¿Por qué Sudán del Sur está tranquilo mientras Etiopía está en guerra?

14/12/2020 | Opinión

etiopia_cc0.jpg“A lo largo de la historia, ha sido la inacción de quienes pudieron haber actuado, la indiferencia de los que deberían haber sabido mejor, el silencio de la voz de la justicia cuando más importaba, que ha hecho posible que el mal triunfe”. Haile Selassie.

Los principios fundamentales de paz, amor y unidad son naturales e internacionales. No hay nada mejor que la Paz, el Amor y la Unidad de las personas. Los pueblos unidos nunca pueden ser derrotados.

Al comienzo de las luchas de independencia de Sudán del Sur por la libertad, el pueblo etíope y sus sucesivos regímenes habían estado a la vanguardia en nuestra búsqueda de paz, justicia y libertad. En la era del rey Haile Selassie, del presidente Mengistu Haile Mariam, del primer ministro Meles Zenawi y de Haile Mariam Desalegn, y ahora de Abiy Ahmed, la contribución del pueblo etíope y sus gobiernos nunca había faltado en nuestro viaje hacia donde estamos como nación.

El papel proactivo del pueblo etíope hacia el avance y el logro de nuestra independencia política es conocido y no es necesario narrarlo extensamente. En latín, dicen «Res ipsa loquitur», que significa «la cosa habla por sí misma». En realidad, el presidente coronel Mengistu entrenó y suministró al SPLM/SPLA con armas militares cuando el resto emitía retórica política vacía.

En diciembre de 2013, cuando Sudán del Sur se sumió en una guerra civil en la que el régimen del SPLM atacó el territorio Nuer, matando a más de 20.000 personas en dos semanas, el gobierno etíope bajo el mando del primer ministro Haile Mariam Desalegn y otros líderes de la IGAD intervinieron rápidamente y pidieron conversaciones de paz en Addis Abeba. Este diálogo de paz culminó en el Acuerdo sobre la Resolución del Conflicto en Sudán del Sur (ARCSS), que más tarde colapsó después de la brutal batalla en la Casa de Estado alias J1 en julio de 2016.

Igualmente, en 2018, cuando Abiy Ahmed ascendió a lo más alto del poder como primer ministro de Etiopía, se encargó de exigir la liberación desde Sudáfrica de Riek Machar para unirse a las mediaciones de paz que más tarde resultaron en el Acuerdo Revitalizado sobre el Resolución del conflicto en Sudán del Sur (R-ARCSS). Fue este Acuerdo de Paz el que dio origen al Revitalizado gobierno de Transición de Unidad Nacional.

Estos gestos amistosos de nuestros vecinos etíopes deberían ser correspondidos por el pueblo de Sudán del Sur y su Administración mediante intervenciones positivas. Sin embargo, es una vergüenza para el gobierno de Sudán del Sur mantener un absoluto silencio mientras Etiopía atraviesa una guerra civil. Es nuestra responsabilidad individual y colectiva promover paz y armonía.

El llamado a la paz en nuestra región de África Oriental y en el mundo no es dominio exclusivo de unos pocos. En vista de lo anterior, me solidarizo con el pueblo etíope y especialmente con la comunidad de Tigray. En el improbable caso de que el gobierno esté luchando contra su pueblo, se presume que el pueblo tiene razón y el gobierno está equivocado. Por tanto, condeno al Gobierno Federal de Etiopía por lanzar una ofensiva militar contra el pueblo y los niños de Tigray.

Según nuestras experiencias en Sudán y Sudán del Sur, el gobierno nunca podrá ni tendrá razón en la guerra contra sus ciudadanos. Hasta ahora, cientos de personas han muerto y miles más están desplazadas en este conflicto que comenzó el 4 de noviembre de 2020. Creo que solo los Nuer, que una vez sufrieron la brutalidad de manos de crueles regímenes, pueden entender por lo que están pasando los habitantes de Tigray en esta guerra.

Desde el 15 de diciembre de 2013, cuando el gobierno de Sudán del Sur llevó a cabo operaciones militares contra el pueblo Nuer en Juba y en todo el país con el pretexto de eliminar a los líderes de la oposición como Riek Machar, la vida nunca ha sido igual para nuestro pueblo. Muchísimos de los nuestros han sido eliminados y empobrecidos. Y ahora, jóvenes Nuer están muriendo en el mar Mediterráneo tratando de cruzar a Europa en busca de pastos más verdes.

En este sentido, nunca desearíamos esa situación a ninguna comunidad de este continente y del mundo en general. Por eso, el gobierno de Sudán del Sur debe unirse al llamado regional e internacional para un diálogo entre las fuerzas de Tigray y el gobierno federal de Etiopía para poner fin al derramamiento de sangre y al generalizado desplazamiento de civiles. ¿Cómo puede nuestro gobierno guardar silencio cuando hay un conflicto en curso que amenaza la sede de la Unión Africana (UA)?

El primer ministro etíope, Abiy Ahmed, debe aceptar dialogar incondicionalmente sin lo cual debería entregar el Premio Nobel de la Paz que le fue otorgado hace un año. No puede convocar y defender negociaciones de paz en otros países y rechazar una solución pacífica de la disputa en su propio país. Esto es una guerra, y no hay una guerra grande o pequeña; todas las guerras matan y destruyen vidas y propiedades. Han muerto muchísimos Etiopes. Abiy debe abrirse al dialogo, permitir el acceso humanitario a la región de Tigray, y debe también restaurar Internet y las telecomunicaciones para que las personas afectadas puedan pedir y recibir asistencia humanitaria.

Finalmente, el presidente de Eritrea, Isaias Afwerki, debe actuar con cuidado en este conflicto. No debería actuar como el presidente Yoweri Museveni, que luchó junto al gobierno de Sudán del Sur en 2014, llegando a utilizar bombas de racimo en Bor, estado de Jonglei. Ningún líder de la región debe tomar partido en esta guerra, excepto por una intervención pacífica.

Dak Buoth

*El escritor es el presidente de Liech Community Association en Kenia; las opiniones expresadas aquí son suyas, y puede ser contactado para comentarios a través de eligodakb@yahoo.com

Fuente Sudan Tribune

[Traducción, Jesús Esteibarlanda]

Fundación Sur]


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