¿ Quieres educación? ¡Mójate el culo!, por Alberto Eisman

3/12/2010 | Bitácora africana

Creo que este debería ser el lema de los correspondientes ministerios de educación de los países del G20. Suena la cosa algo ruda y provocadora, pero no por eso falta de razón. Me explico. Parece que cuanto más crece el bienestar de un país y más acceso se tiene a la educación, más se cae en el error (especialmente por parte de las generaciones más jóvenes) de no valorarla en su debida medida. El “derecho universal a la educación” se llega a entender como algo inherente, sobreentendido, natural, tan normal y prosaico como el aire que uno respira…

Pensaba sobre todas estas cosas cuando visité la misión de Omianyima, no muy lejos de la ciudad de Kitgum en el Norte de Uganda. Allí me encontré al P. Josef Gerner, un misionero alemán y un hombre de Dios lleno de pasión por lo que hace. En cuanto llegué me enseñó la escuela secundaria que está construyendo gracias al apoyo de un grupo filantrópico alemán. Hasta que llega ese día de poder abrir ese complejo educativo, sigue concentrando todos sus esfuerzos en la escuela primaria que funciona ya en ese lugar.

Los estudiantes de esa escuela primaria son sin duda verdaderos héroes. La falta de estructuras y de apoyos por parte de las autoridades locales la suplen con tesón y con una determinación férrea de continuar sus estudios cueste lo que cueste. Los dormitorios del internado de esa escuela son poco más que habitaciones desnudas en cuyo suelo se despliegan cada noche multicolores colchones de espuma. Los materiales escolares son los justos, pero se intenta suplir la falta de los mismos con tesón y trabajo serio. Gracias a la presencia de un pequeño sistema de energía solar, los estudiantes pueden aprovechar la luz artificial para echar un par de horas de lectura y estudio antes de irse a dormir.

Muchas de las familias de los estudiantes no pueden permitirse el lujo de pagar las matrículas y los materiales necesarios. Ante esta situación, la misión también acepta pagos en especie que casi siempre vienen en la forma de alguna cabra o un saco de maíz, cacahuetes u otro producto del campo. Esta es la única manera como ciertas familias pueden afrontar estos pagos…

Luego pasamos a ver la cocina del centro y cuál no sería mi sorpresa cuando veo que son los mismos estudiantes que, por turnos, cocinan para sus compañeros ya que la escuela apenas tiene fondos para poder contratar empleados en la cocina o en otras dependencias. Además – esto ya no es tan sorprendente en un contexto africano – los mismos estudiantes son los que dedican unos minutos de cada día a barrer y a adecentar la escuela.

La verdad es que cuando uno se para a pensar y medita sobre todas estas cosas, sobre cada pequeño esfuerzo que estos jóvenes hacen para poder salir adelante es cuando uno se da cuenta de verdad de que lo hacen simplemente porque valoran el aprendizaje como uno de los valores más apetecibles y útiles. Quizás para algunas almas más sensibles el tener a los estudiantes barriendo el recinto o cocinando mandioca sea poco menos que un sistema clandestino de esclavitud infantil. Para mí, estas labores “de poca monta”, las condiciones de vidas espartanas a las que se someten voluntariamente esos jóvenes estudiantes me hablan de lo claro que lo tienen, de que valoran de verdad la educación y están dispuestos a sacrificar lo que sea con tal de poder llegar a una meta que puede ser simplemente terminar secundaria u obtener un modesto título o, ya puestos a soñar, alcanzar y finalizar estudios universitarios.

Estos no son ni por asomo los jóvenes “ni-ni”, o niños bonitos que no saben lo que es el hambre, la escasez o la injusticia, o seres que vegetan entre algodones y videojuegos, que pasan de todo y no se sorprenden de nada porque consideran normal y natural el tener derecho a todo y menos aún serán los que eventualmente les harán la vida imposible a los profesores simplemente por el gustirrinín de dar por culillo ejerciendo de perdonavidas sabiendo que la ley está de tu parte y que se puede joder a conciencia al profesor que “no los puede tocar” ni siquiera un pelo. Estos sufridos estudiantes de los que les hablo hoy están hechos de pasta … casi me atrevería a decir que son de otro mundo: el mundo de aquellos seres que han descubierto el valor del saber y – habiéndolo descubierto – se sacrifican admirablemente, le echan valor a la vida y se mojan el culo para tener una educación “como Dios manda”.

Original en : http://blogs.periodistadigital.com/enclavedeafrica.php

Autor

  • Eisman, Alberto

    Alberto Eisman Torres. Jaén, 1966. Licenciado en Teología (Innsbruck, Austria) y máster universitario en Políticas de Desarrollo (Universidad del País Vasco). Lleva en África desde 1996. Primero estudió árabe clásico en El Cairo y luego árabe dialectal sudanés en Jartúm, capital de Sudán. Trabajó en diferentes regiones del Sudán como Misionero Comboniano hasta el 2002.

    Del 2003 al 2008 ha sido Director de País de Intermón Oxfam para Sudán, donde se ha encargado de la coordinación de proyectos y de la gestión de las oficinas de Intermón Oxfam en Nairobi y Wau (Sur de Sudán). Es un amante de los medios de comunicación social, durante cinco años ha sido colaborador semanal de Radio Exterior de España en su programa "África Hoy" y escribe también artículos de opinión y análisis en revistas españolas (Mundo Negro, Vida Nueva) y de África Oriental. Actualmente es director de Radio-Wa, una radio comunitaria auspiciada por la Iglesia Católica y ubicada en Lira (Norte de Uganda).

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