Para comprender cómo se asegura la impunidad el régimen de Kigali

1/02/2012 | Opinión

Ruanda, los tontos útiles de Kagame

Las conclusiones del juez Trevidic han reactivado la polémica sobre Ruanda, una parte de la prensa exonera a Kagame de sus responsabilidades pasadas y presentes. “Desde siempre el público prefiere a los que cuentan historias donde los buenos combaten a los malos antes que aquellas donde los cabrones se enfrentan entre sí”. Rony Brauman, ex presidente de Médicos Sin Fronteras, Jean-Hervé Bradol (Fundación Médicos Sin Fronteras) y Claudine Vidal (CNRS), tratan de iluminar la verdad de lo que está en juego sobre las reacciones al peritaje balístico del juez Trevidic.

Desde hace dieciocho años, cientos de miles de muertos, ruandeses y congoleños, han sido imputados al Frente Patriótico Ruandés (FPR) pero ninguno de sus miembros ha sido condenado por estos hechos. Las pruebas existen y son conocidas. ¿Cómo explicar esa ausencia de respuesta a lo que puede considerarse como crímenes contra la humanidad?

La casi total unanimidad de la prensa francesa sobre las supuestas conclusiones del informe balístico ordenado por los jueces franceses encargados de instruir la denuncia de las familias con allegados muertos en el atentado contra el avión del presidente Habyarimana el 6 de abril de 1994, ofrece una nueva oportunidad para comprender cómo el régimen de Kigali se asegura su impunidad.

Tres formas de actuar se han puesto en escena. La primera consiste en declarar que una verdad histórica, el genocidio de tutsis ruandeses, es un objetivo del negacionismo y el revisionismo. Con esta negación se crearían las condiciones para la reanudación de la política genocida. La realidad es otra y no es para alegrarse. Los principales incitadores y realizadores de ese genocidio han sido detenidos y condenados. Aquellos que por ahora hayan logrado escapar y sus lugares de residencia sean conocidos, vivirán en adelante con el temor a ser llevados ante un tribunal internacional para ser directamente llevados a Kigali, como ya ha sucedido.

La segunda manera de actuar es el empleo sistemático del terror para imponer el punto de vista de los amigos de Kagame a pesar de las evidencias en contra. No hay una oposición real estructurada en el interior de Ruanda, tampoco prensa libre debido a los arrestos y asesinatos. Las agencias de prensa dan testimonio de ello de forma habitual así como las ONGs internacionales. Los “viejos” del FPR fueron apartados del poder, silenciados, obligados a exiliarse o simplemente asesinados. En esta empresa, los sicarios de Kigali no tienen problema en pasar fronteras para ejecutar a opositores y periodistas en el país donde estén refugiados; crímenes y tentativas de asesinato han sido contados con precisión por los medios de información de los países a los que sucedieron (Sudáfrica, Uganda, Reino Unido, etc.).

El tercer método es la red de “amigos” en el extranjero (en otra época, se hubiera hablado de “compañeros de viaje”) con el fin de turnarse en las acusaciones de negacionismo y revisionismo contra los comentaristas que osen contradecir las versiones de los hechos realizados por el régimen de Kigali. Estos “amigos”, hiperactivos en el debate público, recientemente han llegado a ocupar la mayor parte de las tribunas con el propósito de que un informe de balística sea lo que no es e incluyendo, voluntariamente o no, vectores de la propaganda internacional del FPR.

La justicia francesa (así como una causa de enjuiciamiento español de febrero de 2008) han acusado a Paul Kagame y a miembros del FPR imputados en el atentado contra el avión de Habyarimana. La publicación del informe balístico, que en ningún caso podría producir una conclusión sobre la identidad de los asesinos, ha sido acompañada de una campaña mediática que afirma lo contrario: que el peritaje balístico declaró inocente a Kagame. Los dos abogados del FPR, que hablaron después de la presentación del informe balístico, no son los únicos responsables de esta ola de entusiasmo a favor de Kagame. El juez Bruguière, autor de una anterior instrucción incoherente y una buena parte de la prensa francesa han contribuido en la interferencia de las investigaciones.

Desde siempre el público prefiere a narradores con historias donde los buenos combaten a los malos antes que aquellas donde los cabrones se enfrentan entre sí. ¿Debemos por tanto presentar como equivalentes el genocidio de los tutsis ruandeses y los crímenes cometidos por el FPR? Absolutamente no. Por ello no deberíamos olvidar la diferencia entre dos tipos de órdenes: “Exterminadlos a todos” o “Masacrad a una parte de ellos”.

Rony Brauman, Jean-Hervé Bradol y Claudine Vidal

“Tribune”

Extraído de “Arib.info”, Burundi. 28 de enero de 2012.

Traducido para Fundación Sur por Juan Carlos Solís Santander.

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