Patronímicos y sabiduría africana, por Paquita Reche, mnsda

2/03/2012 | Bitácora africana

En todas las culturas ser nombrado es ser reconocido, es existir para sí y para los otros. Es lo que nos está diciendo un antiguo papiro que podemos encontrar en el Museo de Egipto de Turín, con la siguiente inscripción: “Vive el que es llamado por su nombre”. Esta inscripción refleja de un modo extraordinario, lo que significa el nombre y el papel que juega en la vida de los hombres. Nombrar es reconocer, dar una identidad, dar vida.

También, como aparece en el antiguo texto del Génesis, dar nombre es tomar posesión. Cuando Adán va dando un nombre a los animales que desfilan ante él, se afirma como gerente de la creación.

El nombre expresa la individualidad, identifica, distingue y permite relacionarse con los demás. Sin nombre, el hombre no tiene identidad, por eso en todas las culturas tiene tanta importancia “dar un nombre” a todo recién nacido. El nombre que se da al recién nacido lo hace existir primero para los otros y más tarde para sí mismo, cuando el niño es capaz de reconocerse en él, de identificarse con él.

En la tradición africana, el nombre juega un papel muy importante. El hombre concreto es el hombre nombrado. En muchas regiones para que se considere al recién nacido como una persona tiene que tener un nombre. El nombre no es un mero signo exterior, es algo que marca la personalidad. Dar un nombre es algo muy serio que marca la vida de la persona y da información sobre ella.

En África Occidental la elección del primer nombre, el que se da al nacer. Puede estar determinado por distintas razones, puede ser un nombre fijado por la tradición, marcado por un acontecimiento o elegido libremente.

Los nombres fijados por la tradición son nombres estereotipados. Estos nombres indican el rango de nacimiento, el sexo, y las circunstancias, por ejemplo la coincidencia con un fallecimiento o la celebración de funerales. Si un bebe nace después del fallecimiento de un hermano, el nombre que se le da muestra las creencias sobre la reencarnación. Otros nombres de esta categoría revelan el lugar en dónde se nace, el día de la semana en el que se nace, si los nacidos son gemelos, si es un hijo póstumo o si la madre muere al nacer.

Los nombres elegidos libremente por la familia expresan el deseo de marcar un acontecimiento de mayor o menor importancia; en este caso, el nombre servirá de memoria. Entre los nombres de libre elección están los nombres que revelan la filosofía frente a la Muerte o Dios.

Con mucha frecuencia el nombre es un programa de vida. Muchos nombres de esos nombres indican el sentido profundo que los africanos tienen de lo sagrado y de la dependencia del hombre frente a Dios. Sirvan de ejemplo alguno de los que encontré en Ruanda o en Burkina Faso. Son nombres muy bellos y llenos de sabiduría. Podrían traducirse así:

-“Que guarde la calma”

– “Nada me doblegará”

– “Busca la verdad”

– “Cállate y escucha a Dios”

– “Haz que todo pase por su voluntad”

– “Me apoyo en Dios”

– “Es la parte de Dios”

– “Dios lo sostiene”

– “Dios da la fuerza”

– “Sólo Dios sabe”

– “Dios es bueno”

En ciertas circunstancias, al nombre dado al nacer, se añadirá, un nombre que indica el cambio de vida o de situación. El nombre que se dará en el momento de la iniciación, supondrá un aumento de fuerza vital.

El decir tu nombre a alguien es signo de confianza. No se revela fácilmente el nombre a un desconocido, conocer el nombre de alguien, liga y otorga cierto poder sobre él. Como dice Kenmeth Kaunda: “Ser conocido por su nombre es estar dependiente, estar ligado al que lo pronuncia y conocer todos los nombres de un hombre es tener ciertos derechos sobre él”.

Algunos nombres, como los que se reciben en el momento de la iniciación, son nombres secretos que pocos tienen el derecho de conocer o pronunciar. En general esos nombres están reservados a los de la misma clase de edad, los de la misma promoción.

En África, el nombre nos revela mucho de su sabiduría, expresa no sólo la identidad de la persona, dice algo de su originalidad e indica su dependencia del mundo visible e invisible. El hombre nombrado es el hombre que existe y que está ligado a los demás, es un ser de relación.

Autor

  • Reche, Paquita

    Nació en Chirivel (Almería). Estudió Magisterio en Almería, Licenciaturas de Pedagogía y de Filosofía, en la Complutense de Madrid.

    Llegó por primera vez a Africa en 1958 (a Argelia): después estuvo en Ruanda, Guinea Ecuatorial y desde el 1975 en Burkina Faso.

    En África trabajó como profesora en el Instituto Catequético Lumen Vitae de Butare, Profesora de enseñanza secundaria de español y filosofía; Universidad Popular (filosofia). También ha colaborado con Asociaciones de mujeres y con niños de la calle en Burkina Faso.

    Está en España desde 2004, actualmente, en Logroño. Colabora con la revista de los misioneros de África "Africana", Los Comités de Solidaridad con África Negra y con Rioja Acoge.

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