Privar a África para alimentar a Europa

5/09/2008 | Opinión

En su libro “El último holocausto victoriano”, Mike Davis cuenta la historia de las hambrunas que sacaron hasta las entrañas de India en los años 70. El hambre comenzó cuando una sequía, causada por el Nino, destruyó las cosechas de la meseta de Deccan.

Mientras el hambre hacía estragos, el virrey, Lord Lytton, supervisaba la exportación récord a Inglaterra de 6.4 millones de quintales de trigo. Mientras Lytton vivía en un mundo de esplendor imperialista y encargaba, entre otras extravagancias, “la más colosal y cara comida de la historia del mundo”, entre 12 y 29 millones de personas morían de hambre. Sólo Stalin causó un hambre semejante.

Ahora, un nuevo Lord Lytton está intentando fraguar otra brutal apropiación de comida. Como cortesano favorito de Tony Blair, este antiguo ministro del Reino Unido, Peter Mandelson, a menudo daba la impresión de que era capaz de hacer cualquier cosa para complacer a su señor. Hoy es el Comisario de Comercio Europeo. Desde su lujosa oficina en Bruselas y Estrasburgo, intenta mejorar un tratado que permitirá a Europa robar la comida de las bocas de algunas de las personas más pobres del mundo.

El 70 % de las proteínas que come la gente en Senegal proviene del pescado. Tradicionalmente más barato que otros productos, mantiene a una población que está a la cola en el índice de desarrollo humano de la ONU.

Uno de cada seis personas en edad de trabajar y con empleo, se dedica a la industria de la pesca, alrededor de dos tercios de estos trabajadores son mujeres. Durante las últimas tres décadas, sus medios de subsistencia han empezado a derrumbarse por la entrada de otras naciones a desvalijar las reservas de pesca de Senegal.

La Unión Europea tiene dos grandes problemas de pesca. Uno es que, en parte como resultado de no haber gestionado apropiadamente sus propias reservas, ahora ya no son suficientes para cubrir la demanda europea. El otro es que sus Gobiernos no se enfrentan a sus grupos de presión del sector de la pesca y decomisan todos los barcos que sobran.
La UE ha intentado resolver sus dos problemas enviando a sus pescadores al África occidental. Desde 1979, ha llegado a acuerdos con el Gobierno de Senegal, que permitía a la flota europea acceder a las aguas de Senegal. Como resultado, el ecosistema marino de Senegal ha comenzado a ir por el mismo camino que el europeo. Entre 1994 y 2005, la pesca que se podía recoger en las aguas del país descendió de 95.000 a 45.000 toneladas. Desechados por la fuerza por los barcos de arrastre europeos, la industria pesquera local está desapareciendo: el número de barcos gobernados por senegaleses ha decaído un 48 %, desde 1997.

En un reciente informe sobre este saqueo, ActionAid, muestra como las familias de los pescadores que antes comían tres veces al día, ahora están comiendo sólo una o dos veces.

Al subir el precio del pescado, sus clientes también pasan hambre. Lo mismo ha pasado en todos los países del África occidental, con los que Europa ha mantenido acuerdos de pesca. A cambio de una miserable cantidad de divisas, la principal fuente de proteínas ha sido saqueada.

El Gobierno de Senegal sabe todo esto, y en 2006 se negó a renovar sus acuerdos de pesca con la Unión Europea. Pero los pescadores europeos, la mayoría de España y de Francia- han encontrado siempre la manera de sortear la prohibición. Han estado registrando sus barcos como si fueran senegaleses, comprando cuotas a los pescadores locales y transfiriendo en alta mar la pesca de los barcos pescadores locales a los europeos. Estas prácticas significan que ellos pueden seguir quedándose con la pesca del país, y no tienen la obligación de llevar esa pesca a Senegal. Sus beneficios se mantienen congelados hasta que la pesca llega a Europa.

La oficina de Mandelson está intentando negociar Acuerdos de Asociación Económica, EPA, con los países africanos. Se esperaba que se hubieran cerrado a finales del año pasado, pero muchos países, entre los que se incluye a Senegal, se han negado a firmar. Los acuerdos insisten en que las compañías europeas tengan derecho tanto a establecerse libremente en suelo africano como a recibir un tratamiento por parte de los gobiernos como si fueran nacionales. Esto significa que el país que los albergue no puede hacer discriminación entre sus propias compañías y las europeas. Senegal tendrá prohibido asegurar que su pesca se utilice para mantener su propia industria y para alimentar a su propio pueblo. Los trucos utilizados por los pesqueros de arrastre europeos serán legalizados.

La Comisión Económica de la ONU para África ha descrito las negociaciones de la Unión Europea como “no lo suficientemente inclusiva”. Sufren de falta de transparencia y por parte de los países africanos, de falta de capacidad para manejar semejante complejidad legal. ActionAid muestra que la oficina de Mandelson ha ignorado estos problemas, ha incrementado la presión sobre los países que se muestran reacios y “avanza en las negociaciones a una velocidad muchos más rápida de la que los países africanos son capaces de manejar”. Si estos acuerdos se alcanzan a la fuerza en el África Occidental, Mandelson será responsable de otra hambruna imperial.

Esto es un ejemplo del colonialismo alimentario que está volviendo a gobernar las relaciones entre los países ricos y los pobres. Al ajustarse las fuentes globales de alimentos, los consumidores ricos se ven empujados a competir con los hambrientos. La semana pasada, un grupo de defensa medioambiental, WWF, publicó un informe sobre el consumo indirecto de agua en el Reino Unido, adquirida en forma de alimentos. Los británicos compran mucho de su arroz y algodón, por ejemplo, del valle Indus, donde están la mayoría y las mejores tierras de cultivos de Pakistán. Para cubrir la demanda de exportaciones, los acuíferos del valle están siendo dragados mucho más rápido de lo que se recargan. Al mismo tiempo, la lluvia y la nieve en los nacimientos del Himalaya han decrecido, probablemente como resultado del cambio climático. En algunos lugares, la sal y otros venenos de las cosechas se están vertiendo al decreciente nivel freático, destruyendo para siempre las tierras de cultivos. Las cosechas que se compran en Europa son, en su mayor parte, de libre comercio, pero todos los costes que no se ven, los acumula Pakistán.

Ahora descubrimos que los países de Oriente Medio, liderados por Arabia Saudí, están asegurándose sus futuras fuentes de alimentos intentando comprar tierras en los países más pobres. El Financial Times de Londres, informa de que Arabia Saudí quiere establecer una serie de explotaciones agrícolas en el extranjero, cada una de las cuales podría superar las 100.000 hectáreas. Su producción no se comerciaría, sino que se transportaría por barco directamente a sus propietarios. El Financial Times, que normalmente se agita por la venta de cualquier cosa, se preocupa por “la pesadilla de un escenario en el que las cosechas son transportadas desde explotaciones agrícolas fortificadas, mientras los lugareños hambrientos lo contemplan”. Mediante “acuerdos bilaterales secretos”, el periódico asegura que “los inversores esperan poder eludir cualquier restricción potencial de comercio que el país anfitrión pueda imponer durante una crisis”.

Tanto Etiopía como Sudán han ofrecido cientos de miles de hectáreas de terrenos estatales del petróleo. Esto es fácil para los corruptos Gobiernos de estos países: En Etiopía el Gobierno dice que posee la mayor parte de la tierra, y en Sudán haciendo pasar un sobre hasta el despacho adecuado, transforma mágicamente la propiedad de otra gente en divisas extranjeras. Pero 5.6 millones de sudaneses y 10 millones de etíopes necesitan ayuda alimentaria ahora mismo. Los tratos que sus Gobiernos han propuesto, no pueden hacer más que agravar las hambrunas.

Nada de esto quiere decir que las naciones pobres no deberían vender alimentos a las ricas. Para escapar de la hambruna, los países deben aumentar su poder adquisitivo. Esto, a menudo, significa la venta de productos agrícolas e incrementar su valor procesándolas a nivel local.
Pero no hay nada de justo en los acuerdos que acabo de describir. Donde antes se usaban cañones y soldados del imperio, las naciones ricas utilizan ahora los cheques y los abogados para hacerse con la comida de los hambrientos. La lucha por los recursos ha comenzado, pero –a corto plazo, a cualquier ritmo, apenas lo notaremos. Los Gobiernos ricos del mundo se protegerán del coste político de la escasez, incluso si eso significa que otras personas deben morirse de hambre.

George Monbiot

Artículos publicado el 3 de septiembre de 2008, en el diario surafricano, Mail & Guardian.

Traducido por Rosa Moro, del Departamento África de la Fundación Sur.

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