Recordamos, hacemos alguna caridad, y tan contentos.

19/06/2017 | Editorial

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Recordamos el día mundial contra la desertización y la sequía (dia17 de junio), día de la caridad (18 de junio), el día mundial de los refugiados (día 20), etc. ¿Por qué nos contentamos con vendar las heridas de la enfermedad, de la mala gobernanza, de las injusticias, y de la corrupción, dedicándonos a recordar, a tratar meramente los síntomas, sin comprometernos a investigar y a sanar las raíces de tanto mal, abusos y sufrimientos?

¿Cómo aprobamos y aplaudimos las ayudas y generosas limosnas de los poderosos, cuando lo primero que deberían hacer es pagar honestamente los debidos impuestos, pagar justos salarios, y luego, si todavía lo desean, de sus justos beneficios, podrían ayudar a las personas que viven en situaciones de emergencia?

Lo primero y más relevante es trabajar juntos para que existan menos emergencias, menos empobrecimiento forzado, menos tráfico de seres humanos, menos desempleados, menos violencia, creando más y mejores oportunidades para que todos puedan colaborar activamente en promover un desarrollo sostenible para todos.

Primero dejar de abusar la dignidad de las personas, de acaparar los recursos y llevarlos a paraisos fiscales, de obligar a menores en trabajos forzados, de forzar a familias enteras a desplazarse de sus tierras y hogares, y de considerar y tratar a las personas como meros elementos de negocio. (LS. Nº 146)

Lo afirman todos los pensadores y economistas más reconocidos de hoy, como escribe el papa Francisco “Considerar y situar al ser humano en el centro de toda política y economía.” (LS. Nº 122) Pero no un ser humano centrado en sí mismo y sus propios beneficios a costa de los demás, sino un ser humano, solidario y colaborativo en la promoción del Bien Común. (LS. Nº. 162).

Nos quedamos en las apariencias, en lo que se aplaude, y olvidamos las necesidades reales y fundamentales de más de media humanidad. “Justicia quiero y no sacrificios y ofrendas”, repite el mensaje bíblico. Se trata de una justicia, no legal y policial solamente, sino en primer lugar de una justicia social distributiva, conmutativa y solidaria.

Las ONG y Fundaciones, que se dedican al trabajo asistencial, deberían incluir siempre en sus programas de ayuda, como lo hacen Manos Unidas, Caritas, SRJ y otras, la dimensión fundamental de toda caridad autentica, como es: capacitar y colaborar en sanar las causas profundas del mal, a través de la sensibilización, educación y colaboración con todos los grupos interesados en elegir líderes más íntegros y construir juntos un desarrollo sostenible para todos.

Que el recuerdo de estos días y necesidades particulares, nos lleven siempre, no solo a la complacencia de una limosna más, sino ante todo a un compromiso real y colaborativo para sanar las raíces de las heridas y del mal social, y trabajar juntos por el Bien Común.

¿Qué medidas concretas estamos tomando para cuidar el agua dulce que escasea, para cuidar los bosques que arden y para tratar bien toda la naturaleza?

¿Cómo tratamos y acogemos a los refugiados, vengan de donde vengan, y cómo respetamos a las personas en su diversidad e incluso en sus manías?

En resumen: Más justicia social y menos ofrendas! Más compromiso y menos recuerdos!

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