Birao, en el norte y en la zona fronteriza con Chad y Sudán, fu capturada por la Unión de Fuerzas Democráticas para la Reunificación (UFDR). Djotodia vivía entonces en Cotonou (Benín) donde conoció a otros dos líderes rebeldes: Damane Zakaría y Abakar Sabone. El primero llegó a ser líder de la UFDR. El segundo fue uno de los militares que ayudó a Bozizé a hacerse con el poder en 2003, pero Bozizé pidió a las autoridades del Benin que encarcelaran a Djotodia y Sabone, ya que eran un peligro real para mantenerse en el poder. Pero los grupos de rebeldes, adestrados por milicianos procedentes del Chad y Sudán, iban conquistando la República Centroafricana sin mayor oposición, aun de las fuerzas gubernamentales.

Djotodia vio la oportunidad de poder instalarse en Bria, la ciudad de las minas de diamante, para convertirse en empresario político. Por una parte política y negocios y por otra negocios y política quedaban bien amarradas en la visión de Djotodia. En un país, en el que a pesar de sus recursos naturales (oro, diamantes y uranio principalmente), de su número reducido de habitantes (casi 4.5 millones) comparado con su territorio (622.984 kilómetros cuadrados), resulta ser uno de los países más pobres del mundo. Inaudito y escandaloso, como es el caso de otros países africanos en los que el primer enemigo de la población es la clase dirigente a causa de la tiranía, la avaricia y la corrupción. A través de una serie de contactos, encuentros y reuniones Djotodia consiguió formar y consolidar el movimiento Unión de Fuerzas Democráticas para la Reunificación (UFDR). Esta formación se reforzó con la participación de otros dos movimientos, la Convención de Patriotas para la Justicia y la Paz (CPJP) y el Frente Democrático de los Pueblos del África Central (FDPC). Las tres formaciones constituyen la alianza denominada Seleka. Con el apoyo militar, estratégico y logístico, principalmente, de milicianos sudaneses y combatientes chadianos, Djotodia ha derrotado al gobierno de Bozizé. Las tropas nacionales ya han asumido el hecho de que hay una nueva cabina de mandos a la que tarde o temprano tendrán que someterse.

Muchos de los miembros de Seleka son milicianos que vienen del Chad, Sudan y de otros países. Son ellos los que han constituido el eje central de la resistencia. Djotodia vivió en Nyala, la capital del estado del Darfur Meridional. Durante algún tiempo desempeñaba las funciones de asistente del cónsul de la República Centroafricana, que a la sazón era el Jeque Tidjani, pero se rompieron las relaciones. Fue en Nyala donde mantuvo relaciones con los milicianos jihadistas conocidos con el nombre de janjaweed. Fueron ellos los que sembraron el terror, la violencia y la muerte en la región del Darfur. El núcleo duro de los rebeldes que han invadido la República Centroafricana son musulmanes, hablan árabe y se han propuesto arremeter contra las comunidades cristianas. Llevan haciéndolo desde hace algún tiempo. Han atacado la misión católica de Bangassou en el sur, al frente de la cual está el obispo español Juan José Aguirre Muñoz (Córdoba 1954). Los rebeldes han destruido y devastado las infraestructuras educativas y sanitarias de la misión católica, llevándose todo lo que podían. Sobre el obispo Aguirre pesa la condena a muerte, emitida por parte de los yihadistas del movimiento Seleka. Los saqueos, robos y asaltos se han producido también en otras misiones católicas a manos de los rebeldes inspirados por la ideología de la yihad pura y dura contra los cristianos. Es decir, el conflicto armado para imponer leyes y normas de corte islámico.
Ha quedado al descubierto la componente islamista de cuño anticristiano en los dramáticos eventos de la República Centroafricana. Una cosa es la toma de poder y otra muy distinta la destrucción sistemática de infraestructuras que ofrecen los servicios de salud tan imprescindibles y necesarios en un país que está entre los cinco más pobres del mundo. Todo viene enmascarado como si fuera únicamente una revolución popular teledirigida por grupos rebeldes contra los errores, la incapacidad y la corrupción del depuesto gobierno de ex presidente Bozizé. Pero en realidad, las intenciones son otras: islamizar el país por todos los medios posibles, incluidos el uso violento y el abuso indiscriminado de las armas contra los cristianos y contra los occidentales. Esta no es una nueva noticia en el contexto de los países del continente africano, tanto en los estados del África del Norte como en las naciones del África Sub Sahariana.
Nunca se interrumpió la línea de sucesión de los militares golpistas desde la independencia de la República Centroafricana el 13 de Agosto de 1960: David Dacko (1960-1966), Jean-Bedel Bokassa o Salah Eddine Bokassa (1966-1976), David Dacko (1966-1981), André Kalingha (1981-1993), Ange-Félix Patassé (1993-2003 y François Bozizé (2003-2013). De ese largo, trágico y oscuro hilo conductor fue también protagonista el autoproclamado emperador, Bokassa (1921-1996), tristemente famoso por su notoria brutalidad y conocido por sus excesos de grandeza imperial. En una nación rica en recursos naturales, pero con la población sumida en la pobreza, agarrotada por la miseria y vapuleada por los gobernantes como si fueran una manada de esclavos. No le faltaron a Bokassa las turbias amistades con personajes como Muammar El Ghaddafi (1942-2011), ni se pasó de las prebendas millonarias ofrecidas a jefes de Estado como Giscard D’Estaign, uno de sus máximos defensores y destinatario de regalos en diamantes. Tal amistad permitió a Francia comprar uranio de la República Centroafricana y consolidar los intereses militares en la antigua colonia francesa denominada Ubangui-Shari. El general Bokassa ayudó a Bozizé en la escalada militar y se convirtió en su protector oficial, nombrándolo General de Brigada para el control de las fuerzas de Bangui. De esa manera Bozizé estaba dispuesto a defender a “su amo” de las repetidas insidias políticas por parte de las filas militares y de la oposición clandestina. Ayudado por el general Mayo Bokola, fue Bozizé el arisco caudillo encargado de sedar, aplastar y suprimir las revueltas estudiantiles de Bangui entre el 15 y 20 de enero 1979, que causaron la muerte violenta de docenas de jóvenes estudiantes. Este trágico, horrendo y brutal episodio es conmemorado año tras año el 18 de enero, fecha conocida como el “Día de los Mártires”.

Es precisamente en la Avenida de los Mártires, en la Plaza de Omar Bongo y en las orillas del Rio Ubangui en la capital donde se concentraba la gran manifestación para celebrar la independencia. Pero en 2012 el ex presidente Bozizé optó por dar protagonismo a la ciudad de Bouar (a 450 km. al oeste de la capital) con el deseo explícito de descentralizar la función del Estado, recoger consensos y ahogar las voces de la oposición. Allí se dirigió a la nación el 1 de diciembre 2012 con ocasión del 54 aniversario de la independencia. En su discurso oficial dijo que “el gobierno tenía un problema de comunicación”. También habló del dialogo que había instaurado con los opositores. Aparentemente los ciudadanos no estaban al corriente de las últimas promesas presidenciales, hechas a las formaciones de Seleka el 15 de mayo 2012 para discutir el futuro del país con la oposición. El 11 de enero 2013 fueron firmados los acuerdos de Libreville para instaurar un gobierno de coalición nacional. Esta era una maniobra astuta para que Bozizé se mantuviera en el poder ya había corrompido a los miembros de la Asamblea Nacional para que le apoyaran incondicionalmente. De esa manera los prisioneros políticos continuarían encarcelados y los enemigos políticos perseguidos. Por no hablar de vejaciones, amenazas y torturas. Pero tres meses después, los ciudadanos, a los que Bozizé llamaba en su discurso en Bouar citoyens egarés (“ciudadanos extraviados”), son hoy los que se han convertido en jefes del país y en sus viscerales enemigos. A las aguas turbias y caudalosas de la revuelta se unen ahora el toque de queda, la abolición de la constitución y la supresión de las instituciones. Michel Djotodia se ha curtido en los oscuros laberintos de la guerrilla, los sombríos enjuagues de los negocios y las arriesgadas alianzas de hegemonía. Habla francés, árabe y ruso. Parece gozar de la aureola de “intelectual” entre sus seguidores. Ha conseguido hacerse con el poder absoluto, animado por la furia guerrera de sus incondicionales y el uso indiscriminado de las armas. Seguro que los negocios mineros mejorarán con el apoyo de la política, pero no sabemos si de verdad beneficiarán a la población que sucumbe cada vez bajo el aguijón de la pobreza y la indigencia. Sin olvidar que las nuevas hordas de milicianos y desertores, asalariados y combatientes esperan con impaciencia su parte del botín de una guerra inacabada.

A la luz de los dramáticos sucesos en la República Centroafricana. Nos inclinamos a pensar que “la historia se repite en África”. Este es una especie de “estribillo popular” que uno oye con demasiada frecuencia. Por lo tanto las crónicas de contiendas, guerras y conflictos (Etiopía, Chad, Somalia, Sudán, Malí, Republica Democrática del Congo, República Centroafricana, etc.) reactivan algo de lo que ya habíamos oído hablar y que lo llevábamos en el subconsciente. Pero pararnos a una simple constatación no nos ayudaría a reflexionar, y menos a entender, más allá de la noticia por muchas veces que ésta la oigamos, la veamos o la leamos, aunque con diferentes etiquetas y otros titulares. De hecho muchos de los urgentes problemas de África (educación, agua potable, medicinas, pobreza, miseria, indigencia, drogadicción, sida, malaria, inseguridad, corrupción, alfabetización, trabajo infantil, mutilación femenina, esclavitud, violencia, conflictos, polución, tráfico de armas, depredación de minerales preciosos, fanatismo religioso, etc.) no se solucionan porque la musiquilla de “la historia se repite en África” impide ahondar en la cuestión, profundizar en el problema y buscar soluciones reales, viables y eficaces.Quizás conviene hacer dos importantes observaciones.

En primer lugar, puede ser que, a simple vista y mirando superficialmente, la historia en África se repita, pero nunca tiene los mismos componentes, ni reviste las mismas características, ni tampoco está construida con los mismos ingredientes. En el caso de la República Centroafricana, el factor islamista reviste mucha importancia y adquiere un gran relieve. Orienta nuestra atención hacia la presencia itinerante de rebeldes y guerrilleros, combatientes y milicianos yihadistas que vienen de Sudán y Chad. Este hecho tiene que ver con el fanatismo religioso de los islamistas radicales que se va extendiendo cada vez más en los países africanos. Se ha hablado mucho y exaltado todavía más de la convivencia pacífica entre cristianos y musulmanes en África. Sin embargo, desde hace ya algunos años esa realidad, con todos sus ásperos y escarpados altibajos locales, está siendo hoy en día hostigada, socavada y amenazada por la destrucción y quema de lugares de culto, por el terror y las amenazas, por el odio y la violencia a manos a revolucionarios islamistas. También el movimiento denominado “Ejército de Resistencia del Señor” del ugandés Joseph Kony (1961) ha sembrado el terror en Uganda, Sudán, Congo y República Centroafricana durante los últimos 20 años.. El movimiento Seleka se ha apoyado también en los numerosos grupos de rebeldes que militan y aterrorizan a la población bajo las órdenes de Kony. El gobierno de Estados Unidos acaba de poner un precio a la cabeza del huidizo Kony, ofreciendo 5 millones de dólares al que aporte información que conduzca a la detención del sanguinario líder rebelde. Djotodia y sus aliados han hecho saber que no están dispuestos a cooperar con la administración americana en la búsqueda y en el arresto del desalmado jefe rebelde ugandés.

En segundo lugar, las revoluciones sociales a nivel local o nacional, los golpes de Estado acompañados de muerte, crueldad y saqueos, las catástrofes naturales, los conflictos tribales y las contiendas interétnicas, inciden en la vida familiar y la psicología colectiva, en la conducta individual y el comportamiento social, en la percepción cultural y la interacción política. Los ciudadanos ya no son los mismos después del paso de un terrible vendaval provocado, atizado y desatado por causas humanas. La guerra y el odio, la violencia y el sufrimiento ha transformado a la ciudadanía. Por lo tanto, en medio del terror y la angustia, de la inseguridad y del horror, se abren penosamente nuevas posibilidades de supervivencia, se reflexiona de manera diversa, se visualiza la horrenda, cruda y atroz realidad con ojos diferentes. La vida social y comunitaria, en sus múltiples aspectos y manifestaciones, no es nunca la misma en la historia de los pueblos de África, aunque las apariencias nos engañen con frecuencia, y más tratándose de revueltas y revoluciones, guerras, conflictos y golpes de Estado. Como ha ocurrido en la República Centroafricana.

Autor

  • Lacunza Balda, Justo

    Justo Lacunza Balda, sacerdote de la Sociedad de Misioneros África - Padres Blancos, nació en Pamplona el 14 de marzo de 1944. Obtuvo la diplomatura en estudios árabes, en PISAI, Roma, en 1977, y la licenciatura en Estudios Árabes e Islámicos, en la misma institución de Roma en 1978.
    Perfeccionó la lengua árabe en Túnez, en el Institut Bourguiba des Langues Vivantes, entre 1975 y 1978. Tras los estudios, Justo Lacunza obtuvo el doctorado en lenguas y culturas africanas, con especialización en el Islam y literatura islámica en lengua suajili, en la SOAS (School of Oriental and African Studies), de Londres, en 1989.

    Ha realizado trabajos de investigación sobre el Islam y las sociedades musulmanas en multitud de países entre los que destacan Alemania, Argelia, Bélgica, Burundi, Canadá, China, Congo, Egipto, España, Estados Unidos, Francia, Irlanda, Italia, Jordania, Kenia, Liberia, Libia, Malasia, Malí, Marruecos, Noruega, Reino Unido, Singapur, Sudán, Suecia, Taiwán, Tanzania, Tailandia, Túnez, Uganda, Venezuela y Zanzíbar.

    Ha publicado libros y numerosos artículos y colaboraciones sobre el Islam en diversas publicaciones y medios de comunicación de diferentes países. Lacunza Balda ha sido distinguido con la Placa de Reconocimiento, por su contribución al diálogo entre Civilizaciones (Embajadores de Asia ante la Santa Sede, 1999). También ha sido nombrado "Embajador de Paz" por los Ayuntamientos de las ciudades italianas de Eboli (2001), Barletta (2002) y Trani (2003) y Educador Internacional del 2005 por el Instituto de Biografías de Cambridge, Reino Unido.

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