Pederastia en la Iglesia. Reflexiones desde África, por José Carlos Rodríguez Soto

19/04/2010 | Bitácora africana

Los casos de pederastia han sacudido la Iglesia durante mucho tiempo. Durante los últimos meses multitud de datos nuevos han salido a la luz, provocando un alud de reacciones que-comprensiblemente- en muchos casos vienen acompañadas de emociones negativas. Personalmente, cuando salen a la luz hechos que provocan una maraña de polémicas prefiero esperar algo de tiempo para tener más elementos de juicio y expresar las cosas con más serenidad. Desde mi experiencia personal de quien ejerció el sacerdocio durante 22 años y vivió 20 de ellos en África, y basándome en lo que he visto y oído me permito ofrecer algunas reflexiones por si pueden ayudar a entender algo mejor.

1. Por desgracia, los casos de pederastia son parte de un fenómeno más amplio de abuso de niños y niñas más socialmente aceptado de lo que pensamos. En África, como en el resto del mundo, los que más destrozan la vida de los menores suelen personas de su propia familia, vecinos y otras personas allegadas de las que nos solemos fiar (como sería el caso de sacerdotes y religiosos) Es un abuso que tiene muchas formas: el padre que viola a su hija de forma continuada, el hombre que todos los días se gasta el dinero poniéndose hasta arriba de cerveza mientras sus hijos sufren de desnutrición, los padres que no mandan a sus niños (o más bien a sus niñas) al colegio porque prefieren enviarlas a vender al mercado, o el tío que ofrece una habitación a su sobrina estudiante en la ciudad a cambio de tirársela cuando le da la gana mientras el resto de los familiares mira para otro lado. Mucho me temo que la poligamia favorece este abandono de los niños: cuando un hombre tiene tres o cuatro mujeres y veintitantos niños no es raro que ni siquiera sepa cómo se llaman todos ellos. Otros abusos son consecuencia de comportamientos irresponsables: cuántas veces he visto a padres mandar a la niña más pequeña a comprar cerillas o sal a la tienda del pueblo -que podía estar a dos o tres kilómetros- a horas nocturnas en las que no podía pasar nada bueno por el camino.

2. Una de las formas socialmente más aceptadas de abuso infantil en África es el trabajo doméstico que niños, y sobre todo niñas, realizan en casas particulares y también en instituciones, incluidas las de la Iglesia, que en este campo no da ningún buen ejemplo. He visto innumerables casos de menores de familias pobres que trabajaban limpiando y cocinando en casas religiosas o residencias parroquiales, a menudo sin cobrar, sin días libres y por supuesto sin ir a la escuela. Cuando se acepta esto como normal, de aquí al terreno del abuso sexual sólo hay un paso.

3. En la Iglesia de África, como ocurre en otros lugares del mundo, cuando han ocurrido estos casos muy a menudo se ha recurrido alegremente a intentar tapar y silenciar. A Dios gracias, en África hay menos secretos que en otros lugares del mundo y al final todo termina por saberse, y la gente de a pie se cabrea y con razón: no puede ser que cuando una monja se queda embarazada se la expulse, y cuando un cura abusa de un niño o una niña se le cambia de parroquia o incluso se le envía a realizar estudios. Recuerdo el caso de un cura ugandés que violó a una niña de doce años y siguió viviendo con toda seguridad en el obispado. Yo mismo fui a ver al obispo y le dije que nuestros laicos de la comisión Justicia y Paz se había quejado de que mientras en nuestros cursos les enseñábamos que todos los casos de abusos de niños había que denunciarlos a la policía, en ese caso actuábamos de forma contraria a lo que les decíamos. Al final la diócesis terminó pagando dinero a la familia de la chiquilla para que dejaran de hacer ruido y todo terminó así. Poco sorprende que al poco tiempo el cura de marras volviera a las andadas, hasta que en una ocasión sus propios feligreses le pegaron una paliza.

4.Durante mis 20 años en África los casos de abusos de menores que he conocido tenían una particularidad importante: en el caso de abusos de niños (sobre todo de adolescentes varones) los pederastas solían ser misioneros europeos o norteamericanos, mientras que cuando se trataba de abusos de niñas o chicas adolescentes los abusadores eran casi siempre sacerdotes africanos. No me sorprende, sabiendo que en África la homosexualidad suele ser rechazada socialmente. No seré yo quien defienda que hay un vínculo entre homosexualidad y pederastia (decir que todo homosexual tiene tendencias pederastas es un disparate, tengo bastantes amigos homosexuales que viven una relación con su pareja y son personas de lo más normal), pero los hechos son los hechos y alguna consecuencia habrá que sacar de ellos, juzgándolos con objetividad antes de saltar con ideas preconcebidas y con agresividad.

5. No creo que se pueda establecer un vínculo entre pederastia y celibato. Yo me inclino más por pensar que hay un lazo muy estrecho entre pederastia y poder en la Iglesia. He conocido y sigo conociendo infinidad de sacerdotes, religiosos y religiosas célibes que gozan de un gran equilibrio emocional y cuyo voto de castidad les hace ser libres y dedicar sus vidas a ayudar a los más necesitados con un enorme espíritu de sacrificio, y estoy convencido de que en la Iglesia son la inmensa mayoría. Al mismo tiempo, es muy posible que una vida célibe sin ataduras familiares pueda atraer a personas desequilibradas afectiva y sexualmente, y en este caso lo que tiene que hacer la Iglesia es detectar a tiempo estos casos durante el periodo de formación. Esto suele ser bastante difícil en África, donde se suele pensar que una vez que uno ha entrado en el seminario ya tiene derecho a ser ordenado sacerdote y donde la formación sacerdotal suele recalcar mucho el aspecto académico y mucho menos aspectos de madurez humana y espiritual.

6. Un aspecto que se suele pasar por alto en todo este tema es que no han faltado casos de acusaciones falsas de pederastia contra miembros del clero por parte de personas sin escrúpulos que pretendían sacarles dinero a base de amenazas. Yo he conocido en África algunos casos de cerca y puedo testificar que el cura o el hermano que se ve en esta situación suele terminar en un estado de destrozo psicológico que no se remedia ni cuando se demuestra que es inocente. No hay que olvidar que algunos casos en los que se ha acusado a obispos de no haber actuado con contundencia se pueden explican por esta circunstancia.

Autor

  • Rodríguez Soto, José Carlos

    (Madrid, 1960). Ex-Sacerdote Misionero Comboniano. Es licenciado en Teología (Kampala, Uganda) y en Periodismo (Universidad Complutense).

    Ha trabajado en Uganda de 1984 a 1987 y desde 1991, todos estos 17 años, los ha pasado en Acholiland (norte de Uganda), siempre en tiempo de guerra. Ha participado activamente en conversaciones de mediación con las guerrillas del norte de Uganda y en comisiones de Justicia y Paz. Actualmente trabaja para caritas

    Entre sus cargos periodísticos columnista de la publicación semanal Ugandan Observer , director de la revista Leadership, trabajó en la ONGD Red Deporte y Cooperación

    Actualmente escribe en el blog "En clave de África" y trabaja para Nciones Unidas en la República Centroafricana

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