NIÑAS “ROTAS” EN KIVU, BANGI, SUR SUDAN…..!!

10/11/2015 | Editorial

Los abusos, de niñas sobre todo, en África y en el mundo, nos vienen dejando sin palabras y nos llenan de dolor y de vergüenza.

No existen palabras capaces de describir el horror de una niña, abusada, rota y destrozada de por vida, por “monstruos adultos”, ya sea en India, Pakistán, África, Europa o América.

No sabemos ni siquiera como llamar a esos monstruos, que no se parecen en nada, no ya a los seres humanos, pero ni siquiera a los mismos animales, que nunca son capaces de semejantes brutalidades.

Y sin embargo, constatamos que los casos de abusos y torturas sexuales, no solamente de niñas, sino hasta de bebés, siguen aumentando, especialmente en zonas castigadas por la violencia de grupos armados, que nuestros propios gobiernos mantienen con el tráfico de armas, para expoliar los recursos de esas ricas regiones africanas.

Recibimos testimonios escalofriantes de nuestros compañeros-as que trabajan en esas regiones tan castigadas por las milicias armadas, como Kivu Norte y Kivu Sur (RDC), Bangi (RCA), Sur Sudan, etc. sobre casos concretos de mujeres y niñas, abusadas, torturadas, rotas por dentro y por fuera, por energúmenos armados.

Los gobiernos regionales y extranjeros, la misma ONU, las ONG, así como las empresas que expropian a las poblaciones locales de sus recursos, conocen muy bien los abusos y vejaciones que se están cometiendo contra las mujeres y niñas locales, con toda impunidad. ¿Por qué tanto silencio e indiferencia?

Los soldados que mueren en batalla nos llenan de dolor. Pero estas son niñas y mujeres, totalmente vulnerables e indefensas, sometidas a horrorosos suplicios que no tienen nombre, y que nadie quiere difundir y tomar medidas, para intentar superar las raíces del mal.

Cuando permitimos que niñas y mujeres indefensas sean torturadas y abusadas sexualmente con semejante brutalidad, estamos siendo “esclavizados” y deshumanizados nosotros mismos. Tales crímenes no pasan impunemente, sino que van erosionando gravemente nuestra propia humanidad, aun sin darnos cuenta.

El juicio sobre el crimen de Asunta, una niña, atrozmente asesinada por sus padres, ha despertado gran difusión en los medios de comunicación durante varios meses. Nos podemos preguntar sobre los motivos de semejante montaje mediático.

Lo que resulta totalmente incomprensible es que muchos gobiernos regionales y extranjeros, la ONU, ONG, empresas y grupos armados miren hacia el otro lado, cuando escuchan diariamente testimonios de primera mano sobre estos crímenes bestiales cometidos impunemente, sobre niñas inocentes, en tantos países africanos. La credibilidad de nuestros líderes sociales sigue deteriorándose rápidamente.
Donde quiera que existe excesivo poder, dinero y escasa transparencia, abundan los abusos y los escandalos. De esto no se libra ninguna institución.

Menos mal que escuchamos regularmente la voz valiente de algunos profetas actuales, como la voz y comportamiento del Papa Francisco.

El médico Denis Mukwege, que se dedica desde hace años, a intentar reparar y sanar en lo posible a tantas mujeres y niñas violadas y mutiladas, en el hospital de Panzi, en Bukavu, Kivu Sur, es un testimonio extraordinario de otro gran profeta. De hecho varias veces ha sido nombrado varias veces a recibir el premio Nobel de la Paz.

Los agresores aprovechan con frecuencia la oscuridad y anonimato para cometer sus crímenes con las personas más vulnerables. Estos crímenes incluyen a veces aspectos mágicos y supersticiosos y algunos agresores hasta esperan curarse del sida y de otras enfermedades en su contacto con niñas vírgenes.

Las autoridades locales permanecen calladas o ausentes. Mientras tanto el personal médico de Panzi afirma que estas niñas, a veces tan pequeñitas como bebés, quedan terriblemente dañadas para toda la vida.

El ginecólogo congoleño Denis Mukwege nos cuenta: “Practico desde hace más de 30 años. La semana pasada, por primera vez en toda mi vida, operé a una niña de unos meses, que había sido violada. Es una autentica barbarie que me avergüenza profundamente”. (Mundo Negro. Nov.2015)

La gente local dice que son los médicos, los cooperantes educadores, algún voluntario, y un puñado de misioneras-ros, los que salvan la casa y se quedan con nosotros.

Dicen que en las regiones de Kivu solamente, puede haber más de 79 grupos rebeldes, apoyados por ciertos gobiernos interesados. Desde1998 se calculan más de seis millones de muertos en esta región, además de unos cinco millones de desterrados.

La revista americana “Journal of Public Health” por ejemplo eleva el número de niñas y mujeres víctimas, a unas 400.000 personas anualmente. Si esto fuese cierto, significaría que cada hora son agredidas 48 niñas-mujeres.

El conocer estos crímenes tan horribles contra niñas y mujeres indefensas, nos remueve las entrañas. Pero la hipocresía de tantos gobiernos y políticos, el egoísmo de tantas empresas y la pasividad e indiferencia de la mayoría de buena gente, tanto en África, como en Europa, nos llena de dolor, de rabia y de compromiso.

El mal no tiene la última palabra. El Bien, creemos firmemente, superará al mal, si nosotros, la mayoría de buena gente en este mundo, seguimos colaborando a superar toda injusticia, gobernanza irresponsable, corrupción y egoísmo, con un mayor compromiso por el bien común, lleno de más bondad, justicia y de perdón.

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