Renault en Tánger: el verdadero escándalo

15/02/2012 | Opinión

La inauguración de la fábrica de Renault cerca de Tánger en Marruecos dará empleo a 6.000 personas y podrá crear hasta 30.000 empleos relacionados a nivel local. El 85% de los 150.000 a 170.000 vehículos de bajo coste que se van a producir se destinarán a la exportación.

Este proyecto ha suscitado una gran polémica en Francia. Las descentralizaciones siguen siendo un asunto con una dimensión muy demagógica, rayando el populismo en Francia, particularmente en el contexto de una tasa de paro del 9,9% y a un paso de las elecciones presidenciales. Desgraciadamente, las reacciones de los que deciden en Francia traducen su incomprensión de la dinámica de la globalización.

De Christian Estrosi a Dominique de Villepin pasando por Louis Alliot, la derecha francesa ha destacado por su proteccionismo visceral. Para el primero, antiguo ministro de Industria, la industria automovilística juega “contra la política del gobierno y contra la industria francesa” practicando el “dumping social”. El segundo, candidato a la presidencia y antiguo primer ministro, condena la “carrera hacia el bajo coste”, un “error estratégico” según él. De manera poco sorprendente, el número dos del Frente Nacional ve en ese proyecto marroquí “un verdadero escándalo” y propone que se graven esos coches producidos en Marruecos cuando lleguen a Francia. Visiblemente, estos políticos no han captado el concepto de especialización de gama. Renault tiene la intención de abordar más en serio el tema del vehículo de bajo coste, en el que los chinos van a la cabeza. Respuesta mordaz del mandamás de Renault, Carlos Ghosn: “El tema del bajo coste, es hacerlo en Marruecos o no hacer nada de nada”. En vista del precio del trabajo en Francia, no es posible producir a bajo coste (e incluso ese bajo coste aún sería demasiado caro para ciertos países como la India: Renault está pensando en plataformas de ultra-bajo coste para producir vehículos a 3.000 €). Algunos denuncian entonces los “salarios de esclavitud” marroquís a 250 €, olvidando las diferencias de nivel de desarrollo económico entre Marruecos y Francia: 250 € en Marruecos no es un salario de esclavitud, y muchos trabajadores estarían encantados de ser contratados.

Otra incomprensión: el tema de la internacionalización de las cadenas de valor. La producción se internacionaliza en función de las ventajas comparativas que cada localidad puede permitir obtener (competencias, precio del trabajo, acceso a los recursos, financiación, acceso a los mercados, etc.). En este contexto, cuando “Francia” busca encarecer el precio de las importaciones que en realidad van a producir valores “franceses”, está tirando piedras contra su propio tejado (un concepto a retener para aquellos que preconizan un IVA supuestamente “social” en Francia).
A continuación, hay que recordar que esta entidad macroeconómica algo artificial que se llama “Francia”, en realidad va a salir ganando con este proyecto marroquí. Tal como nos lo recuerda Carlos Tavares, número dos de Renault, cada vehículo fabricado en Tánger “aportará 800 € a Francia porque hay 400 € en piezas traídas de Francia y 400 € en ingeniería”. Pero forcemos el razonamiento, ya que hay otros personajes que hemos olvidado en esta “personificación de Francia” por parte de nuestros políticos: el comprador de bajo coste francés, que estará encantado de poder comprar un coche nuevo con la garantía Renault a un precio acorde con sus posibilidades – a menos que el Frente Nacional se lo prohíba. Todos los socios económicos de este mismo comprador de bajo coste ya que, al haber pagado su coche más barato, dispondrá de una renta suplementaria para comprarles más bienes y servicios.

Nuestros políticos razonan en un mundo cerrado, estático, en el cual lo que uno gana otro lo pierde forzosamente. Dos siglos y medio de desarrollo económico sin precedentes contradicen este razonamiento. Porque el mundo económico no es un pastel de tamaño fijo, sino un pastel que crece, es un proceso dinámico. Si los marroquís prosperan gracias a este proyecto que les va a dar trabajo, es una buena noticia para los franceses: los marroquís podrán comprar más a las empresas francesas.

De hecho, el problema reside sin duda alguna en ese “nacionalismo” macroeconómico que nos llega derechito desde el mercantilismo, y que ha sido denunciado desde hace muchísimo tiempo por ciertos economistas como Frédéric Bastiat… ¡Ya en el siglo XIX! Poder comprar algo más barato es una ventaja. ¿Habría que gravar el sol porque ejerce una competencia desleal a las centrales nucleares francesas al proveer energía gratuitamente?

Por supuesto, hay ajustes necesarios en este proceso dinámico debido a la competencia. Pero entonces la idea no es detener a esta última – nos permite enriquecernos, sino al contrario, facilitarla de tal forma que las empresas puedan crear valores nuevos, tomar riesgos para encontrar nuevos servicios e innovar. Sin embargo en Francia se impide todo esto. Producir en el hexágono [denominación popular de Francia por su similitud geométrica] es siempre más costoso, no en términos de precio neto del trabajo, sino en términos de cargas sociales, fiscalidad y legislación social muy rígida (particularmente un coste de despido exorbitante – y por lo tanto prohibitivo para la contratación).

La legislación francesa en materia de trabajo y fiscalidad refleja en realidad la visión errónea de la dinámica económica que tienen los dirigentes políticos del país. Desgraciadamente, la campaña presidencial con su regreso demagógico al “made in France”, con un trasfondo ampliamente proteccionista, no está próxima a iluminar a los franceses sobre las verdaderas soluciones para atacar a la raíz, política, de esta plaga de paro. El verdadero escándalo en esta polémica es el de la incompetencia económica de las élites políticas francesas.

Emmanuel Martin, analista en www.UnMondeLibre.org

Publicado en “Les Afriques” el 13 de febrero de 2012.

Traducido para Fundación Sur por Juan Carlos Figueira Iglesias.

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