El 13 de enero de 2011, el dictador de Túnez, Zine El Abidine Ben Ali, pronunció desesperado un discurso en el que prometía nuevas libertades a un país en plena rebelión. Aquel día, Nadia Khiari dibujó a un gato mostrándole la misma dirección a un grupo de ratones. Un día más tarde, Ben Ali huyó al exilio, expulsado por semanas de protestas masivas sin precedentes contra su gobierno. Diez años más tarde, aquel gato conocido como Willis de Túnez se ha convertido en un icono de la revolución.

Khiari, pintora y profesora de bellas artes, explica que decidió usar a Willis para contar la historia de lo que sucedía en su país. Una revolución, que bajo las demandas de trabajo, libertad y dignidad nacional, provocó una serie de revueltas en todo el mundo árabe. A pesar, de que este país del norte de África ha sido elogiado por su transición democrática, muchos tunecinos, están, a día de hoy, desilusionados por los problemas económicos, la corrupción y los lamentables servicios públicos.

Khiari declara que, si bien los medios de comunicación describen a Túnez como un laboratorio de democracia, la realidad desordenada se acerca más a la de una obra en construcción. No obstante, reconoce que la revolución acabó con muchos tabúes. Ahora en el país puede hablarse de cuestiones religiosas, sexuales, homosexuales y también del cuerpo de la mujer. Además, esta artista, que publicó su libro Willis de Túnez en noviembre, aborda regularmente temas de derechos de la mujer y desigualdad de género.

El pasado jueves 17 de diciembre se cumplieron 10 años desde que el vendedor de fruta tunecino Mohamed Bouazizi, de 26 años, se prendiese fuego provocando el inicio de las revoluciones conocidas como Primavera Árabe.

Fuente: Africanews-Imagen: @willisfromtunis en Twitter

[Traducción y Edición, Irene Ruzafa Martín]

[Fundación Sur]

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