Referéndum en Sudán. Réquiem por África.

28/02/2011 | Opinión

Sudán está en su mejor momento. También está en su peor momento. El día más feliz de Sudán. También es su día más triste. Estamos ante el referéndum de Sudán. Estamos ante el réquiem por África.

En Sudán del Sur acaba de finalizar la votación del referéndum, que forma parte de un acuerdo alcanzado en 2005 para poner fin a la guerra civil que azotaba al país desde hacía más de medio siglo. La Comisión por el Referéndum de Sudán del Sur (SSRC, por sus siglas en inglés) informa que los resultados finales se harán públicos el 14 de febrero, si bien nadie sabe a ciencia cierta si en julio de este año habrá o no un país unido. Para entonces, Sudán del Sur se habrá convertido en la nueva nación de África.

En un discurso reciente pronunciado en la Universidad de Khartoum, Thabo Mbeki, antiguo presidente de Suráfrica y presidente del Panel de implementación de alto nivel para Sudán, perteneciente a la Unión Africana, señaló las causas que han motivado la ruptura que está teniendo lugar en el país en la actualidad: «Como todos sabemos, un año después de obtener la independencia en 1955, estalló una rebelión en Sudán del Sur. La razón principal para esta rebelión se encontraba en que nuestros compatriotas del sur veían la inminente independencia como una amenaza y decidieron hacerle frente a través de las armas y la guerra». La rebelión de Sudán del Sur es mucho más que una simple cita tardía con el legado del colonialismo británico. De hecho, se podría decir que la descolonización imperfecta que se llevó a cabo en el país, durante la cual no se tuvieron en cuenta precisamente los límites étnicos y lingüísticos del asentamiento, fue lo que dio lugar a décadas de conflictos y guerras civiles y a la ruptura que vivimos hoy en día.

Muchos de los problemas que han propiciado la celebración del referéndum tienen su origen en los hechos históricos acontecidos tras la independencia sudanesa, tales como las diferencias religiosas irreconciliables, la explotación económica y la discriminación. De hecho, se ha señalado como principal causa de la guerra civil la imposición por el gobierno central del árabe y del islamismo (la ley Sharía) en el sur del país, a la que se le ha de sumar la creciente discriminación surgida contra esta medida. Además, se cree que Sudán del Sur posee la mayor parte de la riqueza potencial de toda la nación como el petróleo. Sin embargo, durante décadas la mayoría de la población del sur ha languidecido en la más absoluta pobreza, mientras que sus compatriotas del norte se enriquecían de forma desproporcionada.

Sin duda, que Sudán del Sur se independice y cree un Estado propio solo les concierne a sus gentes. En este momento lo que verdaderamente interesa es saber lo que va a pasar tras su independencia. Aquéllos que creen conocer su destino permanecen optimistas. Mbeki dice que «tanto el Gobierno de Sudán como el Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán [SPLM, por sus siglas en inglés] han asumido el compromiso solemne y vital para que el pueblo del sur del país pueda votar por la independencia y van a trabajar para asegurar el nacimiento del nuevo Estado y la coexistencia pacífica entre dos Estados viables». Con todo, tanto los videntes como los expertos predicen el caos y la desesperanza. Dicen que Sudán se convertirá en un estado teocrático gobernado con mano de hierro bajo la ley islámica. Que habrá nuevos enfrentamientos violentos en Darfur, el sur de Kurdofan y el Este de Sudán. Que habrá guerras civiles interminables que causarán más muerte y destrucción.

¿Del panafricanismo al afro-fascismo?

El resultado del referéndum de Sudán del Sur no se pone en duda, pero sí mucho más adónde va a parar África en la segunda década del siglo XXI. La semana pasada el dictador tunecino Ben Ali hizo las maletas y se fue del país tras veintitrés años de un gobierno dictatorial y corrupto. Mientras el presidente Obama «aplaudió el coraje y dignidad del pueblo de Túnez» por expulsar al dictador, el presidente de Costa de Marfil, Laurent Gbagbo, se mantiene a la espera en Abiyán, mofándose de los pacificadores de las Naciones Unidas y jugando al gato y al ratón con diversos líderes africanos. Al Norte, en el Cuerno de África, Meles Zenawi lleva a prisión a empresarios y comerciantes por supuesto sabotaje económico y manipulación de los precios al público. ¿Pero qué demonios está ocurriendo en África?

Cuando los países africanos se deshicieron del yugo del colonialismo, su futuro parecía lleno de luz y sin límites. Los líderes de la independencia pensaban en términos de panafricanismo y de unificar política y económicamente en una «comunidad global africana» a los que habían nacido en África y a los que eran descendientes de africanos. El panafricanismo representaba una vuelta a las tradiciones y valores africanos durante la lucha contra el neocolonialismo, el imperialismo, el racismo y el resto de ismos. Su valor principal era la unidad de todos los pueblos africanos.

Los padres fundadores surgidos tras la independencia de África creían en el sueño de la unidad africana. Todos se erigieron como panafricanistas. De ahí que, con motivo del establecimiento permanente de los cuarteles generales de la Organización de la Unidad Africana (OAU, por sus siglas en inglés) en Addis Abeba el 25 de mayo de 1963, Haile Selassie ofreciera el argumento más convincente para dicha unidad: «Vemos una África no solo libre, sino unida. De cara a este nuevo desafío, podemos obtener tranquilidad y coraje de las lecciones del pasado. Sabemos que hay diferencias entre nosotros. Los africanos gozan de diferentes culturas con valores variopintos y atributos especiales. Pero también sabemos que la unidad puede conseguirse y se ha conseguido entre los hombres con orígenes más dispares, que las diferencias de raza, credo, cultura o tradición no son un obstáculo imposible de superar para la unión de los pueblos».

Sin embargo, el panafricanismo ha muerto. Ahora una nueva ideología se está propagando por toda África. Los dictadores que crecieron en el continente africano golpean con furia los tambores del nacionalismo tribal para aferrarse al poder. En muchos lugares de África, se han puesto de moda las ideologías del momento de identidad étnica, pureza étnica, patrias étnicas, limpieza étnica y chovinismo tribal. Así, por ejemplo, en Costa de Marfil se ha declarado desde los ’90 una guerra ideológica contra su Ivoirité, su identidad nacional. Los defensores de esta ideología perversa argumentan que los problemas tienen su origen en los extranjeros, a quienes se les ha permitido inmigrar al país libremente, contaminando así una única identidad marfileña. Los inmigrantes, incluso los que llevan allí desde hace generaciones, y los refugiados de países vecinos (como Burkina Faso, Mali, Guinea y Liberia) son los elegidos, los tachados de culpables de los problemas del país y los condenados. El profesor Gbagbo intentó incluso manchar el nombre del ganador de las recientes elecciones, Alassane Ouattara, por no tener raíces marfileñas, ya que se cree que su padre es de origen burkinés. Gbagbo ha hecho uso de la religión para dividir al pueblo de Costa de Marfil en dos regiones, una al norte y otra al sur.

Por su parte, en Etiopía, la política tribal se ha puesto un nuevo y atractivo envoltorio llamado federalismo étnico. Zenawi ha segregado al pueblo etíope como si se tratara de ganado según una clasificación etno-tribal que lo distribuye en unas grotescas unidades políticas regionales, a modo de reservas, llamadas kilil (kililoch, en plural) o en los alabados bantustanes al estilo apartheid o patrias tribales. Esta perversión siniestra del concepto de federalismo ha permitido a unos cuantos dictadores astutos oprimir, dividir y gobernar a 80 millones de personas durante casi dos décadas. En el sur de la frontera de Kenia, tras las elecciones de 2007, más de 600.000 keniatas quedaron desplazados a causa del odio de origen étnico y la violencia, y más de 1.500 personas fueron masacradas. En la actualidad, Kenia continúa realizando arrestos y mantiene detenido a un número desconocido de refugiados etíopes que han huido de la dictadura de Meles Zenawi. ¿Y qué más se puede decir de Ruanda que no se haya dicho ya?

No son solo los países africanos peor gobernados los que están teniendo problemas con la africanidad. Sudáfrica ha estado andando entre las arenas movedizas de la xenofobia, y los inmigrantes de Mozambique, Malawi, Zimbabue y Etiopía se han convertido en carne de cañón en mano de la muchedumbre. Según un estudio del Proyecto de Migración del Sur de África (SAMP, por sus siglas en inglés), «El gobierno del Congreso Nacional Africano – en su intento por superar las divisiones del pasado y construir nuevas formas de cohesión social […] se embarcó en un proyecto despiadado mediante el que levantar una nación unida. Una de las consecuencias inesperadas de este proyecto ha sido un crecimiento de la intolerancia contra los extranjeros […] La violencia contra los ciudadanos y los refugiados africanos resulta cada vez mucho más común, y las comunidades están divididas por la hostilidad y la sospecha». Entre los países miembros de la Comunidad de desarrollo sudafricana (SADC, por sus siglas en inglés), fueron los sudafricanos quienes manifestaron en dicho estudio sus sentimientos más crueles y leoninos contra los extranjeros, lo cual resulta un tanto irónico para un país que estuvo bajo el apartheid casi dos décadas.

Sea la ideología del kilil practicada en Etiopía o la Ivoirité de Costa de Marfil, lo cierto es que el objetivo principal de este tipo de ideologías reside en alimentar las ansias de poder y la sed de sangre de los dictadores africanos que se aferran al poder dividiendo a su pueblo por cuestiones étnicas, lingüísticas, tribales, raciales o religiosas. Nuestros vecinos africanos se convierten en extranjeros a los que arrestar, encarcelar, desplazar, deportar o inculpar por cualquier cosa que no les parezca bien a los dictadores. Los antiguos ideales panafricanos de su historia, su sufrimiento, su lucha, su herencia y su legado son agua pasada. El sentido de unidad fraternal africana entre hermanos y hermanas ya no existe. Los líderes contemporáneos de África o, mejor dicho, las hienas ataviadas con trajes y uniformes han hecho de los africanos unos extraños y convertido el continente en una jauría de perros hambrientos.

En 2009, en Accra, la capital de Ghana, el presidente de los Estados Unidos arremetió contra la identidad política y la definió como una llaga en la política africana: «Todos tenemos muchas identidades (tribales y étnicas, religiosas y nacionales), pero definirse a sí mismo en oposición a alguien que pertenece a una tribu distinta o que rinde culto a un profeta diferente no tiene cabida en el siglo XXI[…] En la vida de mi padre, fue en parte el tribalismo y la influencia en una Kenia independiente la que durante un largo tiempo arruinó su carrera, y sabemos que este tipo de corrupción es un hecho que se da a diario desde hace demasiado tiempo».

Dado que con poco se hace bastante, durante los últimos años he predicado desde mi tribuna improvisada en Internet contra aquéllos que han utilizado la política de la etnicidad en África para aferrarse al poder. Creo firmemente que nuestra humanidad es más importante que nuestra etnia, nación, soberanía o, incluso, ¡nuestra africanidad! Como panafricano no reformado, también creo que los africanos no son prisioneros a los que haya que mantener tras los muros de lo tribal, los enclaves de la etnia, la identidad marfileña, los kililoch, los bantustanes, el apartheid o cualquier otra ideología separatista o represiva inventada por dictadores. Los africanos tienen que ser hombres y mujeres libres que lideren sus destinos en un África sin barreras que pertenezca a todos por igual. «Deshagamos los muros de lo tribal y lo étnico en África», añadiría yo.

Resulta indispensable encontrar una ideología en común para hacer frente a la creciente marea afro-fascista que se está generando. Quizás podamos aprender de las ideas del arzobispo Desmond Tutu sobre Ubuntu, la esencia del ser humano. Según sus palabras, «Una persona con Ubuntu es alguien abierto y disponible para los demás, alguien que no se siente amenazado por el hecho de que los demás sean capaces y buenos, ya que posee una seguridad en sí mismo al saber que pertenece a un todo mayor, y sabe que su valor se pierde cuando los otros se humillan o desprecian, cuando los otros son torturados u oprimidos». Creo que Ubuntu ofrece una base filosófica para la creencia africana de «pertenecer a un todo mayor». En este sentido, Tutu enseñaba lo siguiente: «Haz tu pequeño acto de bondad donde estés. Son esas pequeñas cosas buenas las que unidas inundan el mundo». Y más concretamente África.

Pro-África y Contra-África

Al igual que en Sudán del Sur, el futuro se presenta lleno de peligros y oportunidades. Los africanos han luchado para abrirse camino frente al colonialismo y han conseguido independizarse. Algunos se han separado de las naciones surgidas tras la independencia, aunque habría que preguntarse si lo han conseguido con éxito. ¿Cuántos países africanos están mejor hoy día que antes de la independencia? ¿Que antes de la secesión? Como reza el dicho: «Cuidado con lo que deseas… porque se puede cumplir». Esperemos que en el futuro la gente del sur y del norte de Sudán pueda disfrutar de esperanza, paz, prosperidad y reconciliación.

Personalmente, ya no estoy tan seguro de que la gente pro-África sea capaz de «unirse para el bien de la gente», tal como pedía Bob Marley. Ahora bien, de lo que sí estoy seguro es que la gente contra-África continúa con sus guerras tribales, dominación étnica, corrupción, inflación y represión, tal como nos advirtió Fela Kuti, y espera que sea viable para la segunda década del siglo XXI. En 1963, H.I.M. Haile Selassie recordaba a sus colegas lo siguiente: «Hoy África ha salido de este pasado oscuro [del colonialismo]. Nuestro Armagedón es agua pasada. África ha renacido como un continente libre y los africanos han vuelto a nacer como hombres libres […]. Aquéllos que se negaron a aceptar el juicio de los colonizadores que los subyugaron, inquebrantable durante los tiempos oscuros en busca de un África libre del dominio político, económico y espiritual, serán recordados y alabados en cualquier lugar en el que se reúnan los africanos […]. Sus acciones están escritas en la Historia».

Se dice que aquéllos que no recuerdan la Historia están condenados a repetirla. Me temo que el Armagedón de África está aún por llegar. África ha vuelto a sucumbir bajo el yugo de la esclavitud de la mano de los dictadores que vio nacer, y su gente ha caído prisionera ante matones, criminales, gánsteres, fugitivos y bandidos que se han hecho con el poder y aferrado a él como garrapatas. ¡Llorad por nuestro querido continente!

Por Alemayehu G. Mariam

Publicado en Ethiomedia, el 17 de enero de 2011

Traducido por Ruth Zenaida Yuste Alonso para Fundación Sur

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