¿Puede tener éxito la desobediencia civil en Egipto?

7/02/2012 | Opinión

El gas lacrimógeno truena en la atmósfera de la Calle Mansour al continuar los altercados.

El Cairo.- Las piedras y los cócteles molotov no están funcionando en Egipto. Los militares y la policía responden con gas lacrimógeno, balas de goma y a veces con fuego real contra los manifestantes. Ahora los egipcios están convocados a un masivo movimiento de desobediencia civil que comenzará el 11 de febrero, primer aniversario de la salida del presidente Mubarak. La pregunta es ¿Puede llegar a tener éxito?

Ciertamente la estrategia es apropiada. Acción correcta y momento adecuado. Lo preocupante es si va a tener el número suficiente de convocados, así como la disciplina para conseguir el objetivo. Dada la cantidad de muertos y la violencia ejercida contra los manifestantes en el centro de El Cairo durante los últimos días y en el último trimestre de 2011, cambiar a un movimiento de protesta desafiante que utiliza la desobediencia civil es un buen punto de partida.

Históricamente dos movimientos de protesta que triunfaron pueden ser un buen referente para el frente anti militar en Egipto al elegir este camino.

Primero, la India de Ghandi, donde se formó un ejército de manifestantes no violentos dispuestos a sacrificar sus vidas por la causa de la libertad. Iban en acción coordinada al mar para extraer sal en su más famoso acto de desafío. Cuando llegaron los soldados, los hindúes aguantaron golpe tras golpe y como los medios de comunicación estaban presentes, sacaron fotografías que enviaron a todo el mundo. Fue una aberrante acción de los británicos y un acto de firmeza de los hindúes que hicieron posible el cambio. Entendieron y afrontaron que la no-violencia no es débil, tomaría su tiempo y crearía una mejor nación a largo plazo.

Los manifestantes egipcios deben tomar nota de esta acción, ya que si fueran capaces de poner en escena una protesta unida de miles de personas, caminando de la mano, aguantando los golpes de la policía y defendiendo el terreno, los medios de comunicación informarían de ello. Sería un acto para avergonzar más al régimen militar y mostrar al mundo que los egipcios están unidos una vez más. Con demasiada frecuencia las protestas menores se diluyen en el caos y es fácil para la Junta militar hablar en Europa y América de que sus adversarios no son más que un pequeño porcentaje de gente enfurecida que no representan a la mayoría. La oposición debe mostrar al mundo que los militares están equivocados.

Segundo, la lucha de Martin Lutero King y los afro-americanos en EEUU es otro ejemplo, posiblemente más conmovedor, de cómo el cambio puede ser posible en el Egipto actual. King y sus seguidores desafiaron de la forma más peligrosa al gobierno: el boicot. El boicot de los autobuses en Montgomery (Alabama) en los años cincuenta, hizo que el gobierno de los EEUU tomase nota de que el movimiento estaba organizado y tenía un plan de actuación. Lograron el éxito al cortar el poder económico americano en ciertas ciudades. Al final sus peticiones fueron cumplidas y la América actual ha cambiado mucho desde hace medio siglo.

Dado que el poder militar egipcio controla la economía, esto golpearía en el corazón de su complejo industrial.

Pero lo que hizo el movimiento de los derechos civiles en EEUU y el movimiento pacifista de la India no sólo fue un logro para su organización, también ayudó a despertar la alarma en los gobiernos, ya que su estrategia fue ganarse el apoyo de los llamados enemigos, fueran ciudadanos británicos o blancos americanos.

Si la llamada de King para hacer el boicot a los autobuses fue el comienzo del fin de la segregación en América, los egipcios deben utilizar un método similar de boicot para atacar la estructura económica de los militares y su monopolio sobre la opinión pública en el camino hacia un cambio total. La economía es más importante que los militares, aquella pertenece a los derechos del pueblo. Si llevamos a una ciudad al paro, dejando vacío el transporte público, la gente enviaría un mensaje a los gobernantes, no queremos seguir siendo considerados ciudadanos de segunda.

Sin embargo, si no se logra alcanzar ese nivel de éxito, se mostrarían las grietas del movimiento de protesta y la supremacía de la Junta Militar mantendría su dominio en el poder y en los medios. Una vez más Egipto está en un punto de inflexión en su lucha por alcanzar sus metas revolucionarias, pero los militares y sus comandantes siguen, al igual que Mubarak y sus compinches estuvieron hace ya un año.

Joseph Mayton

Bikyamasr, Egipto, 5 de febrero de 2012.

Traducido para Fundación Sur por Juan Carlos Solís Santander.

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