Nigeria: El uniforme embriagador de las fuerzas armadas

12/12/2008 | Opinión

El maléfico efecto de un largo período de dominio militar puede requerir bastante tiempo para salir de nuestra psyche, y especialmente de la de nuestro personal militar, que todavía están pendientes de adaptarse a la vida bajo condiciones democráticas.

Uno de los peores rasgos de la era militar es la naturaleza venenosa del uniforme en las fuerzas armadas. Esto afecta a los servicios de la Armada, Fuerzas Navales, Aéreas, Policía, Aduanas, Inmigración, Oficiales de Inspección de Vehículos, Cuerpos de Seguridad de las Carreteras Federales y Cuerpos de Defensa Civil y Prisiones.

Todos los servicios mencionados tienen uniformes envenenados. Cuando las personas que pertenecen a estos servicios visten sus uniformes tienden a verse poseídos de un espíritu maligno que les otorga un imaginario poder sobre la vida y la muerte. Esto se puso de manifiesto en las calles de Lagos recientemente, cuando algunos animales uniformados como marinos se abalanzaron sobre una desafortunada señora bajo la endeble excusa de que ella no se apartó a tiempo para facilitar el paso al omnipotente convoy del Contraalmirante. Durante el incidente la Srta. Uzoma Okere fue azotada con fustas, tratada brutalmente, deshumanizada, degradada. Los matones la desnudaron y arrastraron por el asfalto a plena luz del día, para consternación de los transeúntes. Los salvajes le preguntaban mientras se propasaban, “¿Es que no sabes lo que es ser Contraalmirante?”.

Uno se pregunta qué hubieran hecho si su jefe hubiera sido Barack Obama, el Presidente electo de los EEUU. Desafortunadamente para los animales uniformados, un justo castigo cayó sobre ellos cuando una persona anónima grabó sus actos atroces y publicó las fotografías en medios de comunicación e internet. El gobierno de Nigeria no sólo ha sentido la vergüenza nacional sino que además fue el objeto de la mofa internacional por el hecho de que comportamientos tan incivilizados pudieran darse aún en el 2008.

Las Fuerzas Navales son cada vez más conocidas por la descarada impunidad con la que escapan a sus actos. Hace unos 3 años en las calles de Lagos, un oficial de la marina tuvo una disputa en pleno tráfico con el conductor de una motocicleta Okada y frente a una multitud estupefacta sacó su pistola de servicio, ordenó al conductor que abriera la boca y le descargó una bala en la garganta, matando al hombre en el instante. Fue necesaria la intervención de las fuerzas de policía para rescatar al asesino de las manos de una muchedumbre enfurecida. La Marina prometió someter al oficial a un consejo de guerra, pero no tenemos noticias del caso desde entonces. Siempre había admirado a los hombres de la Marina, especialmente a sus oficiales.

He tenido la oportunidad de relacionarme con algunos de los oficiales de más alto rango por cuestiones de negocios. He conocido Contraalmirantes, Comodoros, y Capitanes de la Marina, y este caso me causó conmoción por que siempre me parecieron cívicos, sencillos, agradables y corteses hasta la exageración. Toman muy en serio el dicho popular de “oficial y caballero”. Con los que pude interactuar eran verdaderos oficiales y caballeros hasta el punto de que bromeaba con uno de ellos que podía confundirse con un pastor religioso debido a su afabilidad.

Por su entrenamiento y por tradición militar, así es como se supone que deben comportarse cuando tratan con civiles pero cuando están de servicio, especialmente en situaciones de guerra, todos sabemos que son seres diferentes, por razones obvias.

Pero la situación en Lagos, el lunes 3 de noviembre, no era una situación de guerra. La aprobación de los brutales actos por el contraalmirante Arogundade es condenable y encuentro difícil resistir la tentación de decir que el Contraalmirante es una mancha en un Servicio que merece nuestro respeto. Arogundade dijo más tarde a la Srta. Okere que era afortunada de no estar muerta. Puede que tuviera razón ya que hubo otro incidente en la Milla 2, donde un testigo visual contaba cómo varios marinos golpearon a un hombre hasta la muerte por abollar el coche de un oficial. Añadiendo el insulto a la injuria, las autoridades de la Marina se erigieron en defensa de Arogundade aprobando veladamente su vergonzosa actuación y la de los demás marinos que maldijeron a la señora por haber provocado a los agresores. Esta última muestra de deshonra ha cambiado mi idea de la Marina como una Fuerza nutrida con oficiales y caballeros. Hace unas dos semanas, otro personal militar disparó y mató a un vendedor de tarjetas recargables porque no podía cargar la tarjeta que éste le había vendido. ¿Está loca esta gente? ¿Por qué están transformando nuestra sociedad en un estado Hobessiano donde la vida es sucia, brutal y corta? ¿Cómo se sentiría Arogundade si su hija o su esposa fueran tratadas como lo hicieron con Uzoma?

Este comportamiento no es exclusivo de la Marina. En 1988, hombres de las fuerzas aéreas irrumpieron en la casa del Jefe MKO Abiola y acosaron a miembros de su familia simplemente porque uno de sus hijos había tenido un altercado con un oficial de las Fuerzas Aéreas. El entonces Jefe de las Fuerzas Aéreas de una manera trivial describió al personal que atacó la casa como perros rabiosos.

También es habitual que la policía uniformada nigeriana dicte sus propias leyes. En una ocasión presencié cómo un policía amenazaba con matar a un motorista que pasaba por un punto de control por haber discutido con él. Argumentaba que tras asesinarlo no podía pasarle nada. ¿Quién puede culpar a un hombre uniformado por matar o mutilar a la gente que se supone que debe proteger cuando siempre quedan impunes debido a la complicidad de sus superiores, quienes esconderán los casos bajo la alfombra? Una escuela de pensamiento propone que estos militares son siempre agresivos porque están ociosos cuando no existe una guerra en la que puedan poner en práctica sus entrenamientos. También proponen entonces que nuestro personal militar debería comprometerse más profundamente en las operaciones de paz en Darfur, en la RD del Congo, Somalia y otros lugares problemáticos de África. Como alternativa, las autoridades podrían tener en cuenta el consejo del Jefe Awolowo cuando dijo que los militares ociosos deberían ser enviados a las granjas.

Mientras tanto, el Senado ha entrado en el asunto instando al Jefe de la Marina a investigar el incidente. El Presidente Yar´Adua, que no escondió su bochorno por este asunto, ha convocado al Jefe de Defensa para poner en marcha una investigación independiente. Del mismo modo, el gobernador del Estado de Lagos, Babatunde Fashola, se conmocionó de tal manera con las horribles fotografías del maltrato a Uzoma, que le pidió disculpas personales y le ofreció los servicios legales estatales de Lagos para buscar una reparación por la violación de sus derechos humanos fundamentales.

Desde entonces Uzoma ha demandado a la Fuerza Naval, a Arogundade y a otros cargos navales por daños personales. Así mismo diferentes asociaciones de mujeres han condenado los hechos y han demandado medidas de castigo para el Contraalmirante y sus cargos.

Estos son pasos necesarios para encontrar la reparación y llevar a los culpables ante la justicia. Podrían marcar el camino sirviendo como disuasión a otros oficiales de uniforme y rango embriagados. Las autoridades navales deberían llevar a cabo una rigurosa investigación e imponer el justo castigo a los oficiales culpables y a sus cargos por haber empañado la imagen de la Marina.

La era de la impunidad al fin ha acabado. Vivimos la era de la democracia, del estado de derecho, donde las fuerzas armadas están sujetas tanto a las leyes marciales como a las leyes del país. Los hombres de las fuerzas armadas deberían dejar de sentir con sus uniformes ese efecto embriagador. Estos uniformes se compran con los impuestos que pagan al Estado civiles como Uzoma. Un civil ensangrentado puede causar a la larga la destitución de un oficial.

Hakeem Jamiu

Jamiu es columnista y especialista en medios de comunicación.

Traducido por Ángel Pinar, para el Departamento África de la Fundación Sur.

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