Nigeria, un gigante al borde del abismo

11/01/2012 | Opinión

El pasado 1 de enero, convocada por los principales sindicatos nigerianos, se inició una huelga nacional indefinida para protestar contra la supresión de los subvenciones sobre el combustible en el primer país productor de petróleo de África.

Dichas subvenciones están consideradas por muchos nigerianos como uno de los escasos beneficios acordados por el gobierno y no deben ser puestos en duda bajo ningún pretexto. Las manifestaciones masivas llevadas a cabo conminan a restablecer las ayudas al precio del carburante dado que además, esa supresión ha provocado un brusco aumento del coste de la gasolina.

Las autoridades justifican su decisión por “la necesidad de reducir el gasto público y fomentar la inversión en el refino de carburantes”. Las famosas subvenciones, sostienen algunos “aduladores” del poder en Abuja, han enriquecido a la clase alta en detrimento de los desfavorecidos. Además, según los mismos, era tierra abonada para la corrupción.

La población se ha opuesto a estas afirmaciones, la obligación adquirida por los gobiernos para reducir cuanto antes sus propios gastos y combatir la corrupción debe hacerse antes que imponer a los ciudadanos un aumento de los precios del preciado líquido. Los sindicatos se han comprometido a seguir con la huelga, considerada ilegal por los tribunales, hasta que sus demandas no se satisfagan. El día 9 de enero las principales manifestaciones de Lagos, la ciudad más grande del país, la llevaban a un caos total con neumáticos en llamas bloqueando calles. Por la mañana nos enteramos de la muerte de un manifestante. Según el Presidente del Congreso Nacional del Trabajo, Abdoulwahed Omar, le disparó la policía. En otros lugares del país también se han producido altercados contra la medida del presidente Goodluck Jonathan que ha sido juzgada como extremadamente impopular. Es el caso de Kano, en el norte de Nigeria, donde según una fuente de la Cruz Roja, 30 personas resultaron heridas, 18 de ellas por disparos durante los enfrentamientos entre manifestantes y la policía. El sábado pasado, 7 de enero, durante una declaración a la televisión, el Jefe del Estado trató de defender la política de su gobierno, esperando calmar la exaltación sindical, sin tener en cuenta la determinación de los que protestan que no se dan por vencidos.

Lo menos que podemos decir es que el movimiento encolerizado no cae realmente bien. Se produce en un momento en el que el país se enfrenta a serias tensiones religiosas entre cristianos y musulmanes. Una serie de ataques mortales llevados a cabo durante el periodo navideño por la secta islamista Boko Haram en las principales ciudades ha causado números muertos e importantes daños materiales.

Con la huelga general indefinida se abre un nuevo frente para Goodluck obligado a resolver una doble disyuntiva. Ya con las tensiones interconfesionales, que considera “más graves” que la guerra civil de los años 60, no es fácil la solución. Si además tiene que dedicarse a resolver otro asunto, más complejo, son razones para perder su hausa [N de T.: utilizado aquí como sinónimo de prestigio]. Obviamente Nigeria nunca ha estado tan cerca del precipicio. Han tronado voces es este país de 160 millones de habitantes para desactivar la bomba. Durante una sesión de emergencia celebrada el pasado domingo, la Asamblea Nacional aprobó una moción solicitando al gobierno que reconsidere su decisión, con el ánimo de permitir avances en las negociaciones. Los parlamentarios también han pedido a los sindicatos, lamentablemente sin éxito, suspender la huelga general y participar en un diálogo a fondo.

Sin ser alarmistas, nos tememos lo peor para el gigante africano, que está a un paso del abismo. Una situación muy grave que le quita el sueño al presidente Goodluck Jonathan, elegido en abril de 2011 por un periodo de cuatro años.

Evariste Ouédraogo

“L’Observateur Paalga”. Burkina Faso, 9 de enero de 2012.

Traducido para Fundación Sur por Juan Carlos Solís Santander.

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