Nadie eligió nunca ser un esclavo

30/04/2007 | Opinión

Hace Más de 200 años, en 1802, Haití se vio paralizado por una intensa lucha militar y política llevada a cabo por esclavos africanos, para liberarse a sí mismos de los dueños franceses, y de la dominación francesa. Enfadado por la lucha sostenida de los esclavos, Napoleón dijo:

“Toussaint… esta África dorada… no descansaré hasta haber arrancado las hombreras a todos los negros de las colonias… Toussaint L’Overture ha elegido una línea de acción casi imposible y que la metrópoli considera de lo más intolerable. Ahora, ni siquiera quieren seguir discutiendo sobre la cuestión, estos líderes negros, estos ingratos y rebeldes africanos.”

Sin embargo ni Napoleón ni el ejército de Francia, comandado, entre otros, por su cuñado, el general Leclerc, podrían arrancar los galones de los “ingratos y rebeldes africanos”. La lucha en Haití culminó con la proclamación, el 1 de enero de 1804, de Haití, como la primera república independiente negra del mundo.

Desafortunadamente, las celebraciones globales en 2004 para conmemorar el bicentenario de este acontecimiento histórico fueron mucho más calladas que las celebraciones más recientes, en 2007, para celebrar el bicentenario de la adopción, en 1809, por el Parlamento británico, y la adopción de la ley de la abolición del tráfico de esclavos, que mientras que no prohibía la esclavitud, hizo que fuera ilegal para los individuos e instituciones británicas el participar en el transporte de esclavos.

No obstante, sería importante que la comunidad internacional conmemorase este bicentenario como parte de su respuesta a el reto de ocuparse del enorme legado de la esclavitud y las formas contemporáneas de sus manifestaciones.

PROFETAS Y REBELDES

El historiador, Adam Hochschild, en la introducción de su fecundo libro de 2005 “enterrar las cadenas: profetas y rebeldes en la lucha para liberar un imperio de esclavos”, escribe: “Al final del siglo XVIII, bastante más de tres cuartos de toda la población mundial vivía en un régimen de esclavitud de un modo u otro, no en el cautiverio, con los uniformes de rayas de la prisión, sino de diversos sistemas de esclavitud y servidumbre. Esa época fue un punto álgido en el comercio en el que cerca de 80.000 africanos encadenados con grilletes, fueron cargados en barcos de esclavos y transportados al nuevo mundo cada año.

En algunas partes de América, los esclavos superaban en numero a las personas libres. Esto mismo ocurría verdaderamente en algunas partes de África, y era de estos millones de esclavos indígenas de los que los jefes africanos y los mercaderes de esclavos sacaban la mayoría de los hombres y mujeres que vendían a los europeos y los árabes, que llegaban en sus barcos a las costas del continente. Los esclavos africanos fueron repartidos por todo el mundo islámico, y el Imperio Otomano esclavizaba a otros pueblos también…

Una medida para comprender hasta qué punto la esclavitud dominaba el mundo del siglo XVIII es el tráfico del Océano Atlántico…los esclavos trabajaban hasta morir de manera tan rápida, sobre todo en las brutales plantaciones de azúcar del Caribe, que entre 1660 y 1807, los barcos transportaron mucho más del triple de africanos a través del Océano hacia las colonias británicas, que europeos. Y, por supuesto, no se enviaban sólo esclavos a las colonias británicas.

Desde Senegal hasta Virginia, de Sierra Leona a Charleston, del delta del Níger a Cuba, de Angola a Brasil, y docenas y docenas de pasos entrecruzados por miles de buques, el Atlántico era una cinta transportadora hacia una muerte prematura en los campos de una inmensa franja de plantaciones que se extendían desde Baltimore hasta más allá de Río de Janeiro.”

Hace unas semanas, el pasado 25 de marzo, la comunidad internacional se unió para celebrar el bicentenario de la firma de la ley, al mediodía del 25 de marzo de 1807, por el rey Jorge III de Gran Bretaña, del Acta de la abolición de la esclavitud. Adam Hochschild explica que el acta “prohibía participar en el tráfico de esclavos a los súbditos británicos, los astilleros, proveedores y aseguradores hacia las colonias francesas y sus aliados… Esto detuvo la salida de los barcos de esclavos de la mayor nación comerciante de esclavos desde el 1 de mayo de 1807, y dio esperanza a millones de personas de alrededor de todo el Atlántico.”

En una carta a un tal Pavel Annenkov, en 1846, Karl Marx también escribió sobre la importancia fundamental de la esclavitud para el nacimiento del nuevo mundo postfeudal. Decía:

“La esclavitud directa es un eje de nuestro presente industrializado tan importante como la maquinaria o el crédito, etc. Sin la esclavitud no habría algodón, sin algodón no habría habido industria moderna. Es la esclavitud la que ha dado el valor a las colonias, son las colonias las que han creado el mercado mundial, y el mercado mundial es una condición necesaria para la maquinaria industrial a larga escala.

Consecuentemente, antes del mercado de esclavos, las colonias enviaban muy pocos productos a, viejo mundo, y no cambiaban de manera notable la cara del mundo. La esclavitud es por tanto una categoría económica de suma importancia. Sin la esclavitud, Norteamérica, la nación más progresista, se hubiera transformado en un país patriarcal. Con sólo eliminar a Norteamérica del mapa se llegaría a la anarquía, la completa decadencia del mercado y la civilización moderna.

Pero para eliminar la esclavitud habría que borrar a América del mapa. Como una categoría económica, la esclavitud ha existido en todas las naciones desde el principio de los tiempos. Todas las naciones modernas han llegado a distinguir abiertamente entre la esclavitud en su propio territorio y la importada, en el nuevo mundo.”

SOLIDARIDAD INTERNACIONAL Y REPARACIÓN

Tan importante como fue, en la manera en la que indicaban Marx y Hochschild, últimamente la esclavitud de la que ellos hablaban se ha convertido en algo del pasado. Esto es el resultado de la lucha heroica llevada a cabo por los africanos esclavos de Haití, y todos sus compañeros a través de todo el nuevo mundo. Pero este resultado histórico fue logrado también gracias a la acción de la gente con conciencia en los países poseedores de esclavos, que se sintieron en el deber de actuar en solidaridad con los esclavos que estaban dando sus vidas para que ellos asegurasen su emancipación.

En buena medida, el libro “Enterrar las cadenas”, es un tributo pendiente a esta gente de conciencia, y especialmente a aquellos que levantaron sus pancartas contra la esclavitud en Gran Bretaña, que entonces era el principal país comerciante de esclavos de toda la costa atlántica de África. Estos serán Thomas Clarkson, John Newton, el esclavo liberado Olaudah Equiano, Granville Sharp, James Stephen y, por supuesto, William Wilberforce. Al escribir sobre esta gente de honor, Adam Hochschild dice: “Su pasión y optimismo aún son contagiosos y todavía son relevantes en nuestro tiempo, cuando, en tantas partes del mundo, la igualdad de derechos entre todos los hombres y mujeres está tan lejana”. El movimiento que ellos forjaron es todo un hito por una razón más. Siempre hay algo misterioso en la empatía humana, y cuando la sentimos y cuando no la sentimos, es un brote repentino en un momento en particular que nos coge a todos por sorpresa. Los esclavos y otras personas subyugadas se han rebelados a través de toda la historia, pero la campaña en Inglaterra en aquel momento nunca se había visto antes: era la primera vez que un gran número de personas se indignó, y permaneció indignado por mucho tiempo, por los derechos de otras personas. Y lo más asombroso de todo, es que eran los derechos de personas de otro color, y de otro continente.

“Nadie se sintió más desconcertado por todo esto que Stephen Fuller, el agente en Londres de los plantadores de Jamaica, un propietario ausente él miso y una de las figuras centrales del grupo de presión a favor de la esclavitud. Fuller se quedó pasmado al ver que decenas de miles de manifestantes firmaron peticiones al Parlamento, y que ‘ninguna de esas quejas que presentaban les afectaban a ellos mismos de ninguna manera’. Era muy difícil de comprender para él, estaba viendo algo nuevo en la historia”.

La novedad que vio Fuller fue el inevitable crecimiento, dado el nacimiento del mercado capitalista global, del fenómeno de la solidaridad internacional, que, más tarde, dio lugar al poderoso movimiento global contra el apartheid. La Iglesia de Inglaterra y la Anglicana, internacionalmente fueron de las activistas más importantes de esta lucha antiapartheid, incluyendo a su director actual, en su capacidad personal, el arzobispo de Canterbury, el reverendo Rowan Williams.

Por tanto no es de extrañar, que con la ocasión de la celebración del bicentenario de la adopción del acta británica de la abolición de la esclavitud de 1807, el arzobispo Williams plantease una cuestión considerada difícil y contenciosa por algunos en los países antiguos poseedores de esclavos, el tema de las reparaciones. En este aspecto, el despacho del arzobispo dice: “La cuestión sobre la responsabilidad moral es que el comercio de esclavos aumentó considerablemente los beneficios de las instituciones, pero al abordar el tema con los medios de ahora se plantea una pregunta más amplia sobre cómo ese patrimonio puede ser utilizado para ayudar más efectivamente a los que sufren por la herencia de la esclavitud.”

Más específicamente, el arzobispo de Canterbury planteó la importante cuestión de si la Iglesia no debería encontrar la manera y los medios por los cuales devolver q los que fueron esclavos la compensación que recibió cuando los esclavos que poseía fueron liberados como resultado de la adopción del acta de la abolición de la esclavitud de Gran Bretaña, de 1833. Por su parte, el Primer Ministro Británico, Tony Blair expresó su profundo dolor y pidió perdón por la implicación británica en la esclavitud.

En su informe de 2002 al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, titulado “Abolición de la esclavitud y sus formas contemporáneas”, David Weissbrodt y Anti Esclavitud Internacional dicen con respecto a la cuestión de las reparaciones:

“Mientras la declaración (de la Conferencia Mundial de Durban de 2001 contra el racismo, WCAR) reconoce que el comercio trasatlántico de esclavos y la esclavitud fueron unas ‘tragedias horrorosas’ en la historia y son una fuente de racismo e intolerancia relacionados, declara muy poco en términos de expresar reparaciones para los descendientes de las víctimas de la esclavitud. La declaración subraya que ‘algunos estados han tomado la iniciativa de pedir perdón y han pagado reparaciones, en los lugares donde fuese apropiado, por las graves violaciones cometidas de forma masiva’, y sugiere que los Estados encuentren una manera apropiada de restaurar la dignidad de las víctimas y pide a los estados que tomen medidas para detener e invertir las consecuencias que hoy perduran de semejantes prácticas. Además, la Declaración Final pide urgentemente a los Estados que aseguren el derecho de las víctimas de intentar lograr una reparación justa y adecuada y satisfacción. En conclusión, la WCAR reconoció que la esclavitud y el comercio de esclavos, incluyendo el comercio de esclavos trasatlántico, fueron tragedias horribles en la historia de la humanidad, no sólo por su aborrecible barbarismo sino también en términos de su magnitud, naturaleza organizada y especialmente su negación de la esencia de las víctimas, y posterior reconocimiento de que la esclavitud y el comercio de esclavos son un crimen contra la humanidad y deberían haberlo sido siempre, especialmente el comercio de esclavos trasatlántico, y que son algunas de las mayores manifestaciones de racismo, discriminación racial, xenofobia y intolerancia relativa, y que los africanos y las personas descendientes de africanos, asiáticos y personas descendientes de asiáticos y pueblos indígenas fueron víctimas de estos actos y continúan siendo víctimas de sus consecuencias.”

A la luz de estas decisiones, acordadas por la comunidad internacional en Durban, en 2001, está claro que el arzobispo Rowan Williams fue perfectamente correcto al plantear el tema y volverlo a incluir en la agenda global, la necesidad de encontrar caminos y medios para ocuparse de las consecuencias de la esclavitud y de las formas de la misma que puedan persistir.

ESCLAVITUD CON NUEVAS ROPAS

El reto al que se enfrenta la comunidad internacional a este respecto se compone del hecho de que la economía global contemporánea y la sociedad han dado a luz varias formas de actividad económica que afecta a millones de seres humanos, de manera semejante a la pérdida de libertad experimentada por los esclavos clásicos. Esto sugiere que las pasadas victorias contra la esclavitud vencieron y suprimieron la esclavitud solamente por un periodo limitado de tiempo.

Sin embargo, creo que nos ayudaría más enfrentarnos a la nueva realidad si consideramos lo que Karl Marx quiso decir cuando dijo: “Lo que todas esas naciones modernas han conseguido es disimular la esclavitud en sus casas e importarla abiertamente del nuevo mundo”.
Fundamentalmente, intentó explicar que, inevitablemente, el sistema económico fundamentado en el beneficio privado siempre buscará maneras de esclavizar a la gente que trabaja para otros, mientras que acepta que los empleadores pueden estar obligados a fingir que su relación con sus empleados es diferente a la que existe entre un esclavo y su dueño.

Seguramente esto debe significar que en el contexto de nuestra búsqueda del objetivo de una sociedad centrada en las personas, debemos estar siempre alerta para enfrentarnos a la tendencia hacia el esclavismo de la clase trabajadora, camuflado de cualquier manera. Para ayudarnos en ello, ha surgido un gran organismo de conocimiento que pretende definir las formas modernas de esclavitud. En este aspecto, la visión que ha presentado es que:

“Las características comunes que distinguen la esclavitud de otras violaciones de los derechos humanos. Un esclavo es:

– Obligado a trabajar, a través de amenazas físicas o mentales,

– Poseído o controlado por un empleador, normalmente mediante abuso mental o físico o amenaza de abuso,

– Deshumanizado, tratado como una mercancía o comprado o vendido como una propiedad,

– Obligado físicamente o tiene restricciones sobre su libertad de movimientos.

Con respecto a lo anterior, queda claro que las diferentes clases de esclavos que existen hoy son estas:

“Servidumbre por deudas, esto afecta a millones de personas por todo el mundo. Las personas se convierten en este tipo de trabajadores al pedir un préstamo o al ser engañados al pedirlo, por tan poco como por ejemplo el coste de las medicinas para un niño enfermo. Para pagar esa deuda, muchos son forzados a trabajar durante largas horas, siete días a la semana, 365 días al año. Reciben la comida y un refugio básicos como pago por su trabajo, pero puede que nunca acabe de pagar su deuda, que puede pasar a generaciones posteriores;

“El matrimonio forzado y prematuro que afecta a mujeres y a niñas que han sido casadas sin elección y son forzadas a llevar una vida de servidumbre, a menudo acompañada de violencia física;

“El trabajo forzado que afecta a gente que es reclutada ilegalmente por individuos, gobiernos, o partidos políticos y forzados a trabajar normalmente bajo amenazas de violencia u otros castigos;

“Esclavitud por descendencia, que es cuando la gente o bien ha nacido en una clase de esclavos o bien pertenece a un grupo al que la sociedad ve como apropiado para ser utilizado para trabajos de esclavo;

“El tráfico que implica el transporte o comercio de personas, mujeres, niños y hombres, de una zona a otra con el propósito de obligarles a aceptar condiciones de esclavitud; y,

“La peor de todas estas formas de esclavitud es el trabajo infantil que afecta a 126 millones de niños en todo el mundo, según la Organización Internacional de Trabajo, que trabajan en condiciones perjudiciales para su salud y su bienestar”.

UNA TRAGEDIA AFRICANA – A LUTA CONTINUA!

En una carta anterior a esta, en el ANC Today, Vol. 5. Nº 40, llamamos la atención sobre la tragedia a la que se enfrentan un gran número de africanos que, empujados por una extrema pobreza, arriesgan sus vidas a diario para alcanzar Europa en busca de aunque sea el más insignificante de los trabajos, siempre que supongan un medio para evitar morir de hambre.

Este vuelo desesperado de la pobreza en África, crea las circunstancias perfectas para que algunos empleen en Europa a africanos, (y otros asiáticos y latinoamericanos), en condiciones de esclavitud camuflada. Seguramente, llegará el momento una vez más en que los nuevos esclavos se levanten otra vez para liberarse. Sin duda, una vez más habrá gente con conciencia en el mundo desarrollado, que se una a los nuevos esclavos en un levantamiento sostenido y coordinado que, una vez más, constituirá un hito en la evolución de la sociedad humana.
Es en este contexto en el que nuestro movimiento y esta revista se une al resto del mundo para celebrar el bicentenario de la adopción del Acta de abolición del comercio de esclavos, por parte del Parlamento Británico, en 1807, y su aceptación por el rey Jorge III. Somos plenamente conscientes del hecho de que este acontecimiento, que marcó una época, fue el resultado de la histórica victoria de los esclavos africanos en Haití, y la implacable lucha solidaria de hombres y mujeres progresistas en Inglaterra.

Juntos, estos camaradas de armas crearon la posibilidad para la sociedad moderna de afrontar la desafiante cuestión de cómo debería utilizarse la herencia representada por el progreso logrado gracias por los que se beneficiaron de la antigua esclavitud abiertamente, y aquellos que se beneficiaron de la moderna y camuflada, esclavitud actual, para ayudar de manera más eficaz a los que sufren debido al legado de la esclavitud en todas sus formas.

Cuando inauguramos la Conferencia Mundial contra el Racismo de las Naciones Unidas de Durban, el 31 de agosto de 2001, declaramos: “Nuestra humanidad común nos dicta que, igual que nos levantamos contra el racismo del apartheid, debemos unirnos para acabar con las consecuencias de la esclavitud, el colonialismo y el racismo, que, aún hoy en día, sigue definiendo la vida de miles de millones de personas negras o marrones, como vida de desesperación.

“Nadie eligió nunca ser un esclavo, ser colonizado, o ser oprimido racialmente. Los impulsos de los tiempos causaron que se cometieran estos crímenes por seres humanos contra otros seres humanos. Seguramente, el impulso de nuestro tiempo nos diga a todos nosotros que debemos hacer todo lo que podamos para liberar a aquellos que hoy sufren debido al racismo, xenofobia e intolerancia relacionada porque sus antepasados fueron esclavos, colonizados u oprimidos racialmente”.

Thabo Mbeki

Presidente de Suráfrica y Presidente del partido ANC

[Fundación Sur]

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