No existe verdadera paz ni desarrollo sostenible cuando hay personas marginadas y forzadas a vivir en la miseria.

10/04/2017 | Editorial

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El discurso del papa Francisco, (el 25.3.2017), a los 27 gobiernos europeos, con motivo de los 60 años de la firma de los Tratados de Roma, origen de la Unión Europea, subrayó claramente los valores humanos y cristianos que constituyen el fundamento de la Unión. Es conveniente recordar los desafíos del pasado para hacer frente a los de hoy y a los del futuro.

Algunos textos particularmente relevantes hoy, desde la perspectiva JPIC:


“Este espíritu de solidaridad, que creó la voluntad común, es especialmente necesario ahora, para hacer frente a las fuerzas centrífugas, así como a la tentación de reducir los ideales fundacionales de la Unión a las exigencias productivas, económicas y financieras.

De la solidaridad nace la capacidad de abrirse a los demás. En un mundo que conocía bien el drama de los muros y de las divisiones, se tenía muy clara la importancia de trabajar por una Europa unida y abierta.

Sin embargo, hoy se ha pedido la memoria de ese esfuerzo. Se ha perdido también la conciencia del drama de las familias separadas, de la pobreza y la miseria que provocó aquella división… comenzando por la larga columna de mujeres, hombres y niños que huyen de la guerra y la pobreza, que solo piden tener la posibilidad de un futuro para ellos y sus seres queridos.

El alma de Europa permanece unida porque, además de su origen común, tiene idénticos valores humanos y cristianos, como son los de la dignidad de la persona humana, del profundo sentimiento de justicia y libertad, de laboriosidad, de espíritu de iniciativa, de amor a la familia, de respeto a la vida, de tolerancia y de deseo de cooperación y de paz, que son notas que la caracterizan.

En nuestro mundo multicultural tales valores seguirán teniendo plena ciudadanía si saben mantener su nexo vital con la raíz que los engendró. Los padres fundadores, que habían sobrevivido a un conflicto devastador, estaban animados por la esperanza de un futro mejor y los perseguían con una voluntad firme, para evitar que surgieran nuevos conflictos. Nuestra época está más dominada por el concepto de crisis.

Está la crisis económica, que ha marcado el último decenio, la crisis de la familia y de los modelos sociales consolidados, está la difundida crisis de las instituciones y la crisis de los emigrantes: tantas crisis, que esconden el miedo y la profunda desorientación del hombre contemporáneo.

Nuestro tiempo es un tiempo de discernimiento, que nos invita a valorar lo esencial y a construir sobre ello, es por lo tanto, un tiempo de desafíos y de oportunidades.

Los pilares de la Comunidad europea son: la centralidad del ser humano, una solidaridad eficaz, la apertura al mundo, la búsqueda de la paz y del desarrollo, la apertura al futuro. A quien gobierna el corresponde discernir los caminos de la esperanza, identificar los procesos concretos para hacer que los logros realizados hasta ahora no se dispersen, sino que aseguren un camino largo y fecundo.

Europa encuentra de nuevo esperanza cada vez que pone al hombre en el centro y en el corazón de las instituciones. Considero que esto implica la escucha atenta y confiada de las instancias que provienen tanto de los individuos cono de la sociedad y de los pueblos que componen la Unión. Si nos centramos en el ser humano, debemos centrarnos en la familia y en la casa común.

La Unió Europea nace como unidad de las diferencias y unidad en las diferencias. Por eso las peculiaridades no deben asustar, ni se puede pensar que la unidad se preserva con la uniformidad. Esa unidad es más bien la armonía de una comunidad. Hoy la Unión europea tiene necesidad de redescubrir el sentido de ser ante todo comunidad de personas y de pueblos, consciente de que el todo es más que la parte y que hay que ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos.

Europa vuelve a encontrar esperanza en la solidaridad que es también el antídoto más eficaz contra los modernos populismos. La solidaridad comporta la conciencia de formar parte de un solo cuerpo y se compone de hechos y gestos concretos que acercan al prójimo, sea cual sea la condición en la que se encuentre.

Los populismos al contrario florecen precisamente por el egoísmo que nos encierra en un círculo estrecho y asfixiante y no nos permite superar la estrechez de los propios pensamientos ni mirar mas allá. A la política le corresponde ese liderazgo para elaborar un cambio, con espíritu de solidaridad y subsidiaridad, de modo que el que corre más deprisa tienda la mano al que va más despacio.

Europa vuelve a encontrar esperanza cuando no se encierra en el miedo de las falsas seguridades. Su historia es dinámica y multicultural. La apertura al mundo implica la capacidad de diálogo como forma de encuentro a todos los niveles, comenzando con los muchos inmigrantes que llegan a las costas de la Unión.

No se puede limitar gestionar la grave crisis migratoria de estos años como si fuera solo un problema numérico, económico o de seguridad. La cuestión migratoria plantea una pregunta más profunda, que es sobre todo cultural. ¿Qué cultura propone la Europa de hoy? El miedo que se advierte encuentra a menudo su causa más profunda en la pedida de ideales.

Europa tiene un patrimonio moral y espiritual único en el mundo que merece ser propuesto una vez más con pasión y renovada vitalidad y que es el mejor antídoto contra la falta de valores de nuestro tiempo, terreno fértil para toda forma de extremismo.

Europa vuelve a encontrar esperanza cuando invierte en el desarrollo sostenible y en la paz. El auténtico desarrollo no es el resultado de un conjunto de técnicas productivas, sino que abarca a todo el ser humano: la dignidad de su trabajo, condiciones de vida adecuadas, la posibilidad de acceder a la enseñanza y a los necesarios cuidados médicos.

El desarrollo es el nuevo nombre de la paz, pues no existe verdadera paz cuando hay personas marginadas y forzadas a vivir en la miseria. No hay paz allí donde falta el trabajo o la expectativa de un salario digno. No hay paz en las periferias de nuestras ciudades, donde abunda la droga y la violencia.

Europa vuelve a encontrar esperanza cuando se abre al futuro. Cuando se abre a los jóvenes, ofreciéndoles perspectivas serias de educación, posibilidades reales de inserción en el mundo del trabajo. Cuando invierte en la familia, que es la primera y fundamental célula de la sociedad. Cuando respeta la conciencia y los ideales de sus ciudadanos. Cuando garantiza la posibilidad de tener hijos, con la seguridad de poderlos mantener. Cuando defiende la vida con toda su sacralidad.

Con el aumento general de la esperanza de vida, los sesenta años se consideran hoy como el tiempo de la plena madurez. Una edad crucial en la que estamos llamados de nuevo a revisarnos. Su éxito dependerá de la voluntad de trabajar una vez más juntos y del deseo de apostar por el futuro. A vosotros como líderes os corresponde discernir el camino para un nuevo humanismo europeo, hecho de ideales y de concreción. Esto significa no tener miedo a tomar decisiones eficaces, para responder a los problemas reales de las personas y para resistir al paso del tiempo.
Pienso que Europa merece ser construida. Gracias.”

Este líder de la Iglesia universal, tiene el don de presentar amablemente y con palabras suaves los mensajes más revolucionarios y esperanzadores del Evangelio para los jefes de los pueblos y para toda la sociedad.

Uno tiene la impresión de que las palabras sabias y las intuiciones profundas de líderes carismáticos y universales como el papa Francisco, pronunciados a los jefes de los pueblos, parecen caer sobre tierra dura, como la lluvia que cae sobre “roca” y resbala.

La esperanza de nuevo reside en la sociedad: todos somos responsables de escuchar y acoger esta sabiduría para promover con todos nuestros medios, que son muchos y poderosos, una sociedad más humana, justa, solidaria y llena de esperanza, para todos los pueblos.

Africa Fundación Sur os desea a todos los colaboradores, lectores y amistades unas FELICES PASCUAS.

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